JAMÁS DE LOS JAMASES TE LE ACERQUES,
CELOSA Y PRIMERA VEZ.
P.O.V Liam
—¿Entonces pasaste la noche con ella? Otra vez. —digo sorprendido.
—Bueno... Ella se me ofreció querido amigo. —responde encogiéndose de hombro. —, y ni modo de decirle que no, ¿O tú qué hubieras hecho en mi lugar?
—Primero, formalizaría con ella. Por cierto, ¿Tú no has pensado en hacerlo?
—¿Yo? —cuestiona entre risas. Asiento. — a ver, dejemos en claro un par de cositas. Yo, mi fiel amigo, jamás formalizaré una relación, que eso se te quede bien grabado, ¿De acuerdo?
—Sí, pero, ¿No crees que Brenda ya piensa que tú y ella son algo más que una simple pareja de acostones?
—No. Porque yo siempre que la veo se lo repito incontables veces. Y por el amor de dios ya deja de decir estupideces, que lo único que provocas es ponerme nervioso. —acota yéndose a su lugar de trabajo.
—¡Liam!
—¿Marlene? ¿Qué sucede? ¿Por qué vienes así? —pregunto preocupado al ver lo desaliñada que se encuentra.
—La jefa.... —susurra tratando de recuperar el aire. —, te necesita urgentemente.... en su oficina.
—¿Otra vez?
—Sí, al parecer necesita que la acompañes a unas compras. —explica un poco más calmada.
—Juro que en cuanto pueda me cambiaré lo más rápido posible de empleo. Mira que abusar de nosotros laboralmente sólo para sus usos personales no es nada ético. —Gruño.
—¿Así? —dice una voz a mis espaldas. Palidezco.
—Suerte amigo. —escucho decir a Jack al mismo tiempo que palmea mi vida hombro para después empezar a caminar lejos de nosotros.
—O-oh, jefa. ¡Q-qué milagro! —tartamudeo cuando la veo cruzada de brazos.
—¿Sí?, qué raro, porque justamente yo creía haber escuchado que lo último que usted quería era verme ahora. —comenta con sonora. Río nervioso.
—Y-yo hablaba de otra jefa. Sí, eso.
—Pues qué bueno que sea así, porque en cinco minutos te espero en el estacionamiento. —demanda autoritariamente para después empezar a caminar.
—Y-yo ahí la veo.
—¿Por qué le tienes miedo? —cuestiona Marlene a mi lado. Niego.
—No lo sé Marlene. No lo sé.
(..........)
—Bien. Hemos llegado.
—¿Es una tienda de ropa para hombres? —digo sorprendido al ver el local por el parabrisas.
—Sastrería, Lawrens. La tienda se llama sastrería.
—Huy, disculpa por no saber cómo se llama la tienda. —farfullo rodando los ojos con molestia.
—Como sea. Andando. —demanda una vez se ha quitado el cinturón de seguridad.
—¿Puedo hacerte una pregunta? —digo siguiéndola.
—Pero si la acabas de hacer. —responde sarcásticamente. Bufo —está bien... Pregunta.
—¿Qué hacemos aquí?
—No es obvio. —niego. —, venimos a vestirte.
—Pero, si yo ya estoy vestido. —acoto— ¿O es que acaso me ves que ando por la vida enseñando mi desnudez?
—Vamos a aclarar un par de cosas Lawrens. Sí tú serás mi novio falso, debes de por lo menos aparentar ser uno de verdad. Por lo tanto, debes de vestir.... Mejor—dice repasándome con la mirada. Me remuevo incómodo. —, pensar dos veces antes de hablar; porque cuando no lo haces dices un y mil tonterías. Ah y por si fuera poco debes de mejorar tu postura.
—¿Algo más su majestad? —articulo con sarcasmo.
—Sí. Debes de saber todo de mí. Como cuales son mis gustos, mis alergias, momentos de ocio, lugares favoritos, temas de interés, etc.—enumera mientras va caminando.
—Bueno, ahora que lo dices creo que en eso sí tienes razón. Ambos debemos de saber más del otro. —comento a lo que ella ríe estruendosamente.
—Eso no será necesario. —suelta.
—¿Cómo? —me detengo.
—Lo que escuchaste. Eso no será necesario
—¿Y por qué? —inquiero confundido todavía sin entender muy bien.
—Eh, bueno. Será por qué no va a ser estrictamente útil e importante.
—Pero si tu acabas de decir que.... —me interrumpe.
—Lawrens, lo que trato de decirte es que no es estrictamente necesario y obligatorio, que yo sepa todo de ti. Ya que yo con toda la facilidad del mundo puedo inventar cosas de ti sin tener el más mínimo miedo de ser descubierta, puesto que mi familia no te investigará ni nada por el estilo para saber si realmente digo o no la verdad. Así que solo debes de tener en cuenta una cosa y esa es que a ellos simplemente les importa que tanto sabes o no de mí.
Nada más. ¿Quedó claro?
—Sí. —murmuro como niño regañado.
—Perfecto. Ahora, andando.
Al entrar a la tienda lo primero que veo es a un sinfín de chicas delgadas, bien vestidas y maquilladas atendiendo y ayudando a varios hombres de buen porte y elevado estatus social.
—Bienvenido sea caballero. —saluda cortésmente una joven muchacha de piel clara y cabello rubio. —Mi nombre es.... —
—Jenn, es realmente muy amable de tu parte ofrecernos ayuda, pero lamento decirte que no la necesitaremos. Así que, si nos permites, iremos a ver la ropa. —interrumpe Mónica con palpable disgusto para luego arrastrarme del brazo hacia otro lado de la tienda. —Regla número uno: Tienes extra prohibido poder hablar, ver, chismear, opinar e incluso respirar si de ella se trata, ya sea porque está cerca tuyo o simplemente te dio el saludo. Jamás de los Jamases puedes quedarte con ella a solas. ¿Me he explicado bien? —gruñe caminando deprisa.
—De que te explicaste bien, lo hiciste. —digo tratando de alcanzar su paso. —, de eso no hay duda alguna. La cosa aquí, que yo todavía no logro comprender, es... ¿Cómo por qué no puedo acercármele? ¿Acaso es tu hermana, prima, sobrina, ahijada, amiga, comadre, cuñada o algo más?
—Lawrens, no tengo porque darte explicaciones que no son necesarias. —responde deteniéndose abruptamente haciendo que choque con su espalda. Se da la vuelta. —simplemente que no quiero tener que dar explicaciones a terceros en caso de que las cosas entre nosotros se tornen "raras". No soportaría el hecho de que me vieran la cara de idiota. Y menos si eres mi novio de mentira. Puesto que eso sería lo más subnormal, raro y humillante que algún día me podría pasar.