Adrien (Adam)
Había llegado Lucy. Adam se dirigió a la puerta para abrirle; pensaba qué decirle, giró la manija y abrió.
—¿No podías tardar más? Ya me estaban saliendo raíces —reclamó Lucy.
—Perdón.
—Solo juego —dijo riendo y lo abrazó—. Me alegro que estés bien.
Ese abrazo le dio ganas de llorar; no era como los abrazos de antes; era diferente. El cuerpo de Adrien era más alto que el de Lucy, por lo que ella quedaba recostada a su pecho. Podía oler su cabello mientras disfrutaba del abrazo.
—Podría acostumbrarme a esto de ser alto —murmuró él.
—¿Dijiste algo? —inquirió separándose de él y mirándolo con duda.
—Solo que me alegra ser más alto, así puedo oler tu cabello al abrazarnos —dijo con una sonrisa.
—¿Puedo pasar?
Adam se quedó en blanco un instante.
—Sí, adelante.
Se adentraron en la casa; Lucy parecía sorprendida mirando los alrededores, lo que indicaba que no había estado ahí antes. «Eso es bueno» pensó, aún le dolía el hecho de que le fuera ocultada la existencia a él de Adrien, que no le fuera contado a Adrien de él y que lo fuera abandonado en la fiesta para estar con el adefesio. Aunque había sido él quien se aparto.
Estaba enojado con ella, probablemente por primera vez; quería reclamarle por todo, pero no sabía cómo hacerlo. La miró, con una mirada asesina que le duró solo algunos segundos. Al detallar su rostro que para él era perfecto, esa mirada se disipó; comenzó a detallarla. Notó ojeras muy marcadas; «¿no ha dormido?» Sus ojos se veían hinchados; «¿ha estado llorando?»
—Lucy... —dijo deteniendo su andar; ella también lo hizo y volteó a verlo— ¿Estás bien?
El rostro de ella cambió, forzó una sonrisa, apretó su puño y lo miró a los ojos; aunque su mirada no parecía la de siempre, carecía de brillo.
—No.
Adam pensó mucho en ese momento «¿Por qué?... Pero antes estaba bien... ¿Por mi?... ¿Pero cual yo?... ¿Me contaría?» Su mente era un caos; había pensado que no le había importado su partida; ahora dudaba de ello, pero tal vez no se trataba de eso, por lo que estaba con incertidumbre, pero ¿de qué más podría tratarse?
—¿Quieres contarme? —inquirió él.
—No.
—¿Por qué?
—Solo no —dijo con una sonrisa—. Ahora bien, ¿me enseñas tu casa?
«No confía suficiente en el adefesio; en parte me pone feliz, pero quiero que esté bien».
Él la guió por la casa como si la conociera; aunque no llevaba ni un día allí, ella se veía sorprendida y con una sonrisa, pero no se parecía sincera. A él le preocupaba, pero sus intentos de hablar sobre el tema eran esquivados. Luego de aquella negación rotunda, no mostró interés de dar una respuesta.
Lucy estuvo una media hora en su casa; realmente no hablaron. Más allá de la pequeña conversación inicial y algún que otro elogio sobre la arquitectura de su hogar, estuvo callada, siempre con una sonrisa, la más falsa que nunca le había en casi nueve años de conocerse. Parecía que ella solo había ido ahí por obligación, quedar bien o no parecer una sínica con su novio. No le quedaba claro qué relación tenía; si así lo fueran, el actuar de ella no lo dejaba ver; parecían apenas conocidos.
—Fue un placer visitarte y saber que estás bien —dijo ella.
Agitaba su mano para despedirse, manteniendo la distancia en todo momento, mirándolo a los ojos, pero de alguna forma pareciendo que veía a través de él.
—Cuídate, Lu
—No me llames así —dijo dejando de sonreír.
«Cada vez entiendo menos qué relación tienen; tal vez si mencionó lo del beso me lo aclare un poco».
—Perdón, pensé que después de besarte...
—Eso fue un error —interrumpió ella—; si no fuera pasado, Adam no estaría en el hospital.
«¿Hospital?» Se quedó pensativo; él perdía la atención de su entorno al quedarse pensando, por lo que no notó que ella se fue en ese momento.
Al darse cuenta, suspiró, revisó su teléfono, pero de nuevo lo hizo a un lado. «Tal vez esté bien que tomemos caminos separados», eso pensó, pero no era lo que quería. Sin embargo, él ya no era su mejor amigo; no estaba muerto como antes creía, pero estaba en el hospital, al menos el cuerpo; de alguna manera había llegado a parar en el cuerpo de Adrien; era todo muy confuso.
Pasaron las horas, se volvieron días, luego en semanas. Ella no escribió, él tampoco, pero cada día, estaba a punto de hacerlo un par de veces, pero se detenía a sí mismo. Él se enfocó en adaptarse a su nueva vida; Lara era una hermana genial, aunque no cocinaba en lo absoluto. Cuando no cocinaba él, solían comer comida a domicilio de restaurantes, al menos no era comida chatarra, de hecho comían bastante saludable. «Lo que es tener dinero», solía pensar.
Le fue difícil adaptarse a la vida activa de Adrien, pero trató de imitarlo al detalle para que nadie notara su cambio, eso decía. Además lo mantenía ocupado para no pensar que quería llorar y que todo fuera como antes. De lunes a sábado iba al gimnasio, tuvo que ver tutoriales en Youtube y, gracias al cielo, Adrien mantenía su rutina escrita en una agenda donde mantenía todo organizado
Al principio le pareció alucinante la facilidad de hacer los ejercicios aunque no estuviera acostumbrado a ellos, pero claro, su cuerpo sí que lo estaba.
Lo más difícil para él fue tener que ser sociable. Adrien tenía varios amigos, de los cuales Adam no llegó a aprenderse sus nombres; por suerte para él ni siquiera los usaban a menudo; sus conversaciones eran las cosas más triviales posibles; los tenía agregados en Whatsapp a cada uno con sus nombres y hablaban por un grupo que tenían, pero le daba tanta pereza acordarse de quién era George y quién Norman.
Se reunía con sus nuevos viejos amigos a menudo; era todo un martirio para él, pero estaba decidido a ser el nuevo Adrien, excepto por el hecho de tomar alcohol, cosa que al parecer solía hacer, pero Adam no quería hacerlo. Siempre buscaba alguna excusa para hacerse el tonto. Los amigos, la comida, salir a diario de casa, tener una hermana, el ejercicio; se acostumbró, no quería, pero se obligó.
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Editado: 20.11.2024