A Sigrid se le da bien la historia, no es perfecta, pero el examen de historia y ciencias sociales no es gran problema, aunque sean dos exámenes distintos, noventa minutos son suficientes para completarlo, es lo que tiene el vivir en un mundo de casi 19 mil kilómetros de polo a polo y con días de treinta y seis horas. El primero es para la historia general y los temas que hayan visto a lo largo del año, las edades de piedra, bronces, hierro, la división de las diferentes razas humanas, y detalles generales de la historia de España, nada interesante realmente.
Es el otro examen el que importa realmente. Es la historia del pueblo en el que viven, San Deucalión, un pueblito tranquilo y casi olvidado, tanto por el resto del país, como por su propia gente, que año tras año se sigue yendo a buscar mejores vidas en las ciudades o donde sea. No puede creer que ese vaya a ser su caso en breve.
Empiezan desde el siglo VII, cuando San Deucalión aun no tenía su nombre y solo era un campamento minero y un refugio para los cazadores de dragones y duendes, a quienes les atraían las menas de plata de la zona ¿O eran de oro? Sigrid nunca recuerda, sería más fácil si hubieran sido minas de diamantes o joyas. Para cuando los dragones se extinguieron y las minas se agotaron, halla por el siglo XII, se estableció un pequeño enclave liderado por monjes, que durante siglos dio cobijo a refugiados de varios sitios de Europa.
La niña trata de recordar los nombres de sus compañeros para recordar. Ella desciende de vikingos convertidos al cristianismo, Omar tiene las orejas puntiagudas y pelo lacio, pero un ancestro muy lejano vino desde el sur, Trea… es difícil saberlo, Avice es del francés, Cyprian es griego, y así. Enanos del norte frio, orejones de Europa central y gente emplumada de oriente; muchos de ellos huían de las guerras y conflictos y hallaron aquí su hogar, bajo la protección de la iglesia y de Dios. Sigrid desearía que también hubieran llegado personas con cuernos desde China, hubiera sido interesante. Aun así, las hambrunas y las enfermedades siempre estuvieron a la orden del día, así que el pueblo nunca creció demasiado. Quizás fue lo mejor, gracias a eso el pueblo nunca estuvo en los mapas hasta hace unos diez años, cuando el gobierno construyo una vía de ferrocarril cerca; les trajeron el tren, electricidad, internet y calles asfaltadas, al menos las principales.
Ahora llega la parte de la historia que más le frustra: la historia de San Deucalión, el santo del pueblo y quien le da su nombre. Bueno, realmente es santo solo para ellos. Era un buen hombre, que durante el siglo XVI quiso ayudar a llevar la buena voluntad de Dios y su palabra al otro lado del mar, a América, y lo único que regreso fueron sus pertenencias y un brazo mutilado que los salvajes gigantes rojos no alcanzaron a mordisquear y fue lo único que pudieron enterrar.
Les han dado múltiples nombres. Gigantes, indios, nefilim, la estirpe de Goliat, rojos, salvajes, etc. Seres de casi tres metros de alto, de piel rojiza y colmillos sobresalientes. No eran hombres, eran bestias carnívoras y adoradoras de demonios; lo único que Fray Deucalión quería era ayudarlos, y ellos respondieron con violencia. El rencor le duro al pueblo un buen tiempo, cambiaron su nombre a San Deucalión y dedicaron mucho tiempo a demostrar su odio por los gigantes. Mucho de su arte (Como los murales que adornan el interior y exterior de su iglesia) se dedicó a plasmarlos como monstruos y demonios, y en sus celebraciones jugaban a matarlos y a quemar monigotes representándolos. Pero la sociedad evoluciona, y sus fiestas evolucionaron también.
El día de San Deucalión (Un nombre tan irónico, como poco creativo), un día para celebrar el encuentro entre dos culturas y a los héroes de ambos bandos; al menos eso dicen los folletos turísticos. Ciertamente, aunque la gente del pueblo ha dejado a tras el odio infantil hacia los gigantes, no hay mucho interés en conocerlos demasiado, basta con leer los resúmenes de los estudiantes sobre el tema y sus modos de representarlos en las obras de teatro escolares.
El Dia de San Deucalión cae después de terminadas las clases, por eso los maestros aprovechan los exámenes para refrescar un poco la memoria histórica de sus estudiantes, y luego aún tienen que asistir a la escuela una semana más para ayudar a preparar los eventos de la fiesta. La verdad, a día de hoy el día de San Deucalión parece más un simple festival medieval que una conmemoración de algún hecho histórico especifico.
Sigrid termina su examen sin mucho problema. Tocar el tema de los gigantes no le gusta demasiado, puede que el mundo progresara, pero adorar demonios… aun cargan con muchos pecados del pasado.
La mayoría de estudiantes salen de sus aulas alegres por terminar sus exámenes, solo una semana más y estarán de vacaciones. Sigrid no es uno de ellos, su familia va a invertir las vacaciones en una mudanza, va a dejar su hogar, ya tuvieron que dejar a su perro con otra familia para que se acostumbre. ¿Por qué? ¿Porque tienen que dejar su hogar? Aquí están perfectamente bien, algunos dirían que hasta mejoran. Muchos granjeros están usando nueva maquinaria y técnicas más modernas. Su familia no las necesita, pero varios vecinos están muy contentos con ello ¿Cuál es la necesidad de irse? Sus padres apenas hablan del tema, se niegan a discutirlo.
Entre la mudanza y el tema de los gigantes, su mente se llena de frustración, que desahoga pateando un par de piedras de camino a su casa.
—Condenada mudanza, condenados gigantes —Dice, molesta y negándose a usar la palabra “Maldición”.
A solo unos kilómetros, la suerte está preparando una pesada broma. Un chico de dos metros de altura, ojos negros y dos caninos inferiores un tanto largos, no lo suficiente para salir de su boca cerrada, pero se hacen notar cuando habla. Un viajero, conocedor de grandes secretos, y enemigo de los grupos de poder, los que dominan al mundo frente a las pantallas, y los que lo hacen en secreto. Aunque por ahora no les presta demasiada atención, y ellos a él tampoco, solo es un vagabundo que vive y deja vivir tanto como le dejen vivir a él; su único interés está en los bosques, las selvas y las bestias.