Conquistando Al Francés

UN FRANCÉS EN 4L CARIBE.

Ella lo veía, su vista no le estaba haciendo una treta, era él, lentamente se acercaba a la castaña, con cada paso el corazón de Christina latía con mayor intensidad.

— ¿Q-qué ha-ces aquí? —arguyó ella incrédula ante la sorpresa y estupefacción de ver allí a Gerard.

— Yo pregunto lo mismo Chris — se acacercaba a paso lento, aún no entendía que hacía ahí Christina y él mucho memos, no fue nunca impulsivo todo lo contrario siempre fue metódico, analítico y según conocidos un poco frío y repelente.

Ya no reconocía muchas de sus acciones, últimamente se dejaba llevar atribuía aquellos ataques de espontaneidad a la pequeña castaña frente a él.

——♡——

No entendía cómo cabía tanta desobediencia y terquedad en un cuerpo tan menudo, aquel duendecillo últimamente tenía como pasatiempo favorito retar su paciencia. Apenas puso un pie en el recinto la sensación de ansiedad el olor a hospital le generaba jaqueca.

— Esta vez no habrá explicaciones que te salven Christina — masculló arrastrando las palabras.

Su tía le había dicho que la señorita que había traído ya se había marchado, se molestó ella debía retenerla ahí. Llegó al consultorio luego de tocar un par de veces y recibir autorización de entrada abrió la puerta e hizo lo propio abordar a su familiar quejándose por dejar ir al duendecillo obstinado.

— ¿Qué podía hacer? — inquirió Daphne encogiéndose de hombros.

— Lo que sea — refutó Gerard poniendose ambas manos en el ordenado escritoro de la doctora —. Mide menos de un metro sesenta tía Daphne...

— ¡Gerard Dumont! —prorrumpió la mujer de cabello rizado frunciendo —. ¿Pretendes que tenga a esa chica aquí? — cuestionaba asombrada Daphne con lo que su sobrino decía, no solo por lo absurdo que esto sonaba, si no también porque aquellas locuras venían de Gerard, si Gerard su sobrino más despegado y frío.

— Debia esperarme — gruñó el llevando sus manos a sus doradas hebras alborotandolas un poco, bajó sus manos al rostro frotando sus manos en evidente molesta.

— Escucha guapo en lugar de estar aquí reprochando porque no retuve a tu novia, ve por tu Julieta. Romeo quizás la alcances si te das prisa — dijo Daphne con picardía e ironía aunque no podía ocultar su felicidad aquella mujer había logrado lo que nunca creyó vería y eso era ver el corazón de su apático sobrino agitarse por algo más que sus ambiciones.

Salió del hospital Daphne tenía razón solo estaba perdiendo su tiempo interrogante a su tía era obvio que ella no iba a decirle nada.

Llegó a la conclusión de qué Christina no tenía opción fue a su departamento en el camino llamaba aún así todo era inútil, la terca castaña no respondía. En su departamento no había nada más que el habitual silencio de siempre, no había nada sus cosas no estaban ahí ni siquiera su gato.

Sacó su teléfono si Daphne no daría respuesta había alguien que si las daría, luego de timbrar tres veces la llamada fue atendida.

— Señor Dumont...

— ¿Dónde está Christina? —cuestionó Gerard haciendo a un lado el protocolo de cortesía.

— Señor ella me pidió...

— No me interesa Thomas —interrumpió Gerard perdiendo la paciencia, no estaba para ese tipo de tonterías —, solo dime dónde está es lo único que te pido.

Escuchó a Thomás suspirar de manera sonora, no tenía tiempo solo quería una respuesta que al parecer nadie era capaz de darle ¿Qué tenía Christina que era capas de ganarse a todos? Se preguntaba esperando que su chófer se dignase a darle el paradero de su falsa novia.

— Dejé a la señorita en el aeropuerto, dijo que debia irse...

— ¡¿Irse a dónde?! — prorrumpió Gerard entendiendo cada vez menos lo que Thomas decía.

— A casa señor, fue lo que la señorita Christina dijo.

Al escuchar aquello Gerard finalizó la llamada, si antes no entendía ahora menos ¿Qué había pasado?, ¿todo el esfuerzo que se había hecho para que Christina estuviera legal en París, a dónde había ido todo aquello? Se levantó como un resorte las cosas no se quedarían así, así tuviera que ir al otro lado del mundo lo haría pero ella iba a darle una explicación a como diera lugar.

——♡——

— Gerard te hice una pregunta — tomó todo de ella articular aquellas cinco simples palabras, no podía salir de su estupefacción.

Creyó que no lo volvería a ver nunca más, tenía sus manos heladas y temblorosas.

— Yo estoy aquí por ti Chris...

— ¡No mientas! — soltó perdiendo los estribos, ese Iceberg la desestabiliza y ahora con ese tren de hormonas que no la dejaban tranquila últimamente —, no tienes nada que hacer aquí, te libero de nuestro trato decidí volver a mi país...

— ¿Por qué haces esto Christina? — arguyó acercándose más a Christina, no entendía nada de lo que pasaba por la mente de aquel duendecillo bipolar.

— Ya no importa Gerard te repito eres libre de hacer lo que quieras.

Se dió media vuelta iría por sus cosas no imaginaba que él amargado Drancés le daría la vuelta al mundo solo para pedirle explicaciones, sus pasos fueron detenidos con brusquedad al levantar la mirada se encontró con un par de profundos y gélidos ojos azules que la miraban decididos.

— Sueltame.

— No.

— No hagas las cosas más difíciles Gerard.

— ¿O si no qué? — dijo de manera rentadora acercando más el cuerpo de Christina al suyo.

— Gritaré.

— Correré el riesgo —respondió con una egocéntrica sonrisa.

— No tenías que venir.

— Tú tampoco Christina, este no es tu lugar.

— Tú que sabes, además este es mi país.

— Sabes a lo que me refiero —replicaba Gerard cansado de las constantes excusas de Christina.

— ¿Por qué haces esto? —inquirió ella haciendo pequeña su voz, no quería hablar —. Ya tienes tu libertad, eres libre de nuestro trato era lo que querías ¿No?

— Lo único que quiero que me digas es que haces aquí, que pasó con nuestro acuerdo... —Calló al ver los brillantes ojos llenos de lágrimas de Christina, sus labios temblorosos lo hicieron sentir extraño, no quería verla así, detestaba verla llorar y el sentimiento de culpa eramas grande y punzante cuando esas gruesas lágrimas tenían su nombre escrito.




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