Conociéndote Cuando Menos Lo Esperaba

C A P I T U L O 31

Ha pasado un mes ya, que rápido pasaba el tiempo. Esperé un poco de tiempo a ver si talvez llegaban algunos de mis familiares que ya no veía ni me hablaban. Llegaron unos cuantos pero eran los que si me hablaban, como por ejemplos tíos del lado paterno de mi madre que vivían lejos de Liberia, pero de ahí nada más.

Alexander estaba dormido agarrando mi mano, pobrecillo, eran las cinco de la tarde. Ya era hora de que tomara la decisión, pero antes de tomarla e incluso de pensarla, alguien colocó su mano en mi hombro. Miré la mano de reojo, era una mano de una persona ya mayor alrededor de los sesenta años. Tenía las uñas largas y bien lijadas. Cuando volteé a ver quién había sido, mis lágrimas no habían tardado en salir, empezaba a derramar cascadas por los ojos, me costaba incluso respirar porque la nariz ya se me había taqueado. Esa persona vestía un traje blanco, en enaguas y camisa blanca con botones con una faja alrededor de su cintura, con aretes de perlas como siempre solía usar, andaba un traje como de enfermera pero sin el gorro, era mi abuela.

—Francy.

—Abuela —sosollando— ¿en verdad es usted? —con una voz quebradiza.

—Diay si ¿Por qué no debería serlo?

— ¡Abuela!

Rompí el llanto mientras la abrazaba y poco a poco terminaba arrodillándome en el suelo mientras abrazaba su cintura mientras lloraba.

— ¡Ay abuela! ¡Me haces mucha falta! No se imagina todo lo que he estado pasando, ya no aguanto más —respiro hondo y prosigo—: Quiero irme con usted.

Ella se sentó en el sillón y yo coloqué mis brazos sobre sus piernas mientras seguía llorado con mi cabeza sostenida en ellas y mi abuela acariciaba mi cabello.

—Tita ¿por qué lloras mi chiquita?

—La extraño mucho, me hace mucha falta, me duele que no esté a mi lado, que nada sea igual —alzo la cabeza mientras me secaba las lágrimas—. Ya no quiero sufrir más.

—Francela, yo lo sé todo, estoy a su lado siempre cuidándola. Pero no quiero que siga triste, quiero que sea feliz, porque si no lo eres yo tampoco y no puedo descansar ni estar tranquila.

— ¡Pero no sé qué hacer! —Hago berrinches—. No sé si regresar o irme para estar con usted.

—Aún no es su hora, yo quiero que usted esté aquí, quiero que termine los estudios, que le haga compañía a su mamá, a su novio, solo mírelo, es un buen muchacho y yo lo conozco muy bien.

Voltee a ver a Alexander, aún seguía dormido agarrando mi mano.

—Pero ya no quiero sentirme sola ni triste, yo quería que usted estuviera presente en todos mis triunfos que hacían falta, en darme consejos, que fuera la bisabuela de mis hijos y en muchas cosas más. La familia se separó y nos dieron la espalda.

—Ahí déjalos, no merecen una sonrisa ni el cariño suyo, ni usted los ocupa para ser feliz. Ya estás grande Francela, usted ya es madura y sabe ser feliz a su manera y te quieres mucho sin que la necesidad de los demás te quiera.

— ¿Qué se supone que haga ahora?

—Usted me prometió terminar los estudios, seguir adelante y ser exitosa, pues vaya hacerlo.

Me levanto del suelo y mi abuela del sillón, caminando al otro lado de la camilla en donde estaba mi cuerpo.

— ¿Qué pasará con usted, abuela?

—Voy a estar a su lado cuidándola siempre, se lo prometo, en cada momento importante estaré. Gracias por cuidarme mientras estuve enferma. Estoy muy agradecida.

Me volteo para abrazarla fuerte por última vez y oler el perfume que ella siempre solía usar.

—Está bien, abuela, voy a regresar, gracias por todo, abuela, por cuidarme, por consentirme, por todo. ¿Qué hay de mi primo?

— ¿Cuál?

—Álvaro.

— ¿Ese hombre viejo? Voy a jalarle las patas.

Reí con ella, en eso una puerta es abierta, Alexander despierta, mi abuela y yo volteamos a ver quién había llegado. Entraron todos los hermanos de mi abuela (mis tíos) y mis primos. Todos, completitos, excepto algunos que vivían en el extranjero y que no los conocía ni a sus hijo.

—Vaya sorpresa ¿no cree, abuela?

—Que milagro más bien.

Incluso había llegado Álvaro.

—Buenas —se levanta Alexander de la silla— Soy Alexander, el novio de Joisbell, me imagino que ustedes son sus familiares.

—Así es —habló una tía, la mayor de todos los hermanos Abella.

—Como que se habían tardado mucho ¿verdad?

—Nos pusimos todos de acuerdo —contesta Héctor.

—Ay, Francela —se acerca Álvaro.

—Espera.

Alexander lo detiene y sacó mi celular desbloqueándolo.

— ¿Vos no sos el primo que tanto habla Joisbell que ama y el que la dejó en visto provocando que su corazón se rompiera y cruzara la calle sin fijarse?

Álvaro derramó unas lágrimas seriamente y responde:

—Por favor, no me lo recuerdes, soy una persona fría y cerrada, me arrepiento de haber hecho eso, enserio. Debí ayudarla desde el momento que vi sus mensajes, no solo ella sigue triste por la muerte de mi tía, también yo.

—Creo que también tendré que hablar con Álvaro, pero a través de los sueños —me dijo mi abuela.

—Alexander —entra mi madre al cuarto— déjalo, déjalos que hablen con Francela.

—No se preocupe, lo haré —sonríe sentándose en una silla— Eso sí, no me alejaré de ella.

Pobre Alexander, a lo mejor empezó a odiar a mi familia o a mi primo, pero a la vez no lo creía ya que él no era así ni lo haría nunca.

Cada uno de mi familiar se puse acariciar mis manos, hablarme y mencionar cada buen momento juntos, yo estaba al lado de mi abuela escuchándolos a cada uno, sus palabras me llenaban el alma y el corazón. Incuso dieron consejos como las de Alexander para no estar triste ni deprimida. A las horas, cada uno se iba poco a poco, hasta quedar Alexander y Álvaro solos.

—Francela no sé cómo ayudarte ya que estamos en las mismas, bueno, al menos yo no estoy pensando en el suicidio, pero no cometas una tontería. En verdad perdóname si te bloquee y te deje en visto cuando en verdad buscabas ayuda, la próxima vez que quieras hablar conmigo... háblame, te voy a contestar, incluso mis hermanos —besa mi cabeza— Hasta pronto prima, despierta, por favor, tienes una vida por delante —se va del cuarto.




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