Hoy me sentía abrumada de asistir a clases, no tenía ganas de nada, pero al menos me sentía aliviada de estar lejos de mi familia. Estaba en clases de español, mis amigos se reían a carcajadas pero yo solo trataba de concentrarme en lo que estaba, me preguntaban de que si me sentía bien pero no quería decirles. Al sonar el timbre la profesora les había pedido a todos que salieran excepto yo.
- ¿Cómo le va, Joisbell Francela?
-Muy bien, profe ¿y usted? -pregunté mientras corría el pupitre cerca de su escritorio y me sentara con la mochila sobre mis piernas.
-Muy bien, gracias. Oiga, la veo decaída, dígame, usted sabe que usted y yo nos tenemos mucha confianza.
-Lo sé profe, pero la verdad en estos días me la he pasado no muy bien. Estoy en depresión, en la depresión sonriente.
- ¿Y qué es la depresión sonriente?
-La depresión sonriente es estar feliz, pero en el fondo uno sabe que no, es por eso que es muy difícil de notar si alguien está en depresión.
-Pues hoy la veo muy apagada.
-Es porque pienso mucho, me hago muchas matemáticas de saber qué hacer y que no, las consecuencias o cual de todas las opciones sería la mejor.
- ¿Quiere que le llame a su mamá para poder ayudarla?
-No, profe, no quiero que mi mamá sepa.
-Es que si no la llamo, no puedo ayudarla.
-Me voy a sentir bien, lo sé, sólo buscaré la forma de hacerlo.
-Está bien, pero aun así estaré pendiente de usted y no cometa ninguna locura.
-No para nada profe -le respondí entre risas- eso jamás pasará.
Salí del salón y me fui a aula de física. No quería provocarle preocupaciones a la profesora. Es mi maestra favorita y siempre ha sido mi guía desde séptimo, con ella he tenido un gran lazo de confianza, cuando estaba triste yo iba donde ella a contarle lo que pasaba y me hacía bien desahogarme. Pero esta vez no quería nada de nada. Hoy era miércoles y hoy no me tocaba clases con Alexander, pero no lo fui a buscar porque necesita estar sola aunque no quería estarlo.
En el almuerzo me fui a sentar sola en una mesa, ni si quiera sentía ganas de comer el pure de papa que me había traído mi madre un recreo antes del almuerzo, a pesar que era mi favorito no quería comerlo. Llevábamos minutos quitándome las lágrimas de los ojos para que nadie notara que lloraba, pero como mis ojos estaban rojos me cubrí el rostro con mi cabello. Alguien coloco su mano en mi hombro, no voltee a ver quién era porque a tan solo sentir el corazón latir fuerte podía saber que era Alexander.
-Joisbell -se sienta a mi lado colocando sus brazos en la mesa y voltea a verme- me dijeron que no estás bien hoy. Puedes decírmelo, no se lo diré a nadie.
-No es nada, es que no tengo hambre -baje la mirada sin voltearme a verlo.
-Pero el pure de papa es tu favorito, hasta lo tienes al frente. A mí me daría hambre tener al frente mi comida favorita.
Sonreí medio lado, tenía razón, no quería comer pero a pesar de eso, tener al frente mi comida favorita me daba hambre.
- ¿Ahora eres emo?
- ¿Por qué lo dices?
-Tienes el cabello cubriéndote la mitad del rostro.
Alzo la cabeza y me quite el cabello del rostro para voltearme a verlo mientras las lágrimas me caen por las mejillas. Alexander por reacción me abrazó de inmediato provocando que rompiera el llanto en sus brazos sin importa que los demás estudiantes me vieran llorando. Le conté lo que me pasaba sobre mi familia pero no le dije nada sobre el suicidio, no quería preocuparlo más de lo que ya estaba.
La salida del colegio se adelantó por reunión de maestros de matemáticas y de ciencias. Alexander subió conmigo al autobús estudiantil, me iba ayudar para el examen de mañana, según él no estaba en condiciones para estudiar sola que mejor me iba ayudar y que a la vez no me sintiera sola. Faltando dos barrios para llegar al mío, quise preguntarle algo:
-Alexander.
Me volvió a ver con una sonrisa mientras me tenía abraza de los hombros
-Crees que yo no debería estar sufriendo de que mis familiares ya no me hablen, que ya no quieran saber más de mí a pesar de todas las cosas buenas que pasé con ellos por dieciséis años, mandar todo al carajo ya que su amor no fue verdadero y solo gastaron su tiempo en ser hipócritas. ¿Eso te suena infantil?
-Por supuesto que no suena infantil, tampoco necesariamente tienes que olvidarte de ellos porque ellos lo hicieron primero, preferiría guardar y recordar nada más los buenos momentos y mandar los malos a la basura. Eso haría yo para estar feliz y tranquilo.
-Pero ¿por qué lo hicieron? ¿Qué hice yo para merecer esto tan cruel? ¿Dónde quedó su amor?
-Pues... no sabría decirte porque nunca he pasado por eso, pero en el mundo no existen personas cien por ciento buenas, también malas, no digo que sean malas pero...
-No sigas, por favor. Eso lo empeora.
Volteo a ver a la ventana mientras caen mis lágrimas.