Convénceme de quererte

Capítulo 4: Max Medina

(Narra Max)

Camino con los brazos detrás de mi espalda mientras superviso a mi Unidad en el campo de tiro. La realidad es que no hay mucho que practicar, mi Unidad es una de las mejores de todo Aequitalia, sus integrantes son la elite de los Caimanes, pero aún así debemos cubrir las cinco horas de práctica de tiro reglamentarias a la semana. Mi superior, el Mayor Buenfil, siempre está buscando un motivo para quejarse de mí ante la cabeza del Ministerio del Orden, el General Nuñez, y no cumplir con las horas reglamentarias de tiro le daría la excusa perfecta para acusarme una vez más. El Mayor me detesta del mismo modo que detestaba a mi antecesor, el antiguo capitán Gregorio Galeana. Aunque en realidad ni siquiera tiene una excusa válida para su rechazo hacia mí, creo que solo es el hecho de que sabe que yo siempre apoyé, y apoyaré, a Galeana y eso hace que el Mayor me considere un enemigo.

Mi teléfono comienza a vibrar dentro de mi chaqueta. Lo reviso discretamente para ver quién llama: Tamara. Sonrío. Ella sabe bien que no debe marcarme cuando estoy trabajando, pero es una regla que siempre ha ignorado. Así es Tamara, voluntariosa y persistente. Es difícil decirle que no a una mujer así. En los dos años que llevamos saliendo jamás le han importado los límites y las reglas de nuestra relación. Tamara es desenfrenada e irreverente, ni siquiera por consideración a mi posición de capitán se detiene. Han habido veces en las que incluso ha venido al Ministerio del Orden para que nos “fuguemos” en un día de pinta. Por supuesto que jamás he aceptado, este trabajo es un sueño hecho realidad y no pienso arriesgarlo por un desliz, mucho menos cuando tengo a Buenfil en el cuello día y noche. Además, si fallo como capitán no soportaría decepcionar a mi madre, a Gregorio, ni a mí mismo. Tamara no comprende bien eso, para ella su trabajo como bailarina contemporánea en el Ministerio de Armonía no podría verse comprometido si se toma un día personal solo porque sí o porque la encuentren charlando conmigo al teléfono en horario laboral, razón por la cual siempre insiste en marcar a horas imprudentes.

—Capitán, estas no son horas de estar distraído con el teléfono —me recuerda Beatriz, una integrante de mi Unidad.

—Gracias, Bea… —musito poniendo los ojos en blanco.

Tal vez el Mayor Buenfil no sea el único que se la vive buscándome fallas. Algunos de mis subalternos siguen pensando en mí como un igual, mi súbito ascenso a capitán irritó a varios, sobre todo a quienes me llevan algunos años, y muchos atribuyeron mi nombramiento como capitán de la Unidad 7 al favoritismo que nuestro antiguo capitán tenía por mí. Ya casi van dos años de eso y aún hay algunos, como Beatriz, que no lo superan. Pero poco me importa su opinión, yo sé que estoy aquí porque me lo gané y eso es todo lo que importa.

—No le haga caso a Bea, capitán. Usted puede hacer lo que le venga en gana. Seguramente Tamara desea saber a dónde la llevará a cenar esta noche —me dice Joel mientras apunta con su arma hacia el objetivo.

Sonrío mientras cruzo los brazos.

—Seguramente, Joel —le respondo.

—Es una chica guapa, merece que la lleven a lugares costosos —opina Víctor.

—Sí que lo es —comenta Joel.

—Lo sé —respondo pensando en lo guapa que es mi chica.

—¿Podemos dejar de hablar de nuestras vidas amorosas? Estamos entrenando, sean profesionales y separen su vida de Caimán de su vida privada —nos regaña Beatriz irritada.

Los tres la miramos de reojo con fastidio.

—¿Qué no fuiste tú la que tuvo un amorío con nuestro antiguo capitán? ¿Con qué cara nos pides que mantengamos la vida de Caimán y la privada separadas? —pregunta Joel haciendo hincapié en su hipocresía.

Beatriz se pone roja de coraje. Sabe que es cierto y que ella solita se metió el pie con ese comentario.

—Basta, concéntrense, Caimanes —les indico con aburrimiento pues no tengo ningún interés en empezar otra discusión entre miembros de la Unidad y Beatriz.

—Capitán Medina, el Mayor Buenfil desea verlo en su oficina —me indica un Caimán novato a mis espaldas.

Suprimo el gesto de desagrado que está a punto de asomarse en mi rostro. ¿Ahora qué quiere?

—Joel, encárgate de supervisar al resto de la Unidad —le ordeno antes de encaminarme fuera del campo de tiro.

 

Entro a la oficina del Mayor Buenfil sintiéndome ya a la defensiva. Con este hombre nunca se sabe qué esperar. Tal vez tuve algún error en mi reporte sobre los eventos de la última redada, tal vez me faltó cubrir algún entrenamiento con mi Unidad. Lo primero que noto cuando lo veo es que parece de buen humor, lo cual es sorpresivo, al menos él nunca está de buenas cuando está conmigo.

—¿Mandó llamarme, Mayor? —le pregunto en posición de firmes.

—Sí, capitán Medina, por favor, tome asiento —me indica el Mayor señalando una silla frente a su escritorio.

Siento una punzada de desconcierto, si me está invitando a sentarme es que lo que viene es grave. ¿Por fin encontró la manera de deshacerse de mí? Sería humillante ser recordado como el capitán con la carrera más corta en la historia del Ministerio del Orden. En estos momentos soy conocido como el capitán más joven, sería una lástima estropear mi legado solo por una rencilla personal con Buenfil.




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