En este basto universo (O quizás en otro) hay un planeta de 19.134 km de polo a polo orbitando una estrella amarilla de unos 13.927 millones de kilómetros de diámetro, un poco pequeña comparada con las otras; este planeta es el tercero en su sistema, con días de treinta y seis horas, a la distancia perfecta para tener la temperatura perfecta para albergar agua y vida en su superficie; empezó con bacterias y seres unicelulares, y luego crecieron en masas de múltiples células con las que la naturaleza jugó como un niño juega con plastilina.
Aparecieron plantas de todo tipo: musgos rastreros, árboles imponentes y flores hermosas; también las bestias, desde pequeños insectos hasta gigantescos cetáceos en el mar; criaturas que caminan, se arrastran, saltan, nadan y vuelan. Muchas evolucionaron y desaparecieron dejando solo sus fósiles como recuerdo, como los dinosaurios, o como ejemplo más reciente, los dragones y los duendes europeos, además, con la vida llegaron las almas, y con las almas llegaron los espíritus. Extraños e incompresibles seres de grandes capacidades. Sin embargo, todas las especies de plantas, bestias y espíritus que existen y existieron tenían su lugar, el equilibrio natural se mantenía, exceptuando alguna catástrofe natural de la que, con el tiempo, el mundo se recuperaba, una edad de hielo, un cataclismo volcánico, y en casos raros, un asteroide.
De entre todas las bestias del mundo surgió un grupo especial que destacó del resto: homo sapiens, primates que abandonaron su vida en los árboles y las adaptaciones físicas, cambiándolo por un aumento del tamaño de su cerebro. Se extendieron por todo el mundo y se diversificaron en varias razas y sub razas.
En las regiones medias de Europa apareció gente blanca y de orejas puntiagudas (Homo sapiens megalaftia) mientras en el norte, los enanos (Homo microsapiens) se extendían por toda Europa y por Rusia luego de siglos de formar sus sociedades en cuevas y adaptarse a ellas con cuerpos pequeños pero muy sólidos y firmes. En el mediterráneo surgió la gente ave (Homo sapiens harpya) con pequeños parches de plumas blancas en ciertas zonas del cuerpo. El lejano oriente es habitado por la gente serpiente morena (Homo sapiens naga) y por los ogros cornudos de ojos rasgados (Homo sapiens orcus).
Los negros (Homo sapiens mavros) luchan por sobrevivir en el hostil continente de origen de la humanidad y los gigantes de piel rojiza y grandes colmillos (Homo megasapiens) defienden lo que queda de su cultura a lo largo de América. Tienen luchas difíciles.
Múltiples razas y sub razas, todas diferentes y repartidas por todo el mundo, y aun así lograron acercarse lo suficiente para encontrarse, mezclarse, odiarse y tratar de matarse constantemente mientras continúan desarrollándose.
Casi toda la humanidad ha olvidado a los espíritus, algunos aún los recuerdan y reconocen en las leyendas antiguas, y los propios espíritus prefieren esconderse. Podrían salir y mostrarse al mundo, pero hay dos problemas: el primero es que su existencia y el conocimiento de la misma abre la puerta a recursos y poderes que no se pueden dejar a la mano de cualquiera. Y el segundo; las personas dan por sentado que saben cómo funciona el mundo, ya sea a base de fe o ciencia, cosas que los espíritus destrozan o retuercen.
En las praderas de Corona de Aragón, a finales del siglo XV, se estableció un pequeño poblado, formado por una generosa caravana de viajeros guidos por un grupo de monjes, quienes llamaron al pueblo Santa María. Dicho pueblo se convirtió en un refugio pacifico para el tiempo de conflictos de aquella época, y termino recibiendo nuevos habitantes de múltiples lugares, de la propia Aragón, hasta gitanos emplumados y nórdicos del norte, descendientes de vikingos, generando una cultura bastante rica y que aún se mantiene y se nota en los nombres tan variados y extravagantes que tienen algunos habitantes. El lugar incluso fue un enclave por un breve periodo, pero la mayor parte de su historia fue tan irrelevante que ni siquiera formo parte de los mapas de la región.
Poco más de una década después, en el 1551 llegó la noticia de que se había descubierto un camino a las indias a través del océano y la iglesia estaba enviando misiones a esa nueva tierra para evangelizar a los nativos salvajes. Un fraile de nombre Deucalión, sintió que era su deber unirse a dicha misión santa, abandono el pueblo y partió a las nuevas tierras junto con otros tres misioneros, pero solo volvió uno y un brazo amputado del fraile, fue lo único que los salvajes indios dejaron.
En honor a dicho suceso, el nombre del pueblo se cambió a San Deucalión y el fraile se convirtió en su santo, pero solo para ellos, ya que ni el Rey ni el Papa supieron nunca del suceso. La gente del pueblo también perdió las ganas de conocer a la gente más allá del mar, escuchando solo rumores de viajeros sobre gente que es más bestia que gente, de gran estatura y enormes colmillos que bailan con el diablo desnudos. El rechazo por estos hombres gigantes y bestiales lo hizo celebrar fiestas donde se burlaban y mostraban su desprecio por ellos; lo llamaron “Día de San Deucalión”.
Con el paso de los siglos, el mundo cambio, algunas cosas para bien, y otras muchas para mal, pero ahora San Deucalión ha sido alcanzado por la globalización, finalmente está en un mapa y tiene internet, entre otras cosas, el antiguo rencor hacia los indios ha quedado en el olvido, pero la fiesta del día de San Deucalión se mantiene, pero ha evolucionado para volverse más similar a un festival medieval bastante genérico, con algunas referencias a la cultura nativo americana (O lo que ellos entiendan de ella) y ahora es (Según la publicidad turística) un modo de homenajear a los héroes de ambos lados.