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15. ¿A favor o en contra?

Kyle:

Si hay algo que me encanta de la relación que tengo con Maikol y Zion y a la que ahora se han sumado nuestros hijos, es que solo nos basta una mirada para entender lo que queremos. No siempre, por supuesto, pero esta es sin duda una de esas ocasiones.

Annalía y Zack…

Menuda locura.

Podrían pasarse un sin mil de ideas por mi cabeza y nunca, jamás, se me habría ocurrido pensar que pudiera haber algo entre esos dos. Es que ni siquiera imaginaba que la maldición de mi esposa estuviese haciendo nuevamente de las suyas. De hecho, creo que me habría resultado menos impactante si se tratara de Zack y Kaitlyn; no lo sé, son un poco más contemporáneos, solo dos años y pico de diferencia, más o menos como Aaron y Emma.

Pero, ¿Zack y Lía? Son casi ocho años y no lo digo precisamente por la diferencia en sí, sino más bien porque son épocas diferentes, ella tiene sus intereses, él los suyos propios y el nivel de madurez definitivamente no es el mismo. Zack es un hombre, Annalía una niña.

Observo a Zack frente a la puerta de mi despacho mientras me sostiene la mirada con seguridad y decido dejarlo entrar. Mejor así. Necesito entender qué sucede realmente. Él duda un instante, pero no es para menos, esta situación, desde su perspectiva, debe ser intimidante como carajos.

Al final entra y yo cierro tras él.

Con paciencia, me acerco a Zion que está sirviendo un poco de wiski en unos vasos y aunque no soy muy asiduo a ligar bebidas, en estos momentos necesito algo más fuerte que una cerveza. Le doy un trago mientras me apoyo en mi escritorio. Miro a mi alrededor y esto parece de película. Dylan y Daniel cómodamente sentados en el sofá sin disimular la sonrisa en sus rostros; esto les divierte y  no se molestan en ocultarlo.

Aaron, por su lado, está serio; Maikol, pensativo, evaluando cada movimiento de Zack que se remueve incómodo mientras pasa su mirada por cada uno de nosotros. Zion se ubica a mi lado con las piernas cruzadas frente a él.

—¿Tienes algo que contarnos, Zack? —pregunta su padre.

—No lo que ustedes se imaginan.

—Cuándo Annalía dice “años”, ¿de cuántos estamos hablando exactamente? —Es mi turno.

Respira profundo.

—No lo sé. ¿Vomitarme encima cuando todavía iba en pañales cuenta?

Hostia, eso es toda la vida.

—Sí, si cuenta —dice Maikol—. Recuerdo una ocasión en la que yo la tenía cargada; estaba tranquilita y tú llegaste. Te sentaste a mi lado en el sofá y te pedí que la sostuvieras para ir a orinar. Vomitó desde que la coloqué en tus piernas.

Dylan y Daniel se ríen y, aunque a mí también me resulta un tanto gracioso, me obligo a permanecer serio.

—¿Y por qué coño no dijiste nada? —pregunto.

—¿Tal vez porque era una bebé que vomitaba por cualquier cosa y él tenía siete años y pico? Qué coño me iba a imaginar algo como esto.

Dylan se pone de pie y golpea la espalda de su primo con evidente diversión, para luego cruzar un brazo sobre sus hombros.

—A ver, tampoco exageremos —comenta—. Annalía era una bebé, busquemos ejemplos un poco más recientes.

Zack se revuelve el cabello y se zafa del agarre de Dy.

—No hagan de esto una montaña. No sucede nada, no es la dichosa maldición Scott. Simplemente tenemos muy mala suerte.

—Precisamente de eso se trata la maldición Scott. —Hago notar y él resopla hacia arriba, revolviendo los mechones que caen sobre su frente.

—Vale. De igual forma, no hay nada de qué preocuparse. Annalía y yo solo somos buenos amigos, nada más. Ella tiene diecisiete y yo voy a cumplir veinticinco. Ninguno de los dos sentimos nada el uno por el otro.

—¿Seguro? —pregunto.

—Seguro —responde, unos segundos más tarde.

Mierda. Ha dudado.

Miro a Maikol y él arquea una de sus cejas. Estoy convencido de que piensa igual que yo. El punto aquí es, ¿nos está mintiendo o le sucede igual que a Aaron al principio que aún no se había dado cuenta del todo?

En realidad, el punto importante aquí es, ¿cómo me hace sentir a mí que mi hija, menor de edad, pueda estar interesada en un hombre casi ocho años mayor que ella? Sin embargo, decido no pensar en eso ahora, pues primero necesito aclarar la situación.

—Zack, tú sabes muy bien que cada vez que la maldición Scott ha hecho acto de presencia, termina cumpliéndose —le digo.

—No, tío Kyle. Solo sé que, desde que conociste a Addy, pasaron un montón de cosas chungas y aun así los dos terminaron enamorados. Que Aaron y Emma también empezaron de la misma forma, pero, si hacemos un poco de memoria, la mayoría de las veces los accidentes entre ellos, no eran tan accidentes. —Se voltea hacia mi hijo—. Te encantaba hacer rabiar a mi hermana y, por tanto, provocabas con toda intención esos accidentes. El nombre de “Maldición Scott”, si mal no recuerdo, se lo pusiste tú, papá, así que todo esto es una invención de ustedes. No tiene que ser real.

»Annalía y yo simplemente tenemos mala suerte. Ella es tan torpe como su madre y su hermano y, yo, que era su mejor amigo, era el más proclive a sufrir las consecuencias de sus actos. Nada más.




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