Conquistando Al Francés

INTRODUCCIÓN.

Christina Avalos se convirtió en una de las tantas emigrantes latinas en salir de su país con el sentimiento de prosperar así fuera lejos de los seres que amaba.

Cuando llegó a Francia trabajó en todo lo que fuera menos en su profesión que era maestra de preescolar. Ahora llevaba varios meses como mesera en una panadería con mejor paga que el último restaurante donde la despidieron por "mala conducta", pues un hombre la invitó a ir a su cama en frente de sus amigos, como si ella fuera una ramera.

Al menos en su nuevo trabajo, donde recientemente estaba cumpliendo seis meses no había ese tipo de molestias. En una pastelería poco iban estos hombres groseros, los que sí llegaban a ordenar, eran educados, la gran mayoría.

Uno de ellos, era un francés, con todos esos rasgos Europeos por los cuales muchas se derriten.

— ¿No es así, Camile?

Su amiga y también compañera de trabajo, que era una francesa que por las noches estudiaba y por las tardes trabajaba, dialogaba con Christina sobre lo guapo que eran los hombres en Francia a diferencia de otros países.

— Si te soy sincera, a mí me parecen de lo más normales...

Camile había aprendido varios idiomas, entre ellos el español que era con el que hablaba con su compañera, ahora presente. En este momento, ella estudiaba el japonés por las noches.

— Debe ser porque estás acostumbrada a verlos desde que tienes memoria. Pero una vez vayas a otros países, verás de todos los tipos...

— ¿En tu país son lindos, Chris?

Ella detuvo lo que estaba haciendo con el pañuelo sobre la mesa y dijo:

— Hay mucha variedad, supongo que es cuestión de gustos. Por ahí te puedes encontrar un catire, y das la vuelta y ves a un morenazo... Pasa lo mismo con las mujeres, unas parecen criollas y otras Europeas. Así es latinoamerica en general, sobre todo donde antes hubo mucha migración.

— Sueño con que algún día me lleves...

Chris sonrió.

— Una vez me vuelva millonaria te llevo a recorrer el mundo, que sé que te encantaría...

Camile dejó la escoba y suspiró añorando ese sueño de viajar por el mundo y hablar cada idioma...

— Bonjour — Camile abrió los ojos y observó al hombre joven y guapo sentarse en la mesa de siempre.

Chris se acercó a Camile y le dijo en voz baja:

— ¿Otra vez? Pensé que no volvería más... Pero una vez pensamos que no vendrá nunca más, ahí lo tenemos de vuelta.

Camile que era de ojos verdes lo miró curiosa y agregó:

— Hasta ahora, lo que sabemos, es que es soltero. Ya sabes, esa vez que escuché su conversación por teléfono... ¿Crees que solo necesita compañía?

— Siempre viene solo, Camile —las dos lo miraban, mientras él tenía la vista en un periódico —. Creo que solo disfruta de su soledad. También sabemos que ha salido en revistas y...

Camile miró a Christina sonrojarse.

— ¡Ay, Christina! No me digas, que andas pendiente de... Ah.

— ¡Claro que no! —defendió su dignidad —. Yo solo... Bueno, tú sabes que me gusta comprar revistas, no me juzgues.

Camile se cruzó de brazos y levantó una ceja. Eso significaba que no le estaba creyendo absolutamente nada.

Chris lo supo y no le quedó de otra que rendirse levantando las manos en señal de rendición.

— Tienes razón... Pero míralo ahí tan solito y...

— ¿Solito? — inquirió Camile con burla.

Chris sacudió la cabeza negando toda idea loca de esas que la metían en problemas, como esa noche cuando casi la meten presa en la torre Eiffel.

— Camile...

— Dime...

— ¿Qué pasaría si...?

— ¿...Si? — preguntó, esta, confusa mirando el rostro de Chris, como se acentuaba, cuando le llegaba una pésima idea.

— Creo que primero debes ir a llevarle el Croissant y la tasa de café, que siempre ordena. Tal vez y te de su número al fin, eh.

Camile rodó los ojos.

— No me interesan los hombres, por ahora.

Chris rio y la animó a ir a llevarle el pedido favorito de este hombre.

Un rato más tarde la francesa llegaba de nuevo a su lado detrás del mostrador.

Venía con una sonrisita.

— ¿A qué no adivinas que me dijo?

Chris la miró con sorpresa.

— ¿Te dio su número?

— ¡No que va! —Chris se desanimó —. Me dijo que le encanta este lugar porque sus empleadas son muy hermosas... Ah, ¿te imaginas mi rostro de: Oh, pero que halago tan inesperado por parte de usted, mi buen hombre?

La joven latina reía sin parar con las ocurrencias de la francesa.

Entre todas las odiosas chicas con las que una vez trabajó, al fin se encontraba con una que era tan linda y amable.

Muchas de las que conoció, le hicieron pasar muchos malos ratos, por solo ser de otra nacionalidad.

También porque Christina no parecía el estereotipo "Latinoamericano", que contaba con ser de piel oscura y ojos negros.

Tampoco es que parecía una Europea con ojos azules, y piel de porcelana, estilo la reina Bianca de Italia, no. Ella sí que era blanca, pero con ese bronceado caribeño que las distinguía de las clases, con ojos de un café muy claro, y cabello castaño, de baja estatura en comparación a las personas altísimas que se encontraba por doquier.

Una de las cosas que más llamaba la atención de ella, era su cuerpo, una obra de arte para tan poco tamaño, era una enana que te miraba y lograba, que pareciera que fueras, pequeño, ante su mirar.

El hombre que estaba sentado a unos metros de ella, dijo en su idioma: "¿Alguien puede venir, por favor?

Chris asintió a Camile que le dijo con la mirada que era su turno de ir.

Pero antes, con una sonrisa, Christina le dijo:

— ¿Qué pasaría si conquisto a un francés?

Su amiga le miró con diversión:

— ¿Qué tendría que pasar?

— Es fácil, numero uno; tendría mis papeles bien arreglados, número dos; no tendría que volver a coger una escoba, y el número tres y más importante; un guapo Europeo que...

Camile estaba roja.




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