Pasaron los días súper rápido, fui a pasar los últimos días de la semana en Alajuela, me fascinó conocer el parque Juan Santamaría y tomarme fotos de su estatua, también me gustó ir al parque del General Tomas Guardia que quedaba a los 200 metros del parque Juan Santamaría, de paso fuimos a comer a Taco Bell Catebral, mi tía de Alajuela que se llamaba Noelia, me llevó a comprar unos libros a una librería que quedaba a los 200 metros en donde estábamos comiendo, entonces nos fuimos caminando a la Librería La Madrileña.
Esta fue una increíble experiencia en verdad. El domingo, como era el último día que íbamos a estar para regresar el lunes a Liberia, fuimos al Parque Nacional Volcán Tenorio. Me fascinó mucho, siempre había querido conocer el Río Celeste.
Llegamos a Liberia al medio día, le había dicho a Alexander, que nos veríamos el lunes en el parque a las tres de la tarde en el parque Mario Cañas. Estaba emocionada por darle la sorpresa a Alex, e incluso tenía ganas de verlo, una semana sin ver a Alexander es mucho para mí.
Cuando ya era hora, mi mamá me hizo el favor de irme a dejar, vi Alexander comprando unos copos, yo iba agarrando el perrito llevándolo atrás de mí para que no viera la sorpresa. Pasaron unas ambulancias a toda velocidad, vi el rostro de Alexander muy alterado, seguramente cree que tuve un accidente.
— ¡Alexander!
Él voltea con un rostro muy asustado, caminó muy rápido hacia mí y me dio un fuerte abrazo, pobre, seguramente si pensó que me había pasado algo. Con una mano acaricié su espalda y su cabello.
—Me alegra mucho que llegaste sana y a salvo —se separa del abrazo.
—También me alegra verte, te extrañé muchísimo.
—Pero yo más.
Sonreí con sonrojo sin mirarlo a los ojos, volví a verlo para darle el regalo que estaba detrás de mis manos.
—Te traje un regalo.
—Quiero verlo.
Solté el perrito con una mano para ponerlo frente a mí y cargarlo con ambas manos extendiéndolo hacía Alexander.
— ¡Es un bulldog! ¡Y es como el que yo quería!
—Muchacho, sus copos ya están listos.
Alexander agarró al perrito con una sonrisa mientras yo me limpiaba las manos en el pantalón y agarraba los copos.
—Hola amigo, eres muy hermoso, muchas gracias.
—De nada ¿Qué nombre le pondrás?
—Qué importante pregunta.
Ríe mientras le da un beso en la cabeza al perrito.
—Unos de los personajes animados de mi niñez, fue el perro Docky, de Discovery Kids y él era un perro como este cachorro, entonces lo voy a llamar Docky.
—Es un nombre perfecto —empezamos a caminar.
— ¿Quieres ir a mi casa a jugar un videojuego?
—Me parece bien.
Alexander agarró la correa que ya venía prensado en el collar de Docky, le di su copo y caminábamos en dirección a su casa mientras disfrutábamos de los copos y de la compañía del cachorro.
Cuando llegamos a su casa, su madre y tío se alegraron al verme otra vez, les hablé de cómo me había ido la semana pasada conociendo a mi familia y estaban encantados por el regalo que le di a Alexander.
Estábamos en la habitación de Alexander jugando con el videojuego de FIFA 2020, Alexander era el Real Madrid y yo el Barcelona. Desde que llegué, notaba a Alexander más feliz que nunca. Su madre me contaba antes de que fuera a jugar con Alexander, que gracias a mí, él era más feliz cada día, y me dio las gracias.
Más tarde, cuando llegue a mi casa, estaba sentada en la ventada de mi cuarto viendo aquella estrella del cielo que toca mi corazón cada vez que la veía. Ya se me hizo costumbre verla cada noche antes de dormir, incluso me ayuda a pensar y tomar decisiones.
A la mañana siguiente, iría al colegio, hoy fui en el bus estudiantil. En todo el camino iba escuchando música y a la vez pensando en Alexander, me preguntaba si hoy vendrá a dar clases o si amaneció bien. En la última parada que hacía el autobús, subió mi amiga Dulce, le sonreí y quité mi mochila del campo que guardaba para ella.
— ¡Hola baby! —se sienta a mi lado.
—Hola baby ¿Cómo estás?
—Bien ¿y vos?
—Muy bien.
— ¿Qué me cuentas de tu novio?
— ¿Cuál? Si ni tengo.
—El profe Alex ¿a quién más?
—Baja la voz, no quiero que nadie sepa y no somos novios —miré hacia la ventana—. Todavía —sonreí.
— ¡Ay! Como te tiene el chico de ojos verdes.
—Ya cállate —reí.
No vi a Alexander en toda la mañana, ni en los primeros recreos. Ya quería que fueran las lecciones que seguían después de almuerzo para recibir sus clases. Justo ahora, era el almuerzo, estaba con mis amigos llegando en la mesa en donde íbamos a comer. Yo no tenía mucha hambre que digamos, entonces sólo me compre un yogur de fresa y unas galletas María. Mis amigos estaban haciendo el pacho o una parodia de como yo ataque al tipo que estaba maltratando a la bulldog en Moravia. Me estaba riendo bastante porque mis amigos eran bastantes graciosos cuando se trata de interpretar algo que entre nosotros nos contamos y que parezca gracioso; principalmente Miguel y Leo que son unos payasos y eran ellos que estaban haciendo la interpretación.