Contrato de mentiras

8.La grieta

Dante's pov

No debería haber dicho eso.

No tan rápido. No tan claro.

Pero ver a Jasmine alejándose por ese pasillo, con los hombros tensos y los ojos llenos de algo que no era rabia, me arrancó las palabras sin filtro. “Vos no sos solo un papel.” Y aunque me juré que esto sería un simple contrato, no puedo fingir que no me dolió verla así. Como si yo fuera capaz de reemplazarla por alguien más.

Cuando llego a casa, ella ya está encerrada en su habitación. Y por primera vez desde que firmamos el maldito acuerdo, siento el impulso de cruzar esa puerta y explicarle algo que ni yo mismo entiendo.

Pero no lo hago.

Me encierro en mi despacho, con una copa de whisky y la única compañía de la culpa. Paso las páginas de un informe sin leerlas realmente. Mi mente sigue en ella. En cómo me miró cuando esa mujer me tocó el brazo. En cómo fingió que no le importaba, pero sus manos decían otra cosa.

Ella no es como las demás.

No se rinde. No me teme. Y cuando se enoja, tiene esa forma de levantar el mentón como si el mundo entero tuviera que pedirle disculpas. Me desespera. Me desarma. Y me hace sentir peligrosamente humano.

A la mañana siguiente, cuando la veo en la cocina con una taza de café en las manos, me tiento a hablar. Pero ella me ignora. Sigue con la vista fija en la pantalla del celular, como si no existiera. Y es irónico, porque soy Dante Baizen. Y estoy acostumbrado a que nadie me ignore.

Excepto ella.

—Sobre anoche… —empiezo, con la voz más baja de lo habitual.

—No hablemos de eso —responde sin mirarme.

—Jasmine…

—Fue solo una cena, ¿no? —dice, devolviéndome mis propias palabras con esa voz suave que hiere más que un grito—. Y yo soy solo un contrato. No hay nada que hablar.

Silencio.

—No es tan simple —le digo. Y me sorprende. Porque nunca antes había reconocido algo así. Porque nunca fue difícil con nadie más.

Ella finalmente me mira. Y por un segundo, veo algo en sus ojos. Algo roto. Algo que yo rompí.

—Tenés razón —susurra—. No lo es.

Y se va, dejándome con la taza vacía en las manos, y el corazón lleno de dudas que nunca quise tener.




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