Contigo, hasta la luna

EMILY

Miré a Alexander y luego a nuestros padres y pude notar lo sorprendidos que estaban.

 

–Vaya, veo que se llevan bastante bien, no? – dijo mi padre rompiendo el silencio y sonreí nerviosa.

 

–Emm...yo...él me agrada– conseguí decir y escuché la risa de Alex a mi espalda.

 

–Wow, nunca imaginé que dirías eso, princesa– contestó y le di un leve golpe con el codo.

–Sabes que no me gusta que me llames así– le dije fingiendo una sonrisa tranquila y él negó con la cabeza.

 

–No mientas nena, tú dijiste que debía llamarte así– cruzamos miradas y de fondo nuestros padres rieron.

 

Las puertas se cerraron rompiendo la tensión que había en el salón y nos indicaron nuestros lugares en la mesa, que por si fuera poco, estaban juntos. Se sirvieron los platos que teníamos en frente y noté que sobraba un espacio, pero seguro solo era un error.

 

–Bueno, ¿cómo te ha ido en la nueva ciudad?– preguntó mi madre rompiendo el silencio.

 

–Pues ha sido una experiencia bastante nueva...–me volteó a ver antes de terminar– e interesante.– concluyó y sonreí.

 

–De hecho, madre, él ha sido una gran sorpresa desde el primer día.– declaré sintiendo la mano de Alexander apretar la mía bajo la mesa y ella sonrió.

 

–¿En serio?– dijo la mujer rubia de vestido rojo que estaba sentada al lado de Nial.

 

–No tienen idea– contesté recordando nuestra discusión y Alexander se atragantó con su comida.– ¿Todo bien?

 

–Sí, sí todo bien– respondió tosiendo y yo reprimí la risa.

 

–Por cierto, soy Jessica, la madre de Alexander– dijo ignorando a su hijo y sonriendo y yo le devolví la sonrisa.

 

De repente se volvió a abrir la puerta del comedor y al mirar no parecía estar nadie, hasta que bajé la mirada y vi a una pequeña niña que parecía una copia de Alexander, a excepción de su rubia cabellera que se unía en una coleta alta en su cabeza.

La niña miró en mi dirección, o al menos creí que lo hacía, realmente miraba detrás de mí a Alex que solo de verla empezó a sonreír.

 

–¡Enana!–

 

–¡Dino!–

 

Gritaron al verse y la pequeña niña corrió a abrazarlo. Luego de unos segundos Alexander soltó a la niña y me volteó a ver.

 

–Aisha, ella es Emily– dijo señalándome y la saludé.

 

–Hola, pequeña– sonreí y ella se cruzó de brazos.

 

–¿Te gusta mi hermano?– soltó sin más y me sonrojé de inmediato mientras que él se partía de risa viendo mi cara de sorpresa.

 

–Aisha, querida, deja a la amiga de Alex en paz y siéntate a comer– Jessica se acercó por la niña y la sentó en el lugar desocupado que estaba a la izquierda de Alexander.

 

–No respondiste a su pregunta, princesa– susurró y yo solté su mano para poder levantarme.

 

–Con permiso, vuelvo en un segundo.– salí del comedor nerviosa y me dirigí al baño del salón principal para verme al espejo, cuando de repente escuché que alguien tocaba la puerta.

 

–¿Emily? ¿Estás ahí?– la voz de Gregory resonó en mi cabeza confundiéndome al instante.

 

–Vete de aquí, en serio.– respondí distante.




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