Conociéndote Cuando Menos Lo Esperaba

C A P I T U L O 23

Pasa una semana, mi mamá me hizo levantarme temprano, a las seis de la mañana ¿por qué? no sé, pero dijo que tenía una cita, ni si quiera sé de qué, pero con razón la semana pasada mi mamá fue al hospital. Llegando al Hospital Dr. Enrique Baltodano Briseño, mi mamá me llevó al laboratorio e hicimos fila para que me sacaran sangre.

Recordaba cuando me venían a sacar sangre, odiaba eso, me daba mucho miedo, no por la sangre, sino que me amarraran ese hule en el brazo que era doloroso y lo peor de todo, la gran aguja que entraba en la parte delicada de la piel, recuerdo que dolía, lloraba, inventaba escusas para que no me sacaran sangre, me encerraba en el baño, salía corriendo y mandaba patadas.

Hoy en día aun no me gustaba que me sacaran sangre en el brazo, pero prefiero que lo hagan en la mano. Ya que una vez que me dio una fuerte gastritis, necesitaban meterme una medicina en un suero, ya que si la tomaba en pastillas a los pocos minutos la vomitaba. Fue muy valiente al dejarme que me metieran la jeringa en el brazo, la verdad no me dolió como según me solía doler antes. Pero al parecer no encontraban mis venas en el brazo o eran muy delgadas las venas, entonces tuvieron que colocármela en la mano, en ese momento entré en pánico ya que nunca me han metido una jeringa allí, ni mucho menos sabía que eso se podía, pero fue muy valiente y no me dolió.

— ¡Hola, Francela!

— ¡Hola, doctora!

—Que grande estás, tu abuela estaría orgullosa de verte así.

Reí un poco de su comentario, aunque sabía que muy en el fondo me dolía. No me sorprende que los doctores, enfermeros, farmacéuticos y entre otros empleados del hospital sepan quién soy, ya que mi abuela era jefa de las enfermeras, conocían a mi madre y a mi tía, a ambas las vieron crecer, como a mí y a mi primo, nos han visto crecer, venir al hospital a ver a mi abuela, ir a citas, entre otras cosas.

—Aquí vamos —mete la jeringa en mi mano.

—Uh, entró.

— ¡Ay caray! Me sorprende que ya no seas la misma niña llorona cuando venía sacarse sangre.

—Francela ya está grande y es madura.

Y mi mamá empieza a contarle lo que pasó cuando me dio gastritis. Preferiría no recordar esos momentos horribles que pasé, estaba tan vacía por dentro, ni si quiera me daban de tomar agua porque era obvio que lo iba a vomitar, pero aunque no bebiera ni comiera nada, vomitaba jugos gástricos que tenías un sabor espantoso y eran de color amarillo, que tan solo recordarlo siento asco.

Salimos del laboratorio y caminé sola por el pasillo, en el mismo pasillo en donde yo caminaba para ir a visitar a mi abuela en su oficina, doble a la izquierda para caminar en este otro pasillo, más conocido para ir a vacunarse. Cuando se acabó el pasillo, podía tomar dos caminos, el de las oficinas en donde estaban las secretarias, incluyendo la oficina que era de mi abuela, en el segundo camino era para a otras oficinas en donde estaban los ATAPS (Asistente Técnico de Atención Primaria) y las oficinas de vacunación. Pero decidí ir al camino de la izquierda en donde estaban las oficinas en donde estaban las secretarias que eran amigas de mi abuela.

Caminé y abrí la puerta de vidrio, se encontraba la secretaria principal, Doña Viviana, más conocida como Vivi, una señora entre los cincuenta años, al frente de ella, estaba otra secretaria alta y rubia, se llamaba Natalie, también mayor. Cuando entré, ellas me volvieron a ver de inmediato.

— ¡Francy! ¿Cómo me le va? —dijo con mucha alegría doña Vivi.

—Hola, doña Vivi —tartamudo con una pequeña sonrisa.

— ¿Qué tal ese cole? —añadió doña Natalie.

Ellas notan que no estaba muy feliz como suelo estar siempre al venir aquí. La antigua oficina de mi abuela estaba cerrada, mis ojos empiezan a llenarse de lágrimas, caminé en dirección a la oficina y abrí la puerta, había una persona joven, seguramente la nueva jefa de las enfermeras, se asustó mucho cuando abrí la puerta, todo la oficina estaba diferente, ordenado distinto, hasta incluso más moderno, en el escritorio había una computadora. Cerré la puerta con fuerza, me recosté a la puerta cubriéndome las manos rompiendo el llanto. Vivi y Natalie se levantaron de sus asientos para llegar a mí a consolarme.

Ellas sabían que mi abuela era muy importante para mí y yo para ella, sabían que mi abuela era especial. Ellas me conocieron cuando nací, no solo ellas, también los trabajadores y amigos de mi abuela llegaron a verme, a conocerme cuando nací. Desde que era muy pequeña siempre llegaba entrando por esa puerta, saludaba a cada una y entraba a la oficina de mi abuela para quedarme con ella hasta su salida.

La última vez que vine y crucé por esa puerta, fue cuando mi abuela vino a trabajar por última vez en el año 2016, el año en que se pensionó, al día siguiente tuvo una fiesta de despedida y al otro día, vine ayudarla a empacar sus cosas, estaba feliz porque ahora ella iba a estar todos los días conmigo 24/7 más que antes. Cuando habíamos terminado de empacar sus cosas, nos despedimos de las secretarias, mi abuela salió por esa puerta, yo me quedé viendo su oficina y me volteé para salir por esa puerta por última vez.

Viviana y Natalie me sentaron en la silla en la oficina que solía ser de mi abuela, me tranquilizaron, me hablaron de mi abuela que no le gustaría verme así y nos pusimos a recordar momentos de mi infancia de este lugar, cosas que no recordaba y me reía de las cosas que decía mi abuela.




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