Lucy
Lucy llegó a la casa de Adrien, se posó frente a la puerta e inhaló profundo, reuniendo fuerzas para actuar como siempre. Tocó el timbre; pasaron algunos segundos que le parecieron mucho mientras forzaba una sonrisa para actuar normal; luego él abrió la puerta.
—¿No podías tardar más? Ya me estaban saliendo raíces —reclamó Lucy tratando de actuar normal.
—Perdón.
—Solo juego —dijo con risa falsa y lo abrazó—. Me alegro que estés bien.
Ese abrazo la hizo sentir mal, le recordó a los abrazos que le daba a Adam, pero este era diferente, Adrien era más alto. «Me gustan más los abrazos de Adam» pensó. Le gustaba ser casi del mismo tamaño que Adam, incluso un poco más alta.
Escucho a Adrien murmurar algo, pero no le entendió.
—¿Dijiste algo? —inquirió separándose de él y mirándolo con duda.
—Solo que me alegra ser más alto, así puedo oler tu cabello al abrazarnos —dijo con una sonrisa y ella se sonrojó.
«Supongo que su abrazo no estuvo tan mal».
—¿Puedo pasar?
Había ido a visitarlo por su sentimiento de culpa; estaría ahí un rato y luego se iría; así habría cumplido preocupándose y se sentiría menos desconsiderada. Ya luego podrían hablar por teléfono o algo; visitarlo sería demasiado.
—Sí, adelante.
Se adentraron en la casa, Lucy miraba asombrada; había visto el frente antes, era bonito, pero por dentro lo era mucho más, era una casa hermosa. «A Adam le fuera gustado, aunque seguro la tendría desordenada». No podía evitar pensar en su mejor amigo cada que había la ocasión; era el único con el que hablaba a diario, bueno, al menos lo era hasta que conoció a Adrien.
Tenía un dilema en su cabeza, Adrien le interesaba, de alguna forma, aunque no le quedaba claro cómo. Sabía que la hacía sonrojar de constante, que disfrutaba hablar con él y se habían besado, aunque eso no había terminado bien. «Si no lo fuera besado, tal vez Adam seguiría bien» pensó, pero trataba de no darle importancia.
—Lucy… —dijo Adrien deteniendo su andar; Lucy también lo hizo y volteó a verlo— ¿Estás bien?
«¿Qué si estoy bien?» No lo estaba; se sentía culpable por todo, por haber hablado con él en primer lugar, por alejarse de Adam, por haber aceptado su salida luego de aceptar la de Adam, por no haber notado que a su mejor amigo le hacía ilusión ir a la fiesta con ella; consideraba el hecho de que el beso le había hecho pensar a Adam que lo usó para salir de casa solo para irse con Adrien, porque ni siquiera había sido sincera con que sus padres sí la dejarían ir a fiestas.
—No.
—¿Quieres contarme? —inquirió él.
—No.
—¿Por qué?
—Solo no —dijo con una sonrisa—. Ahora bien, ¿me enseñas tu casa?
Le costaba trabajo contar sus problemas, incluso a su mejor amigo. Adrien apenas era un conocido y uno que le había hecho actuar de forma incorrecta, solo por creer que le gustaba, aunque aún tenía la incógnita, pero poco a poco se auto recriminaba por esos sentimientos.
Adrien la guió por la casa; era amplia y con un diseño hermoso. En realidad le parecía hermosa, pero no se sentía con ánimos ni para asombrarse, por lo que lo fingía. Se sentía incomoda por haberle respondido de esa forma, así que esquivaba los intentos de conversación.
Lucy estuvo una media hora en casa de Adrien; realmente no hablaron; más allá de la pequeña conversación inicial y algún que otro elogio sobre la arquitectura de su hogar, se mantuvo callada, siempre con una sonrisa; no se esforzó mucho en falsearla; al final ni siquiera se conocían tanto como para que lo notara. Había ido solo por obligación y ya se estaba arrepintiendo de haberlo hecho. Se sentía incómoda, aunque ¿le gustaba? Aun así, tal vez debería distanciarse un poco. No quería perderlo también y tal vez no estaba en condiciones de nada. Estar tan cerca podría hacer que tuviera que mentir más, y no quería.
Fue un placer visitarte y saber que estás bien —dijo ella, agitando su mano para despedirse, manteniendo la distancia en todo momento, mirándolo a los ojos, aunque desenfocando la visión, no se sentía en condiciones de mirarlo.
—Cuídate, Lu
«¿Lu?...¡No eres él! ¡No me llames así!» Eso pensó, pero no quería decirlo; sin embargo, se sentía realmente mal, no podía quedarse callada.
—No me llames así —dijo dejando de sonreír.
—Perdón, pensé que después de besarte...
—Eso fue un error —interrumpió «Cállate, cállate, cállate»—. Si no fuera pasado, Adam no estaría en el hospital.
«Si... O no lo sé... En fin, ya lo dije, ahora no querrá hablarme; soy una tonta… Alejo a todos de mí». Pensó y se marchó sin mirar atrás. Tal vez él iría tras de ella como en algunos libros que solía leer, tal vez, solo tal vez, entendería que se sentía mal y ayudaría a que ya no lo esté.
No fue así, él no fue tras ella, tampoco le escribió. Había amado toda su vida el romance de películas y libros, donde el chico va tras su amada y viven todos felices. Ella no lo había vivido; estaba bien cuando nadie ni por asomo le atraía, pero con Adrien había pensado que era diferente. Llamaba su atención como nadie nunca lo había hecho, tanto como su mejor amigo, pero sin pasar casi nueve años juntos, incluso la besó durante un baile e hizo latir su corazón muy rápido, pero no fue tras ella.
Esperó el resto del día en su casa, también el día siguiente y el siguiente y un poco más. Era el veinte de julio; aún no recibía algún mensaje o llamada o venía por ella…
Lucy despertaba tarde ya que no tenía que ir a clase; bueno, en realidad no, solía hacerlo temprano durante vacaciones antes, pero ahora no le apetecía nada; se aprovechaba de que sus padres trabajaban desde temprano para dormir hasta tarde. Aunque no era que dormía mucho, pasaba sus noches en vela, a veces llorando y otras sin poder dormir, hasta que, ya saliendo el sol, se quedaba dormida.
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Editado: 20.11.2024