Contrato con el paralítico

Propuesta de empleo

Capítulo 

 

 

—Oh, Ari, es un bello detalle —manifestó Roberto lleno de alegría, me sujetó de la cintura y dio unos cuantos giros conmigo mientras mamá y mis otros dos hermanos observaban maravillados, yo había reunido durante varios meses de mi sueldo para poderle regalar a mi hermano el cuaderno con una gran cantidad de partituras para que pudiera practicar, y también cuatro clases en una academia de piano bastante reconocida de la ciudad, prácticamente me costó un ojo de la cara y hubiera podido gastarlo en mí, pero ver el rostro feliz de mi hermano Roberto no tenía precio. 

 

—Rayos, mejor tiraré mi regalo a la basura —intervino Nico en son de broma y todos reímos por lo gracioso que se vio casi echando la caja envuelta con un papel de colores al cesto de basura. Perdona que no todos tenemos para regalarte cuatro clases pagadas en la academia de piano más prestigiosa de la ciudad —soltó viéndome y le saqué la lengua como una niña.

 

—Eso no importa y ustedes lo saben, realmente me alegra muchísimo que Ari, se haya tomado la molestia de haber reunido tanto tiempo para este regalo, pero en realidad no puedo aceptarlo —expresó Roberto y abrí los ojos a más no poder.

 

—Oye, por qué —interpelé sorprendida.

 

—Es que Ari, necesitamos más el dinero, y sería egoísta de mi parte tomar esas clases, sabiendo que necesitamos tantas cosas aquí en la casa —expresó y mi rostro se tornó en tristeza, realmente no fue mi intención hacerlo parecer como un lujo que podíamos darnos, sino un esfuerzo el cual iba a beneficiarlo en su trabajo. 

 

—Oh, vaya, lo siento, yo… —intenté contestar y un nudo se formó en mi garganta, yo no tenía la valentía para confrontar una situación así, las lágrimas siempre me ganaban.

 

 —Esperen, qué acaba de pasar, ¿En serio estás rechazando el regalo de Ari? Por favor Roberto, pensé que eras más inteligente. Además, si las clases ya están pagas no creo que le den un reembolso —le hizo ver Nico y a decir verdad tenía toda la razón, si Roberto no asistía a las clases, entonces el dinero se perdería. 

 

—Mis niños —empezó mamá —. Ariel hizo un gran esfuerzo, si ella sintió en su corazón darle ese obsequio a su hermano, es porque lo ama mucho —miró a Roberto y le pellizco la mejilla—, ya acepta tu obsequio y dale un abrazo a Ariel —le pidió y él volvió a apretarme con fuerza, ambos reímos por ese momento tan incómodo y luego llegó el momento del pastel, cantamos cumpleaños a mi hermano y él sopló las velas. 

 

《 Espero que tus deseos se cumplan Roberto 》

 

Pensé contemplandólo con esperanza, ya que lo admiraba mucho, siempre lo vi como un ejemplo a seguir porque desde la niñez fuimos bastante unidos, eso no quería decir que yo no amara a Nico y Fabricio, empero sentía una conexión bastante estrecha con Roberto suponía que se debía al lazo que compartíamos con la música. Desde pequeña soñé estar en un gran teatro cantando y a mi hermano en el piano, juntos yendo a giras internacionales como los mejores músicos de todo el país, pero esos sueños únicamente se quedaron en eso.

 

Ya en la cama recostada contemplé la tarjeta con el número telefónico de Joel y reflexioné en ese asunto, ¿y si realmente eso me ayudaría y ya no era necesario volver al bar? A decir verdad, corría peligro en ese sitio, sin embargo, no tenía otro lugar donde trabajar, renunciar a ese, quería decir una entrada menos a la casa, un lujo que, definitivamente, no podíamos darnos.

 

Me permití consultar con la almohada para llamar a Joel y preguntarle de qué trataba el empleo, a fin de cuentas no iba a perder nada con preguntar. Si el trabajo no era conveniente para mí, entonces haría como si nada hubiera ocurrido y volvería al bar para seguir cantando, hasta que mi suerte cambiara algún día. 

 

***

 

Desperté muy temprano por la mañana, me fijé que Fabricio y Nico ya se habían marchado a la carpintería y mamá estaba en la cocina. Caminé por el pasillo y la puerta de Roberto estaba abierta, me adentré a hurtadillas y lo observé durmiendo con la boca abierta, sonreí llevándome una mano a la boca y seguí hasta la mesita de noche para tomar su teléfono, regresé a mi habitación y viendo el número en la tarjeta lo copié en el celular. Respiré hondo y oprimí para llamar, esperé y timbró al menos 4 veces, luego una voz soñolienta contestó del otro lado de la línea. 

 

—Hola —dijo entre dormido.

 

—Buenos días, señor Joel, soy Ariel. Le llamaba por… —intenté explicarle, pero me interrumpió. 

 

—¿Ariel? ¿Qué Ariel? —instó y me pasmé, pensaba que había marcado mal el número, pero en definitiva, al corroborar con la tarjeta era el mismo.

 

—Eh, es que usted me dio su tarjeta ayer, no sé si recuerda —expuse. 

 

—¡Ah, claro, claro, ya lo recuerdo! Perdona, es que estaba durmiendo y no asocié nada, pero Ariel, son las 6 de la mañana —declaró y sentí vergüenza. 

 

—Oh, vaya, perdone, no fue mi intención molestarlo. Si quiere le puedo marcar después —propuse y negó. 

 

—No, ya estoy despierto. De hecho, me daré una ducha y pasaré por ti, ¿está bien? —planteó. No obstante, realmente no sabía para qué, exactamente, pasaría por mí. 

 

—Es que yo… —aclaré la garganta—. Sabe, no sé…

 

—Ariel, la propuesta del empleo, debemos sentarnos a hablarla, te recomendé pasar por ti para llevarte a un restaurante, ahí desayunamos y te explico como va todo —detalló la información y comprendí un poco más, aunque no del todo.

 

—Entiendo, bueno, me parece bien.

 

—Ok, paso por ti a las 8, supongo que el mismo lugar donde te dejamos anoche, ¿cierto? 

 

—Sí, sí, yo bajaré y lo espero. 

 

—¿Te llamo a este celular? —cuestionó y dese luego que negué. 




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