Estaba aburrido llevaba aproximadamente dos horas esperando en mi auto frente al edificio de Christina ella me había dicho que se estaba preparando para salir, aunque esa mujer estaba tardando demasiado, no entendí en que ocupaba tanto tiempo ella era preciosa.
Marco en su teléfono el número de la mujer y le llamo — ¿Estás con vida?
Escucho las puerta del edificio abrirse. Era ella que venía con el teléfono pegado en su oreja — ya estoy lista, eres un desesperado — la observo de pie a cabeza: Llevaba puesta una falda amplia, a la cintura, un suéter cuello de tortuga, la falda un poco más arriba de sus rodillas, sus piernas eran cubiertas por unas botas de caña alta, la noche era fría y trajo un abrigo color beige y por último un bolso negro para complementar la vestimenta.
Ella era simplemente radiante.
— He perdido la cuenta de cuánto llevo esperando y eso, que los franceses no somos puntuales, pero tú cariño ganas con creces.
Chris asintió dandome la razón aceptando que tal vez sí se tardó un poco; pero para ser justos, yo había llegado treinta minutos antes.
— Si vamos a hacer esto debes saber, que una mujer tarda en arreglarse, ¿crees que todo esto se logra en treinta minutos? — se señaló así misma un tanto egocéntrica —. Pues no pero claro, ustedes no entienden.
Preferí no meterme con ella, casi una hora más tarde llegamos a la mansión de mis padres, ellos vivían en un pequeño pueblo a las afueras de París lejos del centro de la ciudad. Los jardines del lugar eran amplios y muy preciosos.
Tanto lujo tenía a Christina muda, eso no era normal en esa parlanchins mujer, me preguntaba si había sido buena idea traerla.
«¿Estaría usando la ropa ideal para una cena?» ella me Observa apagar el auto frente a la mansión — no me has dicho cómo debía venir... Mírame, ¿crees que estoy bien?
La miro de arriba a bajo y sonrió coquetamente — estás bien — digo pues es cierto luce bien.
Ella levantó una ceja e inquiere — ¿Bien? ¿Solo eso? Ay no, Gerard... —negó cona cabeza y sus ojos destellaron ansiedad — no pienso bajar del auto, sino estoy vestida adecuadamente para la cena. Se cruzó de brazos muy indignada.
Dejo de mirarla y me recusto pesadamente en el asiento — solo es una cena...
— ¡Con tus padres, Gerard! ¿Te gustaría llevar una chica, así mal vestida? Tus padres no estarán muy orgullosos. Ay, no. ¿Qué mal estaré yo pagando? — ella dejó salir mucho aire de sus pulmones, dramáticamente, a este punto solo pedís al cielo un poco de paciencia.
Viendo la escena un tanto confuso — ¿Todas ustedes son así?
— ¿Así cómo? — cuestiona.
Volví la vista al jardín —Dramáticas, no me importa si vistes bien o mal — Christina me observaba hablar, paralizada— solo quiero que conozcas a mis padres y listo, lo demás es tu problema.
La mujer asintió convencida de que yo era el mayor de los idiotas — es cierto no he venido aquí más que por caprichos tuyos. Claro, que en esto no había un mínimo de buenas intenciones.
Me encogí de hombros, indiferente a lo que ella pensara — te lo voy a decir Christina — digo seriamente —, en este juego ganamos los dos tú porque necesitas entrar en la sociedad y mira que conmigo eso lo tienes fácil, yo porque de esta manera mis padres me dejarán en paz con la cuestión de una mujer, si me sigues el juego en todo lo que diga, o haga te aseguro que ambos saldremos bien parados.
Christina a este momento se encontraba con sus ojos totalmente cerrados, quizás estaba molesta pero yo tenía razón. Ellos dos saldrían ganando de cierta manera, ella necesitaba conocer personas influyentes que la ayudaran a avanzar y quitarme a mis padres de encima.
— Y... ¿Qué piensas hacer después? —volteó a mirarme—. Digo, luego de esta noche. ¿Solo dirás que tienes novia y ellos te dejarán en paz?
No quitaba la vista del jardín por encima del cristal de la ventana del auto — sea lo que sea, tú solo sigue el juego. Ya sabes todos salimos ganando. ¿Aceptas? Si es así, debes mentalizar que estarás conmigo cada vez que te necesite y así podremos ir avanzando.
— ¿Hasta que punto avanzaremos? — averigua dudosa.
Respiro de manera antipática y respondo —hasta el punto que sea necesario, te aseguro que conmigo conseguirás pertenecer a esta ciudad. Quizás y pronto puedas regresar a tu país y ver a tu familia. Luego regresarte y seguir con tu vida en el extranjero.
La idea parecía magnífica a simple vista. Pero algo dentro de ella le dijo que esto solo traería un desastre inminente.
Todavía sintiendo esta sensación, respondió al francés — solo quiero estar bien.
— Lo estarás, te lo aseguro.
Un hombre de traje sobrio abre la puerta del auto para Christina y otro ayudante para mi ya con esto, se imaginaba Christina que esta familia no era común.
— Gracias — musito asombrada.
Me acercó a mi acompañante acercándome al oído de Christina y pedirle que cerrara la boca, ella desvió la mirada aunque internamente estaba un poco apenada por la situación.
— Buenas noches joven Gerard y a usted también señorita...
— Christina — se adelantó Chris a presentarse con una sonrisa en sus labios —, mucho gusto.
— Sus padres y hermanos le esperan joven Gerard — dijo el mayordomo.
Christina me mira con extrañeza, aún así decidió no preguntar.
«La mansión es preciosa, era como de esas películas que solía ver con su madre y abuela. Mientras mi hermano Eduard se quejaba de la elección de películas de las mujeres de la casa».
Volvió a la realidad en cuanto sintió que alguien le tomaba de la mano.
— ¿Estás lista?
Ella levantó una ceja ante el mi pregunta
— ¿Qué pregunta era esa? Christina Avalos siempre esta lista — dijo mirandome con suficiencia—. Mi pregunta es, ¿estas listo tú para presentarme a tus padres?
Abrio mis ojos confuso aquella chica era extraña, estaba hace un rato histérica por según ella no estar vestida para la ocasión, ahora esa misma mujer estaba con una actitud que destilaba seguridad a su alrededor. Solo esperaba que al presentar a Christina a mis padres estos me dejaran en paz.