Tenía a Christina tomada de sus pequeños hombros esperando que ella respondiera algo, la respuesta de la castaña sería un paso más a su creciente imperio. Su padre quería que no solo se hiciera de su propia fortuna para Antoine Dumont era importante que sus tres hijos establecieran su hogar que la familia siempre era el pilar aunque para Gerard aquello no era importante, mejor dicho para él tener una pareja y más adelante una mujer no era relevante solo eran distracciones banales.
— Ge-rard — musito Christina alzando el rostro conmocionada por la reacción del frío francés —, tus ma-nos.
— ¿Qué?
— Tus manos... bueno, mis hombros Gerard.
Entendió lo que Christina quería decir de inmediato retiró sus manos de los pequeños hombros de la castaña, por un momento olvidó que la tenía sujeta ella le miraba diferente, sus claros ojos pardos le miraban con un brillo que antes no había visto, sus mejillas rosadas le daban un aspecto infantil — lo siento Christina no quería...
Calló los labios del francés con la punta de sus dedos, no quería escuchar aquello, no quería que mencionara que era un error no creía ser capaz de soportar aquella palabra, sintió la mano del francés tomarla de su muñeca para con toda la delicadeza posible quitar la mano de Christina de su rostro, se soltó del agarre del rubio con rapidez, su rostro ardía sonrojado por la creciente vergüenza, era la segunda vez que se sentía así de estúpida por culpa de ese hombre pero es que la muestra de afecto de Gerard ante aceptar ir a ese viaje al parecer era importante para él que ella estuviera ahí, sabía que era por aquel trato pero igual le emocionaba verlo así, era como una edición especial, Gerard gruñón y Gerard feliz.
— ¿...Y?
— ¿Qué? — arguyó la latina saliendo abruptamente de su hiatus intermitente de recuerdos penosos junto a Gerard.
— ¿Aún no me dices que necesitas para ir a Saint-Tropez?
— Esta bien — soltó Christina desviando la mirada, un plan se estaba trazando en su cabeza no estaba segura de como soltarle su idea a Gerard, pero él había dicho que ese trato era un acuerdo para que ambos tuvieran beneficios. O como Gerard había dicho un ganar, ganar y era su turno de sacarle un beneficio a ese extraño trato —, necesito que hagas algo por mi Gerard.
Arqueó una ceja ante lo dicho por Christina se preguntaba ¿Cuál sería la petición de Christina? De aquel duendecillo bipolar cualquier cosa era una locura era posible «escuchala al menos no puede ser tan malo ¿O acaso si?» pensó el francés esperando que la petición de Christina no fuese una locura, o al menos fuera algo razonable y estuviera en sus posibilidades.
— Solo dime ¿Qué quieres? — cuestionó él cruzandose de brazos.
Notó la incomodidad en los gestos de Gerard, aquel acto del rubio la hizo retroceder pensando que quizás no la ayudaría — no nada, sabes mejor olvida lo que iba a decir buenas noches Gerard es tarde y debo trabajar temprano.
Se dió la vuelta para caminar a la salida y abrirle la puerta al apático europeo, ya daba por sentado que con él no obtendría aquello que realmente necesitaba para seguir en Francia; sintió que alguien le tomaba por el brazo ladeó un poco la cabeza mirando a Gerard con el rabillo del ojo «no otra vez no Chris ya sabes que esto no terminará bien, todo sería más fácil si el jodido francés no estuviera tan ridículamente guapo».
— Solo dime, te dije que ambos saldremos beneficiados en esto — no perdía nada con escuchar, en lo que llevaba conviviendo con Christina sabía lo orgullosa que esa mujer podía llegar a ser, eso sin quitar la cabeza dura que ella era —. ¿Chris...?
— Esta bien, tú ganas rechazaron mi renovación de residencia por díez años más en Francia, en pocas semanas estaré en este país como ilegal Gerard — su voz se quebró un poco decir eso no era fácil le había costado mucho lograr estar ahí, ese era su sueño desde que era solo una niña, muchos se burlaron y aún cuando salió de casa con sus maletas tras su espalda podía sentir la burla y el escrutinio de sus vecinos y demás conocidos en su país.
No sabía que hacer o decir, a Christina ciertamente era un tema delicado, no sabía como ayudarla lo más que podía hacer por ella era buscarle un abogado para ayudarle a resolver su estatus migratoria, la otra opción era la menos viable al menos para él, era casarse, sacudió esas absurdas ideas de su cabeza «eso definitivamente no pasará Gerard, claro que no», ayudaría a Christina pero no sería de esa manera.
— ¿Sigues ahí? — inquirió Christina moviendo su mano de un lado a otro frente al rostro del francés.
— Eh... Si claro que sí —dijo reaccionando a la llamada de Christina —, escucha aunque no aceptes el viaje a Saint-Tropez yo te ayudaré, hablaré con mi abogado haré que revisé tu caso...
— Gracias Gerard — dijo con sinceridad pero en cuanto Gerard nombró abogados sus ánimos volvieron a bajar, no podía costear un abogado —, ya te dije que si iría, además tengo unas lecciones pendientes con mi suegro. Le enseñaré a sacarle brillo a la pista de baile — dijo la latina con picardía guiñándole un ojo, para Christina molestar a Gerard se había vuelto un placer culposo necesario y casi no lo veía, no podía desperdiciar la oportunidad de ver cómo se contraía su rostro ante sus jocosos comentarios.
«Solo ignora eso Gerard» dijo el rubio mentalmente no entendía a qué se refería Christina “con sacar brillo a la pista”, pero no quería quedar de nuevo como tonto ante su desconocimiento de la expresión, así que luego lo buscaría por internet — ya debo irme te llamaré mañana para todo lo que necesites, boletos y más.
— Adios Gerard — él salió en cuanto abrió la puerta del departamento, cerró tras su espalda «¿Qué acaba de pasar aquí Christina?» Caminó al pequeño sillón del recibidor donde le esperaba un gato siamés ronroneando acomodándose en su regazo —, hola Oliver viniste para hacerme compañía, o quieres tu pollito, supongo que la segunda opción verdad gato interesado.