Convénceme de quererte

Capítulo 2: POSITIVO

Llego a mi casa sintiéndome enferma. Tengo escalofríos en todo el cuerpo. En mi mente no puedo dejar de repetir la palabra POSITIVO. Soy fértil, voy a convertirme en una Vasija. La boca me sabe a bilis. Esto no puede estarme pasando. Me siento atrapada, mi destino dejó de ser mío y no hay nada que pueda hacer para remediarlo. No tengo opción. Si me rehuso a lo que el Buen Régimen dispone para mí me van a considerar una Salamandra, voy a terminar recluida en el Ministerio del Perdón asistiendo a terapias de rehabilitación del comportamiento en las que te intentan convencer de que cumplir con nuestros roles dentro del Buen Régimen ese único camino para ser felices o, peor, en una prisión en el Ministerio del Castigo en donde me van a obligar a obedecerlos por medio de torturas. Esas son todas mis opciones y ninguna incluye cumplir mi sueño.

Estoy tan alterada que no puedo ni girar el picaporte de la puerta de mi casa. Una vez que logro entrar, encuentro a mi familia sentada en el comedor; mis padres con cara de preocupación, mi hermano con expresión de aburrimiento y mi abuelo golpeando sus dedos contra la mesa rítmicamente como hace cuando está alterado.

—¡Melissa, te llegó esto! —me avisa Mauro en cuanto me ve entrar y señala a un paquete color gris que hay sobre el comedor.

Trago saliva, ya sé de qué se trata. Es el paquete de bienvenida que le entregan a las Vasijas. Me acerco al comedor con paso lento, como si el paquete contuviera una bomba a punto de hacer explosión. Supongo que en cierto sentido sí lo es, una bomba que va a hacer añicos mi futuro.

—La Nana que vino a dejarlo lamentó que no te pudiera ver para felicitarte en persona —dice el abuelo.

Las Nanas están a cargo del Ministerio de la Mujer y tienen la misión de enseñar a las Vasijas cómo comportase correctamente y desempeñar su papel en la sociedad.

—Cariño, mañana debes presentarte en el Centro de Maternidad a las 9 en punto —me avisa mamá con un tono de voz sosegado.

Papá hace una mueca de consternación. Debe temer que yo pueda explotar en cualquier momento y hacer un berrinche monumental.

—Sé que esto no es lo que esperabas, pero debes ser juiciosa, hija. De nada sirve intentar rehusarnos a cumplir con nuestro deber, debes pensar en tu bienestar y el de tu familia —me recomienda papá, ahora entiendo que lo que más teme es que vaya a rebelarme y que me meta en problemas con las autoridades. Todos sabemos bien lo que le sucede a los ciudadanos que no acatan las leyes.

Lo miro con ojos de pistola. Sí, sé lo que le sucede a la gente que se rebela contra el Buen Régimen. Jamás sería tan tonta como para ponerme a mí o a mi familia en riesgo, pero justo eso es lo más frustrante, el saber que no tengo opción. Voy a ser una Vasija, jamás saldré en televisión, jamás seré famosa, punto.

—Como sea —musito antes de tomar el paquete y subir a mi habitación.

Ni siquiera tengo el ánimo para azotar la puerta, siento como si me hubiera quedado sin batería. Me dejo caer sobre mi cama y hundo la cabeza en la almohada. ¿Por qué yo? ¿Por qué no cualquier otra?

Alguien llama a la puerta, mamá ni siquiera espera a que conteste para entrar.

—¿Quieres hablar al respecto? —me pregunta con voz apagada.

—No, no hay nada de qué hablar. Solo quiero estar sola.

Mamá se sienta al pie de mi cama y coloca su mano sobre mi pantorrilla.

—Lamento no poder acompañarte mañana… me gustaría poder estar ahí para apoyarte.

Mamá no asiste al Centro de Maternidad desde hace algunos meses cuando comenzó su menopausia. Las Vasijas están obligadas a asistir diario al Centro de Maternidad que se encuentra dentro del Ministerio de la Mujer, en donde les enseñan todo sobre cómo ser una mujer “ideal” para sus familias, hasta que termina su periodo de vida fértil. Una vez que sucede esto, las Vasijas pueden hacer con su día lo que deseen además de que recuperan algunas otras libertades como poder elegir qué comer sin darle tanta importancia al valor nutricional de los alimentos. Es una pequeña luz al final del túnel y mamá tenía sentimientos encontrados cuando sucedió pues estaba contenta de poder conducir y comer chocolates cuando quisiera, pero también dijo que extrañaría mucho a sus compañeras del Centro de Maternidad. A mí me parece terrible tener que esperar quién sabe cuántos años solo para poder conducir un automóvil o subir a un juego mecánico.

—Voy a estar bien —musito con desgana—. No quiero que papá y tú se preocupen de que pueda cometer alguna imprudencia.

—Yo sé que no, cariño, pero me apena verte afligida. Me gustaría que pudieras ver el lado positivo de esto: ¡Vas a formar una familia! Sé que tal vez no parezca la gran cosa comparado con ser famosa como querías, pero te aseguro que es un experiencia satisfactoria. Melissa, no tienes idea de cuántas mujeres sueñan con ser mamás y no pueden, tú eres afortunada. Sé que en este momento no logras verlo y suena a que solo estoy repitiendo propaganda del gobierno, pero ser madre es increíble, nada se compara con lo que se siente sostener a tu bebé en brazos, ni la fama, ni las riquezas, todo palidece en comparación…

—Sí, de acuerdo, ya entendí —la interrumpo de forma cortante porque no creo poder tolerar mucho más su cursilería—. Buenas noches, mamá.

Mamá me mira con una mezcla entre pena y decepción, pero no dice nada más. Simplemente esboza una ligera sonrisa que no llega a sus ojos y sale de la habitación.




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