(Narra Lucío)
Miro el mapa atentamente, intentando determinar en dónde se están escondiendo nuestro enemigos. Siento que la cabeza va a reventarme, odio sentir que alguien me está viendo la cara y eso es justo lo que estas Salamandras están haciendo, se están burlando de nosotros y nuestro sistema de seguridad, no lo soporto.
Alguien llama a la puerta de mi oficina.
—Largo —contesto de mal modo.
Nando ignora mis deseos y entra de todos modos. Lo que sea que quiere debe ser importante pues él normalmente me obedece a la primera. El teniente Nando Novoa es mi segundo al mando y mi hombre de más confianza, él sabe bien lo mucho que odio ser interrumpido así que no lo hace a menos de que tenga una razón de peso para ello.
—Lo siento, capitán, pero es necesario que le entregue esto —dice al tiempo que se encamina hacia mi escritorio y coloca un sobre gris sobre él.
—¿Qué diantres es eso? —preguntó sin prestarle atención.
—Lo enviaron para usted del Comité de Asigna…
—¡Lozano! ¡Mi oficina, ahora!
La voz del Mayor Buenfil en el pasillo hace que los dos nos sobresaltemos. Olvidando de inmediato a Nando y lo que sea que venía a decirme, salgo disparado para atender el llamado del Mayor. Si de algo no nos podemos dar el lujo los Caimanes es de disgustar a nuestros superiores. A paso decidido, entro a la oficina del Mayor, quien me espera sentado detrás de su escritorio con una sonrisa socarrona.
—Capitán Lozano, tome asiento que hoy es su día de suerte —me informa el Mayor.
Hago lo que me dice de inmediato, deseando que esté hablando en serio y esta no sea otra de sus bromas de mal gusto.
—Soy todo oídos, Mayor —le respondo mirándolo atentamente.
El Mayor se recarga en el respaldo de su asiento con aire tranquilo.
—Dígame, Lozano, ¿qué ha escuchado acerca de la situación en el Distrito 14?
Frunzo el ceño confundido, ¿me está preguntando acerca del Distrito 14? Nosotros vivimos en el Distrito 1, mejor conocido como el Distrito Central, la capital de Aequitalia y el centro de todo lo relevante que ocurre en nuestra nación, poco importan los otros distritos y mucho menos el 14, que probablemente ni siquiera está habitado más que por un montón de granjeros… ¿qué situación podría haber en el Distrito 14? ¿Escasez de vacas?
—Ya veo por su expresión petulante que no tiene idea de a lo que me estoy refiriendo, Lozano —observa el Mayor con verdad—. Supongo que no es su culpa, el Buen Régimen se ha esmerado por no alarmar en vano al público y se ha controlado mucho la información sobre lo que pasa en ese distrito, pero me temo que no son buenas noticias… nuestros enemigos han aprovechado que la atención de las autoridades está enfocada en el Distrito Central y se han estado apoderando poco a poco de territorios que nosotros hemos descuidado. Las Salamandras han comprado lealtades de ciudadanos que, por distintos motivos, se sienten olvidados por el régimen y se han ganado su apoyo. Me temo que poco a poco el Distrito 14 se le ha ido de las manos al Buen Régimen, pero nuestro líder ha decido que ha llegado la hora de detener esto. Hemos decidido enviar a una Unidad Caimán para sofocar el movimiento enemigo y recuperar el territorio. ¿Sabe a quién enviaremos?
Mis ojos brillan solo de pensar en la oportunidad que esto representa para mi carrera. Recuperar todo un distrito a nombre del Buen Régimen es una proeza nunca antes hecha por un capitán Caimán, sin duda pasaría a los libros de historia de Aequitalia. Ya me imagino las medallas y reconocimientos que recibiré si tengo éxito en esta misión.
—¿A quién? —pregunto, dejando volar mi imaginación.
—Al capitán Galeana y su Unidad 7.
Su respuesta es como un balde de agua fría, en un instante puedo ver todos los reconocimientos que creí que recibiría en manos de Galeana, mi competidor número uno. Mi estomago comienza a hervir en ira, ese Galeana siempre está robándome la atención y los logros. Ha usado el hecho de que su suegro es el Ministro de Prensa y Propaganda para hacerse de fama en todo Aequitalia, no existe un capitán Caimán más famoso que él, todas las misiones importantes las asignan a su Unidad y lo detesto por ello.
—No, cualquiera menos Galeana —logro musitar a través de mi coraje.
—Lo siento, Lozano, no es decisión mía sino del General Nuñez. A menos que…
—¿A menos que qué? Por favor, Mayor, si hay algo que pueda hacer para que me asignen la misión, dígalo —expreso en un tono casi suplicante, me rehuso a perder una oportunidad así a manos de Galeana.
—Supongo que el General estaría muy dispuesto a asignarle la misión a la persona que le hiciera un favor personal… —dice en tono sugestivo.
—¿A qué clase de favor se refiere? —pregunto con suspicacia.
Buenfil arroja un folder amarillo sobre el escritorio para que lo tome. De inmediato lo abro, es el perfil de un novato que está esperando ser asignado a una de las Unidades para su periodo de prueba. Reviso rápidamente la información del documento: Leonardo Luján, 19 años, estatura: 1.65cm, peso: 52kg… vaya que es un chico menudo… puntuación general: ¡615! Jamás había escuchado a nadie con una puntuación tan baja que no haya sido expulsado de inmediato del Ministerio, pero por más que busco en el documento no encuentro su fecha de salida. Confundido, regreso la mirada al Mayor.