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20. Feliz cumpleaños, Zacky

Zack:

Decir que las palabras de Lucas me sorprenden, sería quedarme terriblemente corto. Por un instante, permanezco en shock total porque, no sé qué esperaba que sucediese realmente, pero jamás imaginé una solución de esa magnitud.

Al salir de la policía, vamos directamente a mi apartamento sumidos en un silencio abismal para darle tiempo a digerir toda la información e identificar cuál será su próximo movimiento. Una vez llegamos, va directamente al refrigerador, saca una cerveza y se la toma a cuncún, luego saca cuatro, nos tiende una a cada uno y se desparrama en mi sofá como una clara invitación a conversar.

Tomamos asiento a su alrededor y esperamos pacientes a que decida hablar.

—Los Sandoval quieren muchísimo a su hija y son bastante mejores personas de lo que yo creía.

Conozco a esa familia y puedo dar fe de sus palabras, pero ¿cómo demonios llegó él a esa conclusión si se supone que lo están obligando a casarse con Tahira?

Respira profundo y centra toda su atención en mí.

—¿Sabías que estar con una menor entre dieciséis y dieciocho años, mientras te haya dado su consentimiento, solo es delito si la seduces valiéndote de tu experiencia, su inmadurez sexual o con engaños, regalos o falsas promesas?

»Es decir, que el que estés con Annalía o que yo haya estado con Tahira, no es un delito.

—Eh, estoy bastante seguro de que sí lo es.

—¿Quién te lo dijo exactamente? —Vuelve a preguntar, dejándome un poco descolocado.

Con el ceño fruncido busco en mi mente una respuesta a su interrogante, pero no consigo encontrar a una persona que me lo haya dicho o un momento específico en que eso haya podido suceder. Es de esos temas que uno sabe porque sí, porque toda la vida han sido así. Es decir, yo no sé nada de leyes, pero esa me parece una verdad universal.

—Efectivamente, nadie —responde él mismo ante mi silencio—. Simplemente, vivimos en una sociedad que ve la relación de un menor con una mayor como algo mal, incorrecto, incluso sucio, es decir, como un delito. A eso sumémosle que existe un delito al respecto y que la gente no tienen ni puta idea de leyes. No digo que esté bien que una persona de cuarenta o cincuenta años mantenga relaciones con una de dieciséis o diecisiete, supongo que ahí si interviene la ley, pero en el caso de nosotros y con la madurez que tienen Annalía y Tahira, no debería sucedernos nada.

»Todo eso lo descubrí sentado esa silla en la policía, absolutamente aterrado por mi porvenir y, para salir de dudas, le escribí a un compañero de la secundaria que es abogado. No sucede nada porque haya estado con Tahira.

Hombre, honestamente, aunque he estado preocupado por esta situación, nunca se me había ocurrido buscarlo, pues siempre he sabido que, llegado el momento, si Kyle y Addy no estuviesen de acuerdo, jamás me denunciarían.

—Entonces, ¿cómo es que terminaste aceptando casarte con la chica? —pregunta Sofía y él la mira esbozando una suave sonrisa.

—Porque la política es una de las cosas más sucias que existen y porque no podía permitir que Tahira se hundiese sola.

Vale, ahora sí no entiendo nada.

Suspira profundo.

—Cuando nos encerramos en ese despacho, el señor Sandoval me dijo hasta del mal que me iba a morir. Por un momento pensé que me golpearía, pero logró contenerse a pesar de que me dejó claro las ganas que tenía de romperme la cara. Entre las cosas que me reprochó y supongo que las que más me afectaron, fueron que era poco hombre, irresponsable e irrespetuoso por haberme atrevido a mantener relaciones sexuales con su hija en un lugar público.

»Contarles todo lo que me dijo sería perder el tiempo y no me apetece revivir exactamente ese momento. Solo les digo que me sentí como la persona más sucia y reprochable del mundo. No pude ni mirarlo a la cara.

»Me pidió que no volviese a acercarme a su hija jamás porque si bien ella seguía diciendo que yo no sabía que era menor de edad, eso no cambiaba el hecho de que había intentado follármela en el lugar equivocado. Sí usó esas palabras. Todo iba a quedar ahí, pero las cosas se complicaron cuando su jefe de campaña llamó.

»Estuvieron muchísimo rato hablando y cuando colgó, se sentó frente a mí y me dijo muy serio: “Tenemos un problema”. Les juro que mi piel se erizó en ese momento.

»La noticia de que habíamos sido pillados se había filtrado y para minimizar los daños, le dijeron que lo mejor era enviarme al matadero. No exactamente así, pero ese era el significado de sus palabras. —Suspira profundo—. La solución era denunciarme, alegar que, gracias a mi edad y experiencia, había seducido a la menor utilizando engaños para poder llevármela a la cama. Es decir, iban a montarse un cuento para que se tipificara el delito y pudieran sancionarme. De esa forma, la imagen de Tahira no se vería demasiado afectada; solo habría sido la víctima de un degenerado que se había querido aprovechar de su inocencia.

Joder. Menudo tío.

—Me dieron ganas de reír, pero no lo hice. Es que, el primer pensamiento que pasó por mi mente fue: “¿Tahira inocente? Ni de coña”. Luego interioricé el resto de sus palabras y saberme hundido me quitó la diversión.

Se encoge de hombros y no puedo evitar reír.




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