Hora y media era el tiempo aproximado para regresar a París, aunque para Christina ese vuelo parecía como de diez horas la tensión entre ella y Gerard había sido abismalmente enorme cuando regresó de aquel paseo con John el Francés la esperaba en su habitación.
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Al entrar y verlo sentado ahí la hizo dar un brinco llevando sus manos a su pecho en un vano intento por calmar los fuertes latidos de su acelerado corazón
— ¡Gerard me asustaste! — prorrumpió Christina tratando de normalizar su respiración, dejó su bolsa en la mesita junto a la puerta, cruzó sus brazos el recuerdo de lo ocurrido en el restaurante despertó el enojo que creyó haber abandonado en el mar —. ¿Qué haces aquí?, pensé que pasarías tu día junto a tu amiga... Paulette era su nombre si mal recuerdo -decía latina fingiendo desinterés.
— En efecto así era — respondió Gerard levantándose del mueble —. ¿Qué hiciste en todo el día con Stone? Christina no te entiendo, me pides ayuda y en cuanto puedo dedicar tiempo a ti, tú simplemente desapareces — refutó Gerard en su idioma natal.
— No te preocupes...
— ¿Cómo no preocuparme Christina? — dijo Gerard acercándose a la castaña — . Tu caso es serio y no veo que lo tomes muy serio ¿Sabías que podías ser reportada pequeña imprudente? — espetó Gerard con furia en sus palabras.
— ¡Si me preocupa señor Francés y más de lo que tú crees! — gritó la latina perdiendo la compostura ante las falsas acusaciones y por demas injustas de Gerard, a ella más que nadie le preocupaba su situación —, ¡no digas que no me importa maldita sea claro que me importa, mi hermano menor tiene cáncer y si yo soy devuelta a mi país no podré costear sus medicamentos y demás, así que no digas que no me importa, claro que sí me importa y mucho! — temblaba ligeramente ante lo dicho por Gerard.
— Christina...
— Y para tu información si fui al bendito restaurante s-soló no quise interrumpirte Gerard, tú y esa chica parecían estar muy bien sólo los dos.
— Mañana nuestro vuelo sale a las ocho de la mañana Christina espero estés lista — Gerard soló recibió un asentamiento de parte de la castaña, luego de dar aquella información salió de la habitación dejando sola a Christina.
En cuanto Gerard se marchó se tiró a lo largo del amplio sofá dejando sus pies descalzos, luego de un par de minutos se hizo un ovillo abrazándose a sus piernas en posición fetal.
— No debiste contar lo de Edward, Christina ¿Por qué abriste la bocota? — se lamentó una arrepentida Christina hablando por irse de lengua suelta — y como si con eso no bastará le dices que lo viste en el restaurante con esa mujer y, no contenta con eso lo haces con el tono de novia celosa.
Luego del arrepentimiento de sus arrebatos emocionales, tomó uno de los cojines para abrazarlo y quedarse dormida.
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Le tomó del hombro para moverlo con la intención de despertarla, pero antes de hacerlo quedó un momento perdido en la belleza de la castaña a su lado, sus pestañas eran largas y rizadas sin necesidad de maquillaje, sus pequeños labios rosas eran armoniosos cómo el resto de su rostro.
Christina era hermosa él no podía tapar el sol con un dedo, sabía que había pasado los límites que él mismo había puesto, fué el primero en cruzar la línea debió dejarla en su habitación y marcharse, pero no en cambio se quedó e hizo suya a su novia por contrato.
— Allez, Christina, réveille-toi — musitó Gerard moviendo el hombro de la castaña.
— Quiero seguir durmiendo — refutó Christina adormilada, la castaña odiaba ser despertada.
— Ya hemos llegado, duendecillo holgazán — susurraba Gerard al oído de su acompañante.
— ¡¿Por qué no me dijiste?! — dijo Christina despertando de una manera poco sutil, en su abrupto despertar golpeó la nariz del rubio con su cabeza luego de un "auch" del Francés, la latina cayó en cuenta de lo que había hecho —, lo siento, lo siento de verdad yo...
— Silence — dijo él volviendo a tomar el hombro de la castaña, entendía que era un acto reflejo al despertar —, estoy bien no pasa nada.
— Esta bien, pero de verdad lo siento...
— Ya Christina, mujer no pasó nada — dijo el Francés poniendo sus ojos en blanco el sentido de culpa del duendecillo era otra cosa, aunque en el fondo aquel comportamiento despertaba en él una ternura que nunca había experimentado en otra mujer; o por lo menos no lo recordaba —, ya podemos irnos Christina toma tus cosas.
— Si.
Tomó su bolsa de mano ya su aventura en Saint-Tropez había terminado, de nuevo en París sólo esperaba que el mar se llevase su mala energía y de ahora en adelante todo saliera bien para ella.
Para ella esa hora que estuvo despierta junto a Gerard era eterno agradecía al cielo poder conciliar el sueño un momento y no pensar en nada más.
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Al llegar a casa fue recibida por su pequeño Oliver, el felino al ver a la castaña se repegaba en sus piernas, tomó al siamés en sus brazos y el pequeño ronroneaba de gusto.
Metió la maleta para luego cerrar la puerta y echarse con su gatito al sillón
— Tengo que contarte cosas Oli — dijo Christina acariciando el lomo del pequeño animal —, hice cosas estúpidas en Saint-Tropez.
Ya sabía lo que ella y Gerard habían hecho esa noche, no lo recordaba todo con exactitud pero las pocas imágenes que tenía con claridad en su cabeza le mostraban lo sucedido y no era muy difícil imaginar el resto, sus mejillas se colorearon de rosa al caer en cuenta que le había dado esa primera vez a Gerard, había tenido varios novios pero ninguna relación pasó de los seis meses a excepción de su primer noviazgo que duró dos años, ella quería entregarse a una única persona era anticuada y cursi su manera de pensar pero Christina tenía aquel sueño oculto, aunque por fuera tuviera una personalidad atrevida internamente era sensible, tímida y reservada por eso guardaba muy bien su vida privada con recelo. Ya que su primera relación seria fue un desastre qué afortunadamente terminó antes de llegar al altar.
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Editado: 10.02.2025