Contigo, hasta la luna

EMILY

Para ser sincera no me agradan mucho los niños, principalmente porque ellos aman lo que yo detesto, la atención, sin embargo me alegré de por fin acercarme a Aisha, aunque no fue tan difícil, después de todo, esa niña haría cualquier cosa por ganarle a Alex. Me sorprendí cuando me pidió regresar, pero me encantaba la idea de pasar tiempo con ella.

 

Luego de poner a enfriar las galletas, decidimos ver una película juntos y dejamos que ella escogiera.

 

–Entonces, ¿"Jurassic World"?– preguntó Alex y ella asintió.– vale, pero si Niall llega le diré que la escogiste tú.

 

–Me creerán a mí antes que a ti.– respondió sacando la lengua y yo reí.

 

–Eres un demonio.–le dijo.

 

–Pues este demonio puede romper cuerdas fácilmente.– añadió la pequeña. Alexander la miró con enojo y yo me giré confundida.

 

–¿Cuerdas?– pregunté. Alexander se volteó y se apresuró a cambiar de tema.

 

–Olvídalo, esa niña no tiene idea de lo que dice.– respondió casi frío. Aisha se quedó confundida y miró hacia la habitación que se encontraba subiendo las escaleras. Alexander volteó también.– Además yo no veo cuerdas en esta casa, ¿acaso tú ves alguna cuerda, linda?– sonreí mientras negaba con la cabeza, pero no podía dejar de pensar en eso.

 

–Emily, creo que ya están aquí.– dijo Aisha señalando la enorme pared de cristal que separaba la sala del garage y sonreí.

 

Nial y Jessica entraron sonrientes por la puerta principal y me acerqué a saludar. A pesar de que Alexander me invito de último minuto, ellos no se veían nada sorprendidos de verme ahí, de hecho estaban más que felices, y eso es mucho viniendo de Nial, a quién no había visto salir con alguien en mi vida, y eso que me conoce desde el momento en que nací.

 

–No puedo creer que seas tan grande Jainny– dijo Nial y sonreí. Mi segundo nombre es Jane, él lo escogió personalmente, y solo él me llama así. Para ser sincera, a veces pienso que solo él lo recuerda.

 

–¿Jainny?– preguntó Alexander curioso–. Eso es nuevo.

 

–De hecho no lo es, Jane es mi segundo nombre. Gracias a él, por supuesto.– respondí señalando a Nial. Él se limitó a asentir sonriente y yo volví a mi lugar.

 

–Bueno linda, ¿te gustaría quedarte a cenar?– preguntó la madre de Alexander–. Después de todo, somos la razón de que perdieras una tarde entera.

 

–Fue una tarde muy divertida para ser sincera, y creame que no fue perdida.– le dije. Guiñé un ojo a la pequeña Aisha que me miraba atenta en espera de una respuesta y por fin cedí–. Pero no me molestaría estar aquí otro rato. Podría ayudar a prepararlo si quieren.

 

–¡No!– gritaron los hermanos al unísono y los miré ofendida.

–No es que no sepas hacerlo amor, simplemente, creo que deberías dejarlo en manos de los expertos.– contestó Alexander y giré los ojos. Sé perfectamente que de los tres, yo fui la más desastrosa hoy, de eso no hay duda. Pero no era necesario tanto escándalo.

 

–Chicos, no se preocupen, Nial y yo estábamos pensando pedir la cena.– respondió Jessica. Solté una carcajada al ver a Alexander y Aisha con la misma cara de felicidad. Tienen más en común de lo que yo creí.

 

–Casi lo olvido, hicimos galletas para ustedes.– dije tomando de los brazos a los dos niños pequeños que tenía enfrente. Uno más maduro que el otro. Al menos se supone que así es, aunque en ese momento no se notaba diferencia.

 

–Cierto, esta es para ti mami.– dijo Aisha recobrando el sentido y extendiendo su pequeña manita.

 

–Y supondré que esa es para mí.– respondió Nial al ver la galleta en mi mano. Asentí y se la di.

 

Al principio no dijeron nada, se limitaron a hacer gestos y mirarse uno al otro. Hasta que por fin nos miraron a nosotros.

 

–Estás son....–empezó Jessica.

 

–Las peores galletas que he probado en mi vida.– concluyó Nial riendo.

 

–¡Cariño!– lo regañó ella y yo reí.

 

–Seamos sinceros chicos, ¿quién estaba encargado del azúcar?– Aisha y yo volteamos a ver a Alexander, que fingía no estar ahí y lo tomé de la mano–. Deberías probarla primero campeón, esto definitivamente sabe a sal.

 

–¿Sal? Por favor, ¡es imposible!– bufó. Volví a la cocina y tomé otra galleta para Alex. Al llegar la probó y giró los ojos–. Mierda, es sal.– dijo por fin y comprimió una sonrisa.

 

–Bueno, no creo que nos haya ido tan mal para ser la primera vez, ¿o si?– pregunté a Jessica y negó con la cabeza

 

–Por supuesto que no querida, es un error común.– aseguró sonriendo y luego Aisha me miró.

 

–Yo quería galletas Emm, ¿puedes traer galletas?– sonreí y asentí. Tomé la mano de Alexander.

 

–Volvemos en un momento, vamos por las galletas.– dije y salimos en dirección a la tienda.




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