Alexander Vermoni
Estaba regresando a casa, me sentía cansado pero feliz de tener a Joisbell a mi lado y con vida. Hoy había sido una gran fiesta, hablé con muchas personas que tenían que ver con Joisbell (amigos, familia, vecino, etc.) la fiesta fue un éxito. Cuando llegué a mi habitación, solo me había quitado los zapatos y la camisa, dormiría así porque estaba tan cansado que solo quería tirarme a la cama y a dormir.
Empezaba a soñar que estaba caminando en el Parque La Agonía, las personas pasaban caminando, los niños jugar en los juegos, otros en la cancha jugando basketball y otros en las máquinas de ejercicio. Este parque era unos mis favoritos por la sombra y lo fresco que era. Me senté en un poyo a disfrutar del viento. Cuando volví a ver quién estaba a la par mía, me levanté del susto, era ella, Catalina.
Me miró con una sonrisa cuando yo estaba asustado y asombrado de verla después de dos años de haber muerto, aún tenía esos lindos ojos y una dulce sonrisa. Pensé que me iba alegrar o sentir lo que solía sentir hacía ella, pero honestamente no sentía nada.
—Alexander.
— ¿Catalina?
« ¿Por qué pregunto? Es obvio que es ella »
—Ha pasado mucho desde mi muerte. No sabes lo mucho que te extraño —se acerca abrazándome.
—Y yo a vos —aun paralizado que ni si quiera acepté su abrazo.
—Vine por vos, vámonos, estaremos juntos para toda la eternidad. ¿Recuerdas que nos íbamos a dar nuestro primer beso?
Catalina se acerca a mi rostro para besarme, pero solo tomé sus hombros para alejarla con delicadeza y besé su mejilla. Ella me mira confundida, pero yo solo hacía lo correcto porque ya no la amaba y tenía a otra persona en mi vida y corazón —aunque sea solo un sueño—.
— ¿Qué pasa, Alexander? ¿Por qué no me besas?
—Es que no puedo besarte, porque yo ya tengo otra novia a quien amo con todas mis fuerzas. Yo te superé y di vuelta a la página para seguir con mi vida.
— ¿A qué te refieres, Alexander?
—A que seguí con mi vida, que dejé de amarte y le di vuelta a la página. Conocí a alguien más de quien estoy muy enamorado. Y lo que siento por ella, yo nunca lo sentí cuando estaba con vos. Ella me cambia la vida y ella es mi vida ahora. Y la amo.
Catalina se veía molesta y con los ojos brillosos. Luego me dijo con mucho enojo:
— ¿Quién es ella?
—Creo que eso no te incumbe, solo quiero aclar que lo nuestro ya no existe, te agradezco mucho lo que pasamos juntos, pero no voy a pasar toda la vida sufriendo por vos, yo ya soy feliz con alguien más.
— ¡Pero Alexander!
Catalina me toma fuerte del brazo e intentó jalarme.
—Ven conmigo, por favor. No te vayas, puedes estar al lado de tu padre si vienes conmigo.
— ¡Deja a Alexander, Catalina!
« Esa voz... »
— Lo suyo ya acabo, ahora Alexander está realizando su vida con otra persona que él ama e incluso mejor que usted.
Voltee a ver de dónde provenía esa voz masculina, era mi padre...
— ¡Pero Señor Vermoni!
— ¡Pero nada! No es tu problema, es la de Alexander, deja de molestarlo.
Catalina soltó mi brazo y salió corriendo mientras lloraba, me dolió mucho pero ella no quería entenderlo. Mi padre volteó a verme con una sonrisa, sin pensarlo dos veces, le di un fuerte abrazo como si no hubiera un mañana.
—Papá, te extraño tanto.
—Yo también, Alex me gusta saber que sigas adelante con tu vida.
—Pues claro, no me iba a quedar encerrado en casa sin descubrir todo lo que está afuera
—Me alegra que hayas escogido a Joisbell como novia.
—Veo que ya la conoces.
Mi padre se rió colocando su mano sobre mi hombro.
—La conocía desde mucho antes, hijo.
Llega una señora colocándose al lado de mi padre, era la abuela de Joisbell.
—Hola Alexander.
—Hola doña Marie, es un gusto —estrecho su mano.
—Igualmente. Gracias por todo Alexander, por estar con Francela, por quererla, cuidarla, por todo.
—Oiga, yo le prometí hacerlo, no lo voy a dejar de hacer, más bien, gracias por ser una gran abuela para Joisbell, ella la adora.
Ella sonríe.
—Creo que es hora de despertar, Alexander —dijo mi padre.
—Lo sé, pero necesito hacer una cosa primero.
Caminé por el parque para buscar a Catalina, estaba llorando sentada en un columpio. Me senté en el columpio de al lado y ella me alzó a ver.
—Espero que me perdones, si quieres que yo sea feliz, déjame seguir, te quiero mucho Catalina, jamás te voy a olvidar. Gracias por todos esos momentos que pasamos juntos, pero entiéndeme, tengo que seguir.