Conociéndote Cuando Menos Lo Esperaba

C A P I T U L O 16

Alexander me hablaba sobre los tipos de escalas de vuelo, puso de ejemplo nuestro vuelo a España, un vuelo caro de Costa Rica a España, dura diez horas con quince minutos y un vuelo barato, puede durar diecinueve, veinte o más horas, eso fue algo muy interesante, pero hay otra forma de que te salga más barato, pero hay que hacer varios vuelos, tomar un avión de Costa Rica a Panamá, luego de Panamá a Estados Unidos, luego a Francia y de Francia a España, en mi opinión, es muy cansado tomar muchos vuelos.

Miré hacía la ventana para ver como aterrizaba el avión, mi mamá dio una carcajada del susto que se había pegado, fue gracioso porque solo ella se escuchaba reír junto a la madre de Alexander. Alexander me tomo de la mano para salir rápido del avión antes de que los demás pasajeros se levantaran de sus asientos. Cuando salimos por fin del avión, sentía como mi trasero estaba cuadrado. Eran las cinco de la mañana en Madrid, estaba haciendo frío, bastante frío, tuve que sacar un suéter de mi mochila y ponérmelo de inmediato.

Alexander llegó corriendo con un carrito para llevar los equipajes y me jaló la mano para que me subiera con él, admito que fue bastante divertido andar jugando con un carrito por todo el aeropuerto, pero no es muy lindo que digamos cuando los guardas de seguridad te regañan.

— ¿Vosotros que creéis que están haciendo?

Alexander lo mira con una sonrisa.

— ¡Agh! Alexander, debí suponerlo, siempre hacéis lo mismo.

— ¡Hola señor oficial! —lo saluda con una sonrisa.

—Solo no hagáis travesuras —se va.

—Se nota que te conocen.

—Ese hombre me cae bien, pero yo le caigo mal.

Reímos y nos ponemos de píe.

—Francela ¿no tienes hambre? Iré a comprarme algo de comer.

—Sí, pero también tengo sueño —me cubro el rostro con mis manos.

—No puedes llegar a dormir, estás en Madrid, son las cinco de la mañana, dormirás cuando sea de noche —explicó Alexander—. Tendrás que acostumbrarte al cambio de horario. Si quieres, puedes dormir temprano hoy a las seis.

—Créelo, eso haré pero a las cinco de la tarde.

Salimos a esperar que trajeran el auto que estaba incluido en el paquete de viajes, la madre de Alexander iba a conducir y me dijo que me sentara en el asiento de adelante para que admirara la ciudad en el camino. Saliendo del Aeropuerto de Madrid Barajas Adolfo Suárez, fuimos al Hotel Hilton Madrid Airport que estaba a pocos metros del aeropuerto, en la Avenida de la Hispanidad.

El hotel era bastante gigante y hermoso, por dentro era muy fino, no me imagino lo que debió costar el paquete de solo España, me daría pena que hubieran gastado mucho para que mi madre y yo conociéramos una parte de Europa.

Alexander puso los equipajes en un carrito para que el ayudante del hotel los llevara al cuarto en donde nos íbamos a hospedar. Cuando llegamos al cuarto, casi me da algo, era súper amplio, bellísimo y fino. Las grandes ventanas que llegaban casi hasta el techo daban una iluminación espectacular, tenía una buena vista del amanecer. Ya eran las seis de la mañana, me metí a bañar para salir a desayunar en el restaurante del hotel.

En el restaurante, sirvieron el desayuno que me pareció muy básico pero curioso, según Alexander es lo que desayunan los españoles en la mayoría, valga la redundancia, ellos siempre desayunan pan tostado con mantequilla, frutas, jugo de naranja, agua fría, café (en mi caso me sirvieron un vaso de leche) y sorprendentemente de desayuno, un churro con chocolate (en mi caso con dulce de leche ya que a mí no me gusta el chocolate)

—Los madrileños pueden comer churros achocolatados si así desean en el desayuno, hasta en la tarde o de noche —explicó Alexander—. Incluso hay un sitio que solo venden churros que está abierto a las 24 horas.

— ¿No es muy dulce para desayuno?

—En realidad sí, pero estamos en otras costumbres, que también son las mías cuando vengo a España.

—Interesante —me levanto de la silla—. Ya regreso, iré a pedir una servilleta.

Fui en donde estaba el mesero sentado en una mesa, estaba usando su teléfono y desayunando unas frutas.

— ¡Hola! ¿Puedo hacerle una pregunta?

— ¡Por supuesto! ¿En qué te puedo ayudar?

— ¿Usted podría regalarme una servilleta? Por favor.

El mesero me mira con una cara de extrañado, como si lo hubiera faltaba el respeto o algo le molestó.

— ¿Tú te estáis dando cuenta de cómo me estáis hablando?

— ¿Le dije algo malo?

— ¡Joisbell! —Me abraza Alexander de los hombros— disculpe señor ¿me podríais regalar una servilleta?

—Claro amigo —agarra unas servilletas y se las da en la mano—. Espero que tu amiga aprenda a respetar un poco.

— ¡Sí, lo lamento! Pero es que ella no es de aquí, es una turista de Costa Rica.

— ¡Oh vale! Ahora entiendo todo, pero no se preocupéis, no pasa nada.

— ¡Gracias amigo! —Alexander toma mis hombros y me voltea— siempre estoy salvándote de problemas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.