Nos fuimos al aeropuerto de Ámsterdam para irnos a París Francia. El viaje duraría una hora, Alexander se sentó a mi lado y se notaba de muy buen humor, se veía muy feliz, será porque conocerá Francia por fin. Alexander me dio su teléfono a cambio del mío, él iba a escuchar la música que escucho y yo la de él, no tenía malos gustos, tenía muy buena música electrónica que a mí me gustaba, entre otros artistas y bandas.
Aterrizamos en el Aeropuerto de París-Charles de Gaulle, Alexander estaba muy emocionado que empezó a tomarle fotografías al aeropuerto. Nora llegó con el auto de alquiler, subimos y nos dirigimos al Hotel Hilton París Opera, en donde nos recibieron muy bien y nos dieron una pequeña copa de helado. La habitación era fina, todo era blanco pero los muebles, los adornos y todas las cosas de la habitación era de primera y de vista se veían costosas.
Bajamos a desayunar en el restaurante del hotel, Alexander no sabía por dónde empezar, pero de tanto pensar, decidió desayunar un croissant, ojala fuera uno, pero se pidió cinco. Mi madre pidió unos panqueques, Nora iba a desayunar unas tostadas con miel con unos pedazos de fresa y moras. Yo fui como Alexander de tener mucha hambre, entonces pedí unos panqueques y un pan baguette con mantequilla.
— ¡Dios mío! No puedo creer que estemos en París, en la ciudad del amor, de la moda, del arte y de la magia. Tenemos mucho que caminar, comprar, turistear, almorzar, postres, quesos, vinos que probar, dibujar juntos y enamorarnos.
Toma mi mano para besarla. Reí y le dije:
—Aún no soy tu novia Alexander.
—Por lo mismo, estamos en la ciudad del amor, nos vamos a enamorar mucho, más de lo que estamos.
— ¡Awwww! —exclamaron nuestras madres para terminar entre risas.
Me sonrojé mucho y lo que hice fue cubrirme la boca con mi mano para que no fuese notorio el enrojecimiento. Saliendo del hotel, mientras íbamos en el auto, Alexander hablaba con su madre sobre París, direcciones y ayudándolo a tener la ubicación de los lugares en donde iríamos a conocer, que cualquier cosa, si nos llegáramos a perder, la llamáramos. Iba disfrutando viendo por la ventana las casas y los comercios de la Avenue de Friedland, todas las personas estaban muy bien vestidas, me daban ganas de verme como ellos con la moda de París. Llegando a la calle Place Charles de Gaulle, se encontraba la rotonda en donde estaba el Arco de Triunfo, en donde Nora se estacionó para dejarnos aquí.
— ¡Wow! ¡Qué chiva!
—Con cuidado, Francela. Tome muchas fotos y disfrute.
—Sí, mamá.
Bajo del auto y me acomodo el bolso.
—Ya sabes, Alexander, llámame si te pierdes.
—Sí, mamá. Ya entendí muy bien por dónde ir.
—Con cuidado, hijo.
— ¡Hasta pronto! ¡Que disfruten juntas el día!
Alexander se coloca en el cuello la correa de su cámara y se acerca a mí.
—Mira que enorme es el Arco de triunfo.
— ¿Cuánto mide?
—Cincuenta metros de alto. Fue construido por Napoleón.
— ¿Cómo para qué?
—Para recordar su victoria en la batalla de Austerlitzy. Vamos, conozcámoslo más de fondo.
Alexander toma mi mano entrelazándola y empezamos a conocer más a fondo este monumento. Alexander tomaba fotografías a muchas cosas interesantes, como la tumba de un soldado desconocido, que representa a todos los saldados que murieron en la primera guerra mundial. Había monumentos de personas muy bien hechas. Había una lista nombres de algunas grandes batallas de las guerra revolucionarias y napoleónicas francesas, lista de victorias francesas. También leímos los nombres de los líderes militares de la Revolución Francesa e Imperio, los nombres de los que murieron en el campo de batalla estaban subrayados.
Había una puerta en donde los turistas entraban, Alexander me guio hasta dentro, en donde habían figuras del Arco de Triunfo dentro de un cristal, monumento a la Gran Guerra, una exposición permanente acerca del diseño del Arco; sin embargo, Alexander le tomaba foto a cada cosa que había, hasta incluso onces fotos de la misma cosa solo que con distintos ángulos. Fuimos a otra puerta, en donde había una escalera que en forma espiral hacia arriba. Alexander subía las escaleras corriendo mientras iba de mi mano, provocando la sensación de adrenalina y travesura se encendiera al cien, entre más subíamos más rápido íbamos con mucha emoción y riendo a la vez.
Llegamos hasta arriba, el viento pegaba fuerte contra nosotros, nos acercamos a la orilla para ver ciudad y las calles e incluso la espectacular vista desde arriba.
— ¡Mira todo esto! ¡Es tan espectacular!
— ¡Que chiva! ¡Alexander, mira!
Señalo en donde estaba la torre Eiffel.
— ¡Wow! Necesito una foto de esto.
Mientras Alexander tomaba fotografías, vi a unas personas viendo la Torre Eiffel a través de un telescopio que había aquí arriba del arco. Esperé a que esas personas se fueran para tener la oportunidad de observar.
—Oye, Alexander.
— ¿Qué sucede? —pregunta sin dejar de tomar fotografías.