Convénceme de ser tuya

Capítulo 3: El accidente

(Narra Lorena)

Llego al apartamento sintiéndome enferma de preocupación, toda la emoción que sentía por ser una Vasija y por mi asignación de pareja se ha convertido en angustia pura. Si ni siquiera la Vasija más famosa de todo Aequitalia es realmente feliz con su vida, yo no tengo ninguna oportunidad de serlo.

Tiemblo solo de pensar en las cosas que Greta dijo sobre los Caimanes. Lo peor es que no hay nada que pueda hacer para evitarlo, mi destino está sellado.

Me dejo caer sobre una de las sillas del comedor y hundo mi rostro en mis manos, no tengo ganas de llorar, solo tengo deseos de esconder mi cara del mundo y esperar que, con suerte, el mundo se olvide de mí.

La puerta principal se abre, Leo está en casa. Me enderezo en mi asiento y pongo mi mejor cara, no quiero que mi hermano se preocupe por mí, ya bastante tiene con tener que soportar los maltratos de los Caimanes él mismo, no quiero cargarlo con mis problemas cuando no puede hacer nada para ayudarme, nadie puede.

—¿Lista para irnos a acampar? —me pregunta entusiasmado mientras se quita la chaqueta de su uniforme.

Suelto un largo suspiro lleno de cansancio.

—No lo sé, Leo… tal vez no es buena idea… —sé que ya había accedido, pero mis ánimos están por los suelos y no siento deseos de pasar la noche a la intemperie en una casa de campaña mal armada.

—Vamos, Lorena, ya habías dicho que sí —insiste haciendo puchero.

—Lo sé, pero…

—Pero nada. Será divertido, lo prometo.

Los ojos suplicantes de mi hermano son más fuertes que mi voluntad, soy incapaz de negarle nada. Además, puede ser el último momento alegre de mi vida.

—Bien, empacaré mis cosas —cedo sin mucho ánimo.

En una mochila meto algo de comida, agua, una muda de ropa abrigada y un kit de primeros auxilios. Leonardo hace exactamente lo mismo en una mochila igual. Nos toma menos de una hora estar listos, metemos las maletas y la casa de campaña en la cajuela y partimos hacia el Bosque de la Igualdad.

Miro distraída por la ventana conforme el coche avanza, absorta en mis propios pensamientos. Contemplo cómo vamos dejando atrás la ciudad y entramos a la zona despoblada que precede al bosque. Después comenzamos nuestro acenso, el bosque se encuentra en una zona elevada y para llegar hay que cruzar una montaña de camino sinuoso.

—Leo, ¿puedo hacerte una pregunta? —rompo el silencio cuando mis preocupaciones son demasiado grandes para seguirlas guardando en mi interior.

—Claro, lo que quieras —responde mi hermano en tono casual sin despegar la vista del camino.

—¿Son muy duros los Caimanes contigo?

Leonardo suspira.

—No solo conmigo, con todos los novatos —responde encogiéndose de hombros—. Pero eso es normal, los Caimanes son tipos rudos.

Hago una mueca de dolor que él no ve por ir conduciendo.

—¿Son crueles? —inquiero con miedo.

—¿Crueles? —repite él como si la palabra lo sorprendiera—. Mmmm…. Odian a las Salamandras y no muestran compasión con ellas, si a eso te refieres.

—¿Y con los que no son Salamandras? ¿Cómo son con el resto de la gente?

Leonardo frunce el ceño, parece confundido por mis preguntas.

—¿Te refieres a los Buenos Ciudadanos? Los Caimanes viven luchando por la seguridad de la gente respetable de Aequitalia… son heroes.

Suspiro con malestar. Me da la impresión de que Leonardo solo está repitiendo lo que le obligan a decir, que los Caimanes nos protegen de nuestros enemigos y que debemos estarles agradecidos; no se atreve a confesarme la verdad, ni siquiera a mí que soy su hermana.

—¿Conoces al capitán Lucio Lozano?

Leonardo abre los ojos como platos, desconcertado por tanta pregunta, yo nunca muestro ningún interés por los Caimanes y ahora no dejo de interrogarlo respecto a ellos.

—Sé quién es y lo he visto algunas veces de lejos, pero ¿conocerlo? No en realidad. Un capitán de su talla jamás perdería el tiempo con un novato como yo, jamás he hablado con Lozano ni con ninguno de los otros capitanes —me confiesa con una sonrisa.

—Ya veo… —contesto decepcionada—, pero algo debes haber escuchado de él… quiero decir, debe tener fama de algo… ¿es aficionado a la bebida? ¿Le gusta lastimar a los más débiles?

Leonardo suelta una sonora carcajada por mis preguntas.

—¿De cuando acá te interesa si el capitán Lozano consume bebidas alcohólicas? —inquiere riendo—. Por favor, Lorena, ya basta de tanta pregunta. Me parece que alguien te estuvo llenando la cabeza de tonterías. Hermanita, ya sé que te preocupas por mí, pero te prometo que estaré bien. Es difícil ser un Caimán, no voy a mentirte, muchas veces he pensado en tirar la toalla, el entrenamiento ha sido arduo y no siempre recibo los mejor tratos de mis colegas, pero es lo que deseo. No sientas que tienes que protegerme de esto, quiero ser parte del Ministerio del Orden aunque sea difícil, en verdad que sí.

—Al menos dime si Lozano es un hombre violento —le pido irritada.




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