Contigo aunque no esté

13- ¿Salimos juntos?

Adrien (Adam)

Sonó la alarma, Adam despertó, sonrió mirando su móvil, era cuatro de agosto, el día antes había hablado con Lucy y acordado ser amigos, aunque luego de eso no hablaron más, pero eso no importaba, estaba decidido a hablar un montón para compensar el día antes, comenzando desde temprano. Llamó a Lucy. Ella era de sueño ligero, por lo que se despertaría al escuchar su tono de llamada.

Ella atendió, se escuchó un bostezo.

—¡Buenos días, Lucecita! —exclamó él animado.

Casi no parecían las cinco y media.

—¿Me odias?

—Te quiero tanto que lo primero que hice al despertar fue llamarte —dijo él, ella colgó.

«No lo pensé tan bien»

Adrien:
Perdón, quería ayudarte a levantarte temprano.

Lucy, Lucy:
Déjame dormir un poco, ni los gallos se han despertado
Luego hablamos

Adrien:
¿Lo prometes?

Lucy, Lucy:
Sí, pero déjame dormir

Adrien:
Ok, pero no duermas demasiado, hace mal

Lucy, Lucy:
Vale

Adrien:
Duerme bien

Adam continuó con su día; hizo todo lo que hacía habitualmente, pero con una sonrisa. Había extrañado hablar con Lucy y ahora que eran amigos lo harían de nuevo. Las últimas semanas se había propuesto tanto a ser más como Adrien, que había evitado recordar momentos que había pasado cuando era Adam, pero estaba tan ocupado siendo feliz que vinieron a sí bonitos recuerdos.

—Adam, ¿desde cuándo escribes poesía? —inquirió Lucy frunciendo el ceño.

—Desde hace poco tiempo —dijo Adam evitando mirarla a los ojos.

—¿Desde cuándo? —insistió.

—Bueno... Unos dos años tal vez

—Y no me dices ¡eso no se hace! —protestó zarandeándolo—. ¿Acaso no confías en mí?

—No es que no confié en ti, es que soy terrible —dijo cabizbajo—. Me daba vergüenza.

—Bobo, sabes que puedes contarme lo que sea —dijo ella y lo abrazó— Si los haces tú, seguro son perfectos.

En ese momento tenían catorce. Él había comenzado a escribir poemas a los doce, pero no fue sino hasta ese día que se lo dijo a su mejor amiga y desde entonces ella se volvió su única lectora. Llevaba desde su anterior vida sin escribir nada; iba al gimnasio todos los días menos los domingos, pero en el fondo él seguía siendo ese chico raro que escribía poemas, aunque ya no lo hiciera.

Eran las ocho treinta, era domingo, así que no había ido al gimnasio. En su lugar paseó a Perro temprano. Tenía mucha energía, como siempre, él también, no pensó cosas negativas como usualmente, solo disfrutó de caminar y del paisaje que siempre transitaba. Volvió a su casa a las diez y cuatro, fue a su cuarto por su móvil, lo había dejado ahí, revisó si tenía mensajes de Lucy, pero no era así.

Adrien:
Lucy
Lucyy
Lu
¡Lucía!

Lucy, Lucy:
¿¡Qué!?
Y te dije que no me llamarás así 😑

Adrien:
Vale, perdón, lo importante es que te desperté

Lucy, Lucy:
Lamento decepcionarte, pero ya estaba despierta

Adrien:
Ah, pensaba que sí, como no habías escrito

El mensaje fue leído, pero no hubo respuesta; Adam miró la pantalla tres minutos seguidos, era paciente, pero también insistente.

Adrien:
Y ¿cómo estás?
¿Ya comiste?
¿Qué harás hoy?

Lucy, Lucy:
Estoy, sí y nada

«Que seca, pero si se lo digo se enojará».

Adrien:
Vale, vale, ¿desde hace cuando no sales?

Lucy, Lucy:
Desde el viernes

Adrien:
Que bueno, me alegro que salgas, ¿a dónde fuiste?

Lucy, Lucy:
Al hospital a ver a Adam

«Bien, quedaste como un imbécil» se dijo a sí mismo; se planteaba cómo seguir la conversación; no quería arruinarlo.

Adrien:
Perdón, no quería decir eso

Lucy, Lucy:
Vale

Ahí quedó la conversación; él no supo cómo continuar; podría seguir arruinando todo. Salió de su casa a caminar por el vecindario; ya lo conocía a la perfección, algunos de sus vecinos lo saludaban al pasar. Estaba a unos veinte minutos de su antigua casa, pero no se había atrevido a ir. La casa de Lucy, quedaba a la mitad de distancia, de hecho era la misma distancia que había entre su antigua casa y la de Lucy, pero en sentido opuesto. Había ido a verla en varias ocasiones, pero no hizo más que mirar.

Ahora eran amigos; no se enojaría si la visitaba ¿verdad? Lo dudaba incluso él. Ella nunca se había enojado con Adam, pero ahora era Adrien, del cual sí parecía poderse enojar. Aun así, para cuando se dio, ya estaba camino a su casa.

«En el peor de los casos pierdo la vida, pero ya lo hice una vez, ja» Se dijo a sí mismo, aunque le aterraba la ira de Lucy, pero ese era el él anterior, ahora era un nuevo él o de eso se convencía. Llegó, se quedó parado frente a la casa; buscó en su bolsillo, se había llevado el móvil. Llamó a Lucy, respondió enseguida.

—¿Qué quieres? —inquirió ella.

—Solo escuchar tu dulce voz.

—Ya la escuchaste ¿ahora qué?

—Ahora ¿me abres la puerta?

Lucy colgó, Adam se quedó mirando la puerta con esperanza de que en cualquier momento ella abriera la puerta, pero los minutos pasaban y no ocurría, «tal vez no le hizo gracia» pensó con algo de resignación.

Adrien:
Perdoooon, quería visitarte, ya me voy :(




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