Conociéndote Cuando Menos Lo Esperaba

C A P I T U L O 21

Llega la mañana, tenía tantas ganas de ir a desayunar con Alexander, yo ya estaba lista, solo mi madre se había demorado un poco. Tenía tantas ganas de verlo, se me hacía eterno cuando mi mamá terminaba de arreglarse. Cuando ya salimos —por fin—, nos dirigimos al restaurante del hotel, en donde Nora y Alexander nos esperaban en la mesa. Alexander me vio llegar y se levantó para saludarme besando mi mejilla junto a un abrazo y corrió la silla para que yo me sentara a su lado. Me tenía abrazada de los hombros y yo recostada a él. Cada cinco minutos él me daba un beso en la cabeza, y cuando hablábamos, él acariciaba mi mejilla.

— ¿Sabes de poesía?

—No escribo poesía, pero sí sé hacerlas.

—Dime un poema, invéntate una.

—Las chicas hermosas huelen a rosa/ su piel suave como el pétalo de una rosa/ sus labios son del color de una rosa/ le regalé una rosa a otra rosa/ y esa rosa eres tú.

— ¡Ay, que poético!

Reí un poco sonrojada colocando mi cabeza en su hombro mientras él me abraza besando mi mejilla.

—Al parecer, París los tiene muy amorosos, principalmente a Alexander —dijo Nora.

—Mamá, estás en toda la razón.

— ¿Qué hicieron los dos ayer? —muy curiosa pregunta mi madre.

—De compras, fuimos al Arco de Triunfo, a la Torre Eiffel y a un crucero por el Río Sena.

— ¿Qué cosas pasaron en la Torre Eiffel?

Pregunta Nora mientras embarra la mantequilla a su pan.

—No nos han dicho que más hicieron.

Empiezan nuestras madres a interrogarnos.

—Alexander y yo nos hicimos novios en la Torre Eiffel.

Nuestras madres nos ven con asombro.

— ¡Que buena noticia! Yo sabía que Joisbell haría a Alexander muy feliz.

—Lo estoy.

Voltea a verme con los ojos brillosos.

—Acepto su relación, Alexander es un gran muchacho y ha apoyado mucho a Francela.

Le sonreí a mi madre dándole entender que le estoy dando las gracias.

—Ella me beso primero.

—Ah... « Este Alexander tan salido» bueno, es cierto, pero era por la apuesta, ya saben ustedes cual era. «No puedo creer que le hayas dicho eso a nuestras madres». Pensé mientras me sonrojaba.

—Ya ni me acordaba de la apuesta. Pero estoy feliz de que ya seamos novios.

— ¿Vas aceptar la mitad del cheque?

—Eso a mí ya no me importa y nunca me importó, solo quiero estar a tu lado.

— ¿Enserio?

—Sí, de todas formas, lo necesitas más que yo.

Escuchar eso es como oír poesía saliendo de su boca. Estaba feliz de que nuestras madres, tanto mi madre y la de Alex le caemos bien uno al otro. Mi madre siempre decía que le caía muy bien a Alex, que era una gran persona y de muy buena familia. En cambio, la madre de Alexander, siempre decía que yo era la indicada para su hijo, que tenía los mismos gustos a la lectura y buena actitud positiva como la de ellos, hasta incluso dice que vengo de una buena familia.

Cuando terminamos de desayunar, Alexander y yo nos dirigíamos al Palacio de Chaillot, pero solo para tomarnos fotografías, apreciar la Torre Eiffel y el Jardín de Trocadero. La razón que queríamos tomarnos fotografías aquí, no solo por el jardín, sino, que es el lugar en donde las portadas de los libros tienen fotos de las escaleras con la Torre Eiffel por detrás, como por ejemplo, el libro de Jojo MoyesYo después de ti.

—Mira aquel hombre.

Volteo a ver dónde Alexander señalaba.

—Está dibujando aquellas personas.

—Dibuja muy bien. París también es la ciudad del arte, todos saben dibujar, pintar o cualquier tipo de artes.

—También la ciudad de los vinos y de los postres. Oye ¿Qué hora es?

—Las diez de la mañana.

—Tenemos que irnos, tenemos que estar en el museo Louvre a las once.

Alexander se pone de pie mientras se hecha a su espalda su mochila y la cámara de fotos en su cuello. Nos tuvimos que ir caminando porque había mucho tránsito, de todas formas, llegamos faltando quince para las once, cansada, pero valió la pena. Llegando al Museo Louvre, antes de entrar, nos tomamos una foto con el museo detrás de nosotros.

—Que hermoso es en persona.

—Se supone que es un museo ¿pero dónde está todo el arte? Solo es una pirámide de cristal y no veo nada por dentro.

— ¿No será porque el museo está debajo del triángulo, Joisbell?

— ¡Ay! No lo había pensado —me reí a carcajadas.

—No puede ser.

Se pasa la mano por su rostro y luego me muestra una sonrisa

—Vamos, entremos ya.

Empezamos hacer la fila para poder entrar, mientras esperábamos, hablábamos sobre conocer la Monalisa. En la entrada al museo, se encontraba el juez que me había dicho que me tocaba participar en la internacional de artes, estaba recibiendo a los concursantes al parecer.




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