Me encontraba en mi departamento una noche antes de mi cita con ese francés que no me había sacado de la cabeza en todo el día.
Me había hecho un montón de escenas estando casada con ese hombre y en todas me encontraba siendo feliz como desde niña añoraba ser.
Me levanté temprano por la mañana para comenzar mi rutina embellecedora que desde joven mi madre y abuela me inculcaron, antes muerta que sencilla.
Sentada frente al tocador recordaba la primera vez que llegué a París.
Iba nerviosa por adentrarme a un país donde el idioma no era mi lengua. Pero pensando, que no podía ser tan difícil. El francés y el Español eran lenguas hermanas, ambas del latín.
Y así era pero no todo lo podía entender, solo el uno por ciento, de lo que decían. Me ha costado dos largos años adaptarme al cambio y aprender el idioma con clases por las noches donde conocí por primera vez a Camile y, que tiempo después, ella me llevaría a trabajar a la cafetería.
Llegué a mi trabajo, antes que todos, como de costumbre; mis compañeros no entendían cómo podía ser tan puntual y siendo honesta hasta yo me sorprendo de ello.
Ya para la tarde, me encontraba limpiando las mesas, de toda la clientela, que ahora no estaba, cuando el timbre de la puerta sonó y paré de hacerlo para decir:
— Estamos cerrado.
Me retracte «torpe», pensé por decirlo en español.
Una voz que rondó por mi mente durante toda la noche contestó:
— ¿Incluso para mí?
Levanto la vista y observo el guapo francés de ojos azules intensos — dh. Yo, pensé que no ibas a venir.
Él se acercó a mi iba vestido formal por trabajo. Se veía como un empresario.
— Siento tardar en venir... — se disculpa avergonzado haciéndome sentir un tanto importante —, dije antes, que tomaremos una tasa de café, pero he tardado por contra...
— Contratiempo — lo ayudo a terminar la frase.
Él sonrie magnífico y el calor en mi rostro aumento seguramente pintando mis mejillas de rojo como siempre cada que me ganan mis emociones los colores se me suben al rostro.
— Eso mismo. ¿Ves por qué necesitar una maestra de español?
«Claro, una maestra de español... ¿No querrás mejor una esposa? Vamos, el paquete completo». Pienso mientras por mi cabeza se iba planteando ese bello panorama — entiendo. Supongo, que solo has venido a disculparte — dije bajando de mi nube rosa.
Él lleva sus manos al cuello y comenza a rascarse una falsa comezón. Era un caballero y estaba nervioso. Me sorprende un dy comportamiento, ¿acaso le pongo nervioso, o le incómodo? Con esta idea en mi cabeza ahora mismo planes tambalean.
Él es abrumador no debería estar nerviosi, es apuesto y al parecer muy su aura de misterio y elegancia me atrae como las polillas a la luz. Gerard es un baúl de misterios que quiero abrir y quedarme Aunque. Aunque su silencio me incómoda. Pero enseguida, él pareció salir de sus pensamientos...
— De hecho, vengo a invitar a pasear en caminata. ¿Gustas hacerlo?
Esa respuesta dibujó una sonrisa en mis labios — salgo dentro de cinco minutos...
Camile que llevaba rato observando detrás del mostrador, se acercó, y luego de saludar al hombre, dijo, amablemente — no te preocupes, todo lo termino yo y Paul. ¿No es así Paul? — pregunta mi amiga a nuestro callado compañero.
Un chico que estaba detrás del mostrador se encogió de hombros — Oui Chris.
Camile me mira y sonríe cómplice al verne.
— Bien — respondo —. Iré a dejar el delantal y volveré enseguida.
Era mi momento debía aprovechar al máximo estabilidad, ese Frances debía ver lo que había tras ese delantal de mesera. Porque entre ser y no ser yo soy recito la frase de esa famosa novela que amaba mi abuela.
Paul, Camile, e incluso Gerard me esperaban sentados en una de las mesas del local; al escuchar el sonido de mis tacones tronar con cada paso en el pavimento. La mirada de todos fue a mi que salía ya sin delantal con un vestido negro y ajustado hasta las rodillas; mi cabello iba recogido en una coleta alta y mis ojos perfectamente delineados, mis labios de un rojo vivo eran la tentación de los dos hombres que se encontraban impactados al verme no es por ser presumida pero soy una de buen ver y lo sé. Soy una Latina que pone respeto y elegancia.
— Lamento tardar — digo sonrojada y un poco avergonzada por haberlo hecho esperar. En mi cabeza me decía: «Si con esto, no te pongo más interesado, que en una clase de español, entonces, eres difícil. Pero me gustan los retos, serás mío»—. solo fui a hacerme unos retoques...
Gerard carraspeó llevándose las miradas de todos — es... Creer que has tardado con gusto. Yo, estoy asombroso.
— Oh, pero que egocéntrico — dijo Paul mi impertinente compañero en tono burlón y a Camile y a mi nos tocó reír.
Ahora Gerad estaba rojo de la vergüenza. Quería explicar a qué se refería pero era difícil la pronunciación para él y yo lo sabía, ese sonrojo lo delata pero a mí eso me encanta de él, es otra faceta que descubría.
— Creo que se refiere a que está asombrado por ella. No que él luce asombroso... ¿Es así, Gerard? — dice mi amiga guiñándole un ojo a mi sonrojada cita de esta noche.
Él asintió rápidamente. Se encontraba ahora en paz de que alguien sí lo hubiera entendido. Por eso, le dedicó una sonrisa a Camile — creo que me han entender mal.
— Entendido — corregí, con las cejas levantadas, y una mirada de que no me importó el coqueteo con mi amiga.
Los franceses bajaron sus miradas avergonzados.
— Mi Lady, ¿me acompaña? — esta vez habló en su idioma. Miro a Camile cuando salgo tomada del brazo con Gerard. La francesa se sintió avergonzada pero no había tenido la culpa de lo ocurrido.
Por las calles de París, una ciudad romántica para sus habitantes, y los que recién la visitaban, paseaba Gerard conmigo.
— ¿Adónde me llevas? — observo como su atractivo se acentuaba con gestos simples.
— Te llevaré a un restaurante que suelo ir de noche cuando no pienso preparar la cena — él me dedica una sonrisa. Solo para mi y así sería para siempre, si lograba conquistar a ese gris corazón Europeo.