Contrato de mentiras

11. Ella brilla. Y yo ardo.

Dante's pov

No pensé que algo podría incomodarme más que una sala llena de empresarios hipócritas, tragos caros y cámaras apuntando como rifles. Pero estaba equivocado.

Porque Jasmine Everwood acaba de entrar al salón.

Y no sé quién demonios le dio permiso para verse así.

Lleva un vestido negro ajustado, con la espalda descubierta y una abertura en la pierna que me dan ganas de llevarla de vuelta a casa ya mismo. Su cabello suelto cae como una cascada oscura sobre sus hombros y sus labios rojos curvan una sonrisa diplomática… para todos menos para mí.

Cada paso suyo es una declaración de guerra.

Y yo estoy perdiendo.

—La prensa ya llegó —me dice al llegar a mi lado, sin mirarme.

—Y vos te encargaste de asegurarte que no puedan ver otra cosa más que vos —respondo, con un tono más filoso de lo que pretendía.

Ella gira lentamente el rostro hacia mí, con una ceja arqueada.

—Estamos actuando, ¿no?

Sí. Actuando.

Entonces la rodeo por la cintura y la acerco a mí.

—Entonces actuá bien, Jasmine. Porque te juro que esta noche vamos a convencerlos de que no puedo vivir sin vos.

Su cuerpo se tensa apenas, pero no se aleja. Sus dedos se enroscan en mi solapa mientras los flashes comienzan a dispararse como metralla.

—Sonreí —susurro cerca de su oído—. O van a pensar que no te gusta estar casada conmigo.

—Lo que me cuesta es ocultar las ganas de ahorcarte —responde con esa dulzura venenosa que solo ella sabe manejar.

Y sonríe. Hermosa. Letal.

Durante la cena, todos se nos acercan. Políticos, inversores, colegas, periodistas. Todos quieren ver de cerca la “historia de amor” que tanto vende. Jasmine juega el papel a la perfección: ríe, se inclina hacia mí, me roza el brazo con intención. Pero lo que nadie ve… es cómo cada roce suyo me prende fuego.

El verdadero problema empieza cuando uno de los reporteros nos acorrala con una sonrisa falsa.

—Dante, Jasmine… ¿cómo fue que se enamoraron? ¿Hubo flechazo?

Jasmine duda. Solo un segundo. Yo tomo su mano.

—Fue lento. Doloroso, incluso —respondo, mirándola—. Pero inevitable. Como todo lo que realmente vale la pena.

Ella me mira. Y por un momento… deja de actuar.

Sus ojos, grandes y oscuros, parpadean confundidos. Su boca se entreabre, como si no esperara que yo dijera eso. Como si algo dentro suyo acabara de romperse un poco.

Y justo entonces lo sé: esto se está saliendo de control.

Porque por más que intente mantenerme frío, por más que repita que todo esto es un negocio…

...no puedo evitarlo.

Ella brilla. Y yo estoy ardiendo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.