(Narra Lorena)
Subo de inmediato al autobús y tomo asiento en la parte trasera, es mejor estar hasta el fondo en donde voy a llamar menos la atención. Sigo dudando de lo que estoy haciendo, es una completa locura que puede costarme la vida, pero entregarme voluntariamente y confesar lo que sucedió me metería en problemas de cualquier modo así que al menos de esta forma estoy dándome una oportunidad de sobrevivir. Mi plan obviamente no es hacer una carrera en los Caimanes fingiendo ser un hombre por el resto de mi vida, en cuanto llegue al Distrito 14 encontraré la manera de escapar de la Unidad y buscaré trabajo en alguna granja a cambio de comida. Sé que la gente del campo es menos propensa a seguir las reglas al pie de la letra que nosotros en el Distrito Central, en donde desde pequeños se nos inculca obediencia absoluta. Allá puedo encontrar alguna familia dispuesta a doblar las reglas a cambio de mano de obra barata. Al menos eso espero.
Aún no he conocido al capitán de la Unidad 4 y temo que quiera presentarse conmigo, así que intento hacerme a la idea y me repito a mí misma que no debo ponerme nerviosa. Entre más tranquila me mantenga, mejor podré interpretar mi papel. Sé que me estoy arriesgando demasiado entrando voluntariamente a un grupo de personas sádicas que disfrutan del dolor ajeno, pero esto solo será temporal. Tengo que ser fuerte y aguantar hasta que logre huir.
—Tu eres el nuevo, ¿eh? —me pregunta un Caimán sentado frente a mí al tiempo que estira su mano para saludarme—. Yo soy Tomás Tapia.
—Leonardo Luján —lo saludo estrechando su mano, sorprendida por el tono tranquilo de su voz. A primera vista no parece tan temible.
—Vaya que eres un chico pequeño, pero debes tener una fuerza descomunal para haber llegado hasta aquí —comenta Tomás a modo de conversación.
Niego lentamente, si él hubiera visto la dificultad que tuve para subir mi maleta al compartimento inferior del autobús entendería lo absurdo de su comentario.
—Entonces, ¿eres rápido con las armas, Luján? —pregunta.
—¿Rápido?
—¿Tienes buena puntería? ¿Eres un estratega sin precedentes? —Tomás lo que busca es darle sentido a que alguien con mi aspecto esté aquí y no lo culpo por ello.
—Eh… ejem… —¿debo mentir? Temo que si alardeo de cualidades que no poseo, Tomás pueda querer comprobar si digo la verdad en cuanto lleguemos a nuestro destino y me haga pagar caro cuando descubra que quise engañarlo.
—Algo tienes que tener para que Lozano te haya admitido entre nosotros, él es bastante selectivo con la gente a la que deja formar parte de su Unidad —concluye Tomás con la frente arrugada.
—¿Lozano? —pregunto con voz temblorosa.
—Nuestro capitán —responde como si yo fuera tonta, confirmando mis peores miedos.
Lucio Lozano, mi pareja asignada, es el capitán de la Unidad 4. Acabo de entrar voluntariamente a una misión con el hombre del que estoy huyendo. Siento que voy a desvanecerme de la impresión, pero no hay tiempo para reacciones tan dramáticas. En ese momento, el chico que fue ayer a buscarme al apartamento sube al autobús, seguido del hombre más guapo y varonil que he visto en toda mi vida. Sus penetrantes ojos verdes pasan por su Unidad, su aire de superioridad no deja lugar a dudas de que se siente amo y señor de todo lo que mira. Ese es Lucio, lo reconozco por las fotografías que he visto de él en los diarios, aunque en persona resulta mil veces mas imponente. Tras recorrer a sus hombres, sus ojos me encuentran, un brillo peculiar aparece en ellos al tiempo que una media sonrisa se dibuja en sus labios, lo cual acentúa un poco más su barbilla partida. Trago saliva, sintiendo que voy a derretirme bajo la intensidad de su mirada. Su aire presuntuoso crece al verme y por momento temo que va a adivinar que soy suya de maneras que no imagina.
Me aferro con fuerza al asiento de enfrente, en donde está sentado Tomás, como si estuviéramos en un avión que va en picada al suelo hasta que Lozano quita los ojos de encima mío. Mis pulmones se llenan de aire, ni siquiera me había dado cuenta de que estaba conteniendo la respiración.
—Muy bien, presten atención —dice a todo pulmón el capitán con una voz masculina llena de cadencia—. Está misión es crucial para la Unidad 4. No quiero errores. Tenemos un objetivo y ese es eliminar Salamandras.
El autobús entero suelta un grito gutural que denota entusiasmo, como gorilas apoyando a su líder, lo que me hace brincar en mi asiento. Estoy completamente fuera de lugar entre esta gente y no sé si logre sobrevivir siquiera el recorrido de ida.
—El teniente Novoa va a asignarles su función en cuanto lleguemos a nuestro destino. Espero que todos muestren su mejor desempeño, estaré mirando de cerca a cada uno de ustedes —nos advierte el capitán con voz grave.
Lozano toma asiento hasta delante junto con el teniente Novoa al tiempo que el autobús arranca hacia nuestro destino. Me hundo en mi lugar mientras analizo con la mirada las numerosas espaldas de los Caimanes frente a mí. Casi al frente noto que hay dos mujeres Caimanes sentadas juntas, por un momento me siento aliviada, al menos no soy la única chica aquí, pero luego una de ellas se gira y con solo ver su cara de pocos amigos me doy cuenta de que ellas no son nada como yo. Claro, una mujer debe ser bastante ruda para llegar tan lejos en los Caimanes, no podía esperar algo distinto.