Lucy y Adrien
Lucy no había mediado palabra con nadie desde el incidente; la chica siempre animada y segura, estaba oculta entre la ansiedad que la carcomía; no dejaba de comerse las uñas; sus ojos estaban adornados por unas grandes ojeras; parecía no haber dormido nada.
No podía evitar culparse por lo sucedido; «soy una tonta, es mi culpa» se repetía a sí misma, pero no le importaba en sí el ser tonta o culpable; no era eso lo que la tenía así, era el miedo de no ver más a Adam; tal vez merecía no verlo más luego de haberlo engañado y hecho llorar, pero no quería que fuera porque ya no estuviera vivo.
La sola idea la habría destrozado cualquier otro día, y en ese momento desgraciadamente no era una idea, sino una posibilidad.
Su mejor amigo yacía entre aparatos médicos, lleno de heridas, conectado a un monitor multiparamétrico, ayudado a respirar por un ventilador mecánico, con una bomba de infusión que le administraba medicamentos por vía intravenosa; con un oxímetro en el dedo índice, su estado parecía ser grave.
Habían pasado un par de horas desde que todo había sucedido y se encontraba inconsciente sin respuesta a estímulos. Sus padres se notaban realmente preocupados e incluso los que estaban en las fiestas se mostraron conmocionados ante lo sucedido, aunque la mayoría nunca habían siquiera conversado con Adam y los que sí, estaban tan "preocupados" que no se acercaron para saber de él.
Eran las once y tres de la mañana; los minutos pasaban lentos, aún así habían pasado ya varias horas. Su mejor amigo había tenido el atroz accidente a las ocho y treinta y seis de la noche anterior.
Ella lo había presenciado de cerca, aunque no lo suficiente para impedirlo; solo alcanzó a exclamar su nombre con todo lo que tenía, pero no sirvió de nada. Igualmente fue arrollado. Ella se acercó a él postrado en el suelo, el cuerpo de ella temblaba, sus ojos se llenaron de lágrimas y emitió un grito mudo. Trató de despertarlo en su desesperación, cuando de detrás sintió un toque en su hombro.
—Lucy, basta, hay que llamar a una ambulancia —dijo Adrien.
Ella no respondió nada, pero le hizo caso. Su actuar no sería de ayuda e incluso podría hacerle más mal. Adrien llamó a la ambulancia; pasados unos minutos llegaron dos de ellas; los paramédicos acudieron a la escena; subieron el cuerpo maltratado de Adam con cuidado, mientras le daban algunas atenciones para inmovilizarlo y procurar el bienestar.
También se le dio socorro al conductor que había causado el accidente; luego de impactar a Adam, freno de golpe y al no llevar el cinturón de seguridad su rostro se estampo contra el volante dejándolo inconsciente.
El personal médico no permitió acompañantes, pero sí pidió que notificaran a la familia y eso hizo Adrien en lugar de Lucy porque ella se encontraba conmocionada con la mirada perdida.
Lucy presenciaba la escena, profundamente preocupada; no dejaba de suspirar angustiada. Adrien, pese a su apariencia de mal sujeto, se mostraba como un apoyo afable, tranquilizándola al menos un poco entre sus brazos.
Él no conocía a Adam de nada, pero también le preocupaba su condición; esperaba que no le hubiera pasado nada; aunque no tenía idea de por qué había corrido, entendía que no era momento para preocuparse por eso; solo trataba de que Lucy se sintiera un poco mejor.
—No quiero ser insensible, pero ¿ya te encuentras mejor? —inquirió Adrien—. Deberíamos ir al hospital para saber cómo se encuentra tu amigo.
Ella se limitó a asentir con la cabeza; él la llevo hacia su auto y condujo despacio hasta su destino. Durante el trayecto sus manos en el volante temblaban. Se había mostrado seguro todo el rato, pero por dentro estaba muy tenso. La situación no era nada agradable y le hacían recordar cosas que desearía haber olvidado. «¿Por qué esto de nuevo?» su mano izquierda se escabullía de constante para rascar su cuello y aunque hacían veinte grados, por su frente recorrían gotas de sudor.
Llegaron. Lucy abrió la puerta y bajó tan pronto como pararon, fue apresurada para saber de su mejor amigo. Adrien se quedó un momento en el auto. Debía tranquilizarse para seguir actuando normal.
—Vamos, tú puedes... Esta vez no es nadie conocido... Puedes con esto... Por ella, también habrías querido a alguien que te apoyara —recitó para sí mismo.
Inhaló profundo y exhaló, apagó el auto, sacó las llaves y decidido salió, activó la seguridad con el llavero inteligente y fue tras Lucy.
Adrien se adentro en el hospital; distinguió a Lucy con los padres de Adam, Thomas y Sara. Hablaban con ella, estaban preocupados por su hijo, pero también por ella. La conocían desde que tenía siete, era como su hija, así que pese a la angustia trataban de tranquilizarla dándole palabras de aliento. Era duro para ellos verla así.
Todo eso Adrien no lo sabía; eran demasiados detalles para saberlo con mirar; solo se repetía lo que se había dicho en el auto; estaba por llegar a ella, pero no lo hizo, no porque se fuera ido o algo por el estilo. De la nada perdió el equilibrio, así como la visión y finalmente el conocimiento. Quedó en el suelo boca arriba, Lucy fue hacia él con preocupación. Los padres de Adam llamaron a un médico; al menos se había desmayado en un hospital, por lo que en cuestión de nada se le dio socorro.
En ese punto Lucy no podía estar más consternada. Se quedó sentada en la sala de espera, atenta a alguna noticia; los padres de Adam caminaban de aquí a allá de manera constante, al igual que sus ojos que los seguían.
Deseaba escuchar algún anuncio o algo, lo que sea; se imaginaba que de pronto un doctor anciano dijera «¿Se encuentra la familia de Adam Adamec?». Y sus padres se presentarán expectantes, entonces el doctor continuará «ya se encuentra bien, durará unos días en cama, pero está libre de peligro», lo anhelaba juntando las manos.
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Editado: 20.11.2024