Contigo aunque no esté

1- Ojalá haber sido yo el que la besará

Adam estaba muy emocionado; parado en su habitación se miraba al espejo mientras se arreglaba la corbata, sonriendo de par en par. Sus ojos relucían de felicidad y para él no era para menos; Lucy había aceptado ir a la fiesta de fin de grado con él.

Lucy, esa chica carismática, extrovertida y guapa que conocía desde hacía varios años ya, y con la cual hablaba a diario casi todo el día, lo suficiente como para ser llamado mejor amigo, y lo suficiente para que él estuviese enamorado de ella.

Él conocía todo de ella; era una chica lista y atlética; estaba en el equipo de atletismo del instituto; era muy extrovertida aunque tímida para abrir sus sentimientos, por lo que nunca había tenido pareja.

Además de que sus padres fueran muy estrictos, solo Adam podía enarbolar acerca de haber estado en la habitación de Lucy.

Sin embargo, a pesar de ser tan unidos, ya estando por terminar el año escolar, se distanciaron por estar ocupados, por tareas, y en el caso de Lucy por prácticas de atletismo también. Casi no coincidían, no más de un saludo simple al verse por los pasillos y por mensaje no solía responder muy seguido, tal vez por estar cansada. Hasta que el último día, Adam se armó de valor, y se dirigió hacia Lucy.

—Hola, ¿Cómo estás? —inquirió Adam nervioso.

—Súper, cansada de la vida, pero bien, ya quiero que acaben las clases, ah ¿Y tú qué tal?

—Bien, pero me preguntaba si...

—¿Qué pasa? ¿No confías en mí? ¿Acaso no recuerdas que te vi desnu...?

Lucy lo molestaba a menudo porque de pequeño lo vio sin ropa.

—¡No! ¡Sí confío en ti y no digas esas cosas! —interrumpió antes de que terminara. Suspiró y tragó saliva— Como sea, ¿Te gustaría ir a la fiesta de fin de grado conmigo?

—Claro, me encantaría.

Aunque simples palabras, a Adam le hicieron el año entero, y casi no pudo esconder su felicidad. Había estado muy nervioso durante días. Casi no había dormido el día anterior y aún así se despertó una hora antes de que sonara la alarma, pero había salido bien, le había dicho que sí.

Estuvo realmente motivado el resto de los días impaciente de que llegara la hora, siempre con una sonrisa.

Llegado el día se vistió y baño más rápido que nunca para ir a la fiesta. La conocía desde hacía mucho, pero no sabía qué decirle, estaba realmente nervioso y lo reflejaba el que no parase de mirarse al espejo; se aseguraba de estar "perfecto" aunque llevara quince minutos listo.

Solo no quería lidiar con el escenario que durante mucho se planteó y que ahora llegado el momento no sabía qué hacer.

Tal vez estaba exagerándolo todo, era propio de él, pero esta vez más que nunca no quería arruinar nada, con eso en mente cerró sus ojos, inhaló profundo y caminó hacia la puerta, rumbo a la casa de Lucy.

Mientras caminaba pensaba acerca de todo, si se veía bien, que les diría a los padres de Lucy cuando llegara, cómo luciría ella, «¿las flores le gustarán?» pensaba. Él la conocía mucho, pero había pensado que jamás le diría que si a ir al baile. Nunca habían salido antes.

Estaba seguro de que no era muy apuesto, ella nunca había dicho algo en referencia a eso, ni negativo, pero tampoco positivo, solo sabía que no tenía ningún problema con su apariencia, sus lentes, cabello negro, metro setenta, su sonrisa tímida de inseguridad, su poca presencia en la sociedad. Era tal vez un ser sin importancia, no era osado, sus notas eran irregulares, dependían de su estado de humor y esmero, de nerd solo tenía los lentes, no sobresalía de ninguna manera.

Tampoco tenía muchos amigos, solo hablaba con unos cuantos, y para él no le hacía falta nadie más que Lucy.

Cuando no hablaba con ella, pasaba sus ratos libres jugando videojuegos, viendo series y de vez en cuando escribiendo, siempre con más café del necesario.

Lucy, por otra parte, era muy activa, deportista, se le daba bien, pero también tenía muy buenas notas. Era muy guapa, su cabello pelirrojo, sus ojos grises, leves pecas en su rostro, un poco más alta que Adam y cuerpo esbelto, aunque sin mucho busto, simplemente perfecta a los ojos de él.

Era la causante de sueños húmedos de muchos, y al ser increíblemente sociable, hablaba con mucha gente del instituto. Aun así, no era una chica de fiestas. Sus padres no la dejaban salir, así que solo se quedaban en la habitación a platicar, ver películas, jugar videojuegos, y de vez en cuando estudiar.

Esta sería la primera fiesta de ambos.

Estando frente a la casa de ella, Adam sentía un pavor inmenso, realmente no era por sus padres, se llevaba bien con el señor y la señora Leis, solían decir que era como su hijo. Era por no saber qué decirle a su mejor amiga.

Pensó en qué decir, durante un par de segundos que parecieron eternos, hasta que su tren de pensamiento se volcó por un grito de una voz conocida.

—¡Oye! ¿¡No entras!?

Miró de donde venía, y era Lucy, desde su habitación en el piso de arriba.

—Claro —titubeó él

Sin tiempo de dudarlo, tocó la puerta, no paso mucho para que le abriera el padre de Lucy, el señor Evans.

—Hola, Adam, qué grato verte, ¿vienes por Lu, no es así? —inquirió el señor Evans.

—Sí, señor, y le traje estas flores —dijo dándoselas con mucho nervio.

—Gracias, tan buen chico como siempre, ella está en su habitación, dijo que solo su príncipe la podía sacar de allí, y ese eres tú —confesó sonriendo gentilmente.

Adam no supo qué decir, aunque sabía que Lucy decía cosas con connotaciones exageradas todo el tiempo; le daba cierta felicidad escuchar eso, y mientras subía las escaleras en dirección a su cuarto, se entrenaba mentalmente a sí mismo para decir ciertas palabras.

—Lucy, creo que soy el...

—¡Príncipe! ¡Sí! Pasa —interrumpió halándolo hacia la habitación de un tirón.

Ahí estaba ella, con un vestido rojo, unos guantes largos, un collarín negro, los tacones que le regalo en su cumpleaños pasado y una gran sonrisa.




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