Contigo aunque no esté

8- No gracias, soy vegetariano

Adrien (Adam)

Adam se quedó tirado en su cama, pensativo. Pasaron uno, dos, tres minutos y aún no sabía qué decir.

Escuchó mensajes y los vio en seguida.

Lucy, Lucy:
¿Estás ahí?
Si estás dormido, di no

«Boba, cómo diría que no si estoy dormido» pensó al leerlos, pero no sabía si responder; pasaron uno, dos, tres minutos y no escribió nada.

Lucy, Lucy:
¿Hice algo malo?
Seguramente sí y no lo recuerdo
Si fue así, perdón

«Sí, lo hiciste y seguramente no lo recuerdas, pero no a Adrien, sino a mí» pensó tentado a escribirlo, pero se contuvo, ¿cómo podría explicarlo? Tampoco quería, le daba miedo.

Se quedó mirando al techo, pasaron tal vez unos tres minutos y entonces su teléfono sonó, aunque el sonido era muy leve. Él le había quitado el silencio y el modo de no molestar, pero su tono de llamadas era realmente sutil.

"Bip bip bip" se escuchaba, miró la pantalla del móvil y decía "Lucy, Lucy", estaba tentando a contestar, pero cómo podría.

Adam dejó de escuchar el tono de llamada, no porque cesara, sino porque se sumió en sus pensamientos.

«Quiero contestar, quiero escuchar su voz, aunque me haya mentido, quiero hablar con ella, pero que digo, no quiero actuar extraño, ni mentir, pero para actuar normal debo mentir; no quiero hacer eso». Miraba al móvil y colgó.

Adam estaba en un dilema; él odiaba las mentiras, pero quería hablar con ella, así que de inmediato se arrepintió; tendría que hacerlo. «Bueno, ya morí una vez, puedo hacer esto, fingiré ser el adefesio».

Miró al móvil decidido, y llamó. Emitió ese molesto sonido, mientras en la pantalla decía "llamando...". Sonó uno, dos, tres y por desgracia para él, siguió sonando, aunque no siguió contando «bueno, me lo merezco por no contestar cuando ella me hablaba».

De la nada Lucy aceptó la llamada. Adam se sorprendió, no supo qué decir, no había entrenado su mente para afrontar esa situación; «¿qué diría el adefesio?» se quedó pensando.

—¿Por qué guardamos luto? —inquirió ella.

Esa pregunta se sintió como una puñalada; «¿tan poco importó mi muerte?» realmente le afectó.

—Qué feo que digas eso luego de mi muerte —dijo sin pensar y colgó.

De inmediato se percató de lo que había dicho «hice justo lo que no tenía que hacer, actúe como un loco».

Llamó preparado para disculparse y pensando en mil posibilidades de una explicación, tal vez algo como «no sé que dije, los hongos me hicieron efecto» o tal vez «era humor negro».

La llamada fue atendida de inmediato.

—Perdón —se apresuró a decir Lucy.

—Quería decirte lo mismo —dijo él con voz calmada y siguió más apresurado—. No sé bien lo que dije, perdón, no entendí que había sido por el minuto sin hablar.

«Alto ¿por qué se disculpa?» Pensó.

—No, tienes razón, no debería hacer bromas de ese tipo con mi mejor amigo pasándola mal —dijo con voz quebrada.

«Qué alivio, parece que no me entendió bien, perfecto.» Pensó aliviado, hasta que analizó mejor la situación «suena triste ¡no! ¿Qué hice? ¿Qué escucho? No, eso no importa, se siente mal y aunque no esté, prometí que siempre estaría para ella»

—No llores, Lu, Adam se pondría triste —dijo él.

Ambos permanecieron en silencio un momento, pero de un momento a otro se escucharon los sollozos de Lucy.

—Perdón, ¿te hice llorar verdad? —inquirió él con voz quebrada.

Adam no quería hacerla llorar; «tonto, tonto, tonto, siempre haces todo mal»

—No quería hacerlo —añadió— de hecho trataba de hacerte sentir mejor. Soy un tonto.

—No, tienes razón —negó ella, se escuchó como sonaba su nariz— Adam no habría querido que llorara, siempre decía cosas dulces de mí. Él habría dicho algo como "no llores, derramas tu perfección" o algo así.

Adam se quedó perplejo; en efecto habría dicho algo así.

—Vaya, suena como si estuviera enamorado —dijo sin pensar y emitió una risa nerviosa—, aunque bueno, no lo conozco como tú.

—¿Qué? No, no lo creo —se apresuró a decir Lucy—. Es cierto, ¿por qué me dijiste Lu?

«Espera, ¿por qué no lo cree? ¿Soy tan repugnante?» dudo en su cabeza.

—¿Por qué no lo crees? —inquirió, lo otro ni le pareció importante.

—Hey, no me evadas lo del apodo —protestó ella.

—Y tú no evadas mi pregunta —rebatió.

—Tú primero, Adrien —dijo ella.

Él recordó que era Adrien; tal vez tenía que explicarlo.

—Bueno, no lo sé, recordé que me dijiste que así te llamaba él —mintió.

—Pero si nunca te hablé de él —argumentó ella— ¿Estás celoso, acaso?

Se sintió como una puñalada. «Así que nunca importe, entiendo... ¿Celoso?».

—Supongo que sí —dijo con tono triste.

Estaba celoso, pero de Adrien.

—Perdón.

«Ya veo, yo no importo, pero si él está celoso sí, ¿verdad?»

—Ahora dime ¿por qué no crees que pueda amarte? —insistió con tono serio.

—Es mi mejor amigo; si sintiera algo por mí me lo hubiera dicho —declaró con tono serio—. Además, no lo merezco.

Adam ya estaba confundido en ese punto; tenía una mezcla extraña de sentimientos «espera, dice que no merece mi amor, ¿y si sintiera que sí lo merece?»

—Bueno, tú eres su mejor amiga y él no me conoce, puede que no lo haya dicho —dijo. No podía evitar sentir algo de enojo, aunque solo un poco. Río nervioso— Claro que lo mereces, eres una persona maravillosa aunque a veces cometas errores.

—Gracias por decir eso último, pero basta de difamar a Adam —protestó Lucy—. Ah, cierto, ¿puedo ir a visitarte?

«¿¡Qué!? ¿Venir acá? ¿Para qué? No, no, no, no, ¿no? ¡No!» En su protesta mental se levantó de su cama y pataleó un poco. ¿Qué excusa podría dar? No había llegado a él la respuesta y en su inquietud se resbaló con una de las figuras de colección y cayó al piso; se escuchó un estruendo y emitió un quejido.




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