Contigo, hasta la luna

EMILY

¿Es que acaso ese tonto no sabía comportarse? Ni un día aquí y puede considerarse todo menos mi amigo.

 

Estuve enojada pensando mientras llegaba al salón de química y abrí la puerta para pedir al señor Hunter que me dejara pasar.

 

–Emily! por poco pensé que no vendrías.– sonreí.

 

–No pueden deshacerse de mí tan fácil señor.– contesté y me fui a mi asiento del fondo.– no puedo sentarme con Oliver y Melissa, ¿cierto?

 

–No lo creo señorita, al menos no después del accidente, ¿lo olvida?– levanté mis hombros y suspiré.

 

–Tenía que intentarlo.– tomé asiento y empecé a sacar mis cosas, pero cuando levanté la mirada estaba ahí y es que ¿cómo evitar notarlo? un chico alto de cabello negro como la noche y ojos azules, pero no muy claros.

 

Lo miré a los ojos y contesté

 

–¿Tú? Tiene que ser una broma.– escuché como se burlaba y volví a enfocarme en mis libros y materiales escolares.

 

–Disculpe, ¿es posible hacer cambio de compañeros?– preguntó tranquilamente como si realmente se sintiera así.

 

–Oh por favor, no finjas, señor Hunter, el nuevo y yo tuvimos una discusión hace un momento y ahora no soporta ni verme.– declaré antes de escuchar a todo el salón reír.

 

El señor Hunter pidió silencio y luego nos señaló- Ustedes dos trabajarán juntos el resto del semestre, y espero que se lleven bien al final, porque no pienso cambiar el lugar de nadie.- Alexander hizo una mueca y el profesor añadió- por cierto, una palabra más y le informaré al resto de sus maestros acerca del gran equipo que ustedes dos hacen- suspiramos al mismo tiempo y pude notar que hablaba entre dientes mientras se sentaba.

 

–Mira, Alex, yo no te soporto y tú no me soportas, ¿cierto? hablaremos solo por los trabajos escolares y fuera de eso no tenemos que volver a vernos siquiera, ¿es un trato?– extendí mi mano, pero en vez de aceptar simplemente se puso sus auriculares y dejó la clase seguir.

 

–Vaya idiota– murmuré pensando que no iba a escucharme.

 

–Si dejarás de hablarme y de seguirme, también podrías no pensar en mí, ¿no?– sugirió quitándose un auricular y mirándome a los ojos.

 

–¿Pensar en ti? No juegues contigo mismo, ¿por qué pensaría en ti teniendo al capitán del equipo de lacrosse como novio?– respondí ignorando la ira que él me generaba.

 

–¿Novio? ¡Acaso alguien es en serio capaz de soportarte?– dijo son una sonrisa de lo más estúpida y sacándome de mis casillas.

 

–¡Nadie te ha pedido opinar al respecto!– me giré en mi silla, tomé mis cosas y sin decir nada más abandoné el salón de clases.

 

–No lo soporto!– gruñí una vez fuera del salón y caminé enojada en dirección a la oficina de dirección.




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