Convénceme de ser tuya

Capítulo 8: El gato y el ratón

(Narra Lucio)

Doy un sorbo al zumo de naranja mientras miro el horizonte. Qué distinto es este paisaje del que estoy acostumbrado a ver todos los días en el Distrito Central, aquí todo es espacio abierto y aire fresco, nada de edificios que tapen el sol y autos haciendo sonar sus bocinas de forma frenética. Cuando acabe la misión debo recordar salir más seguido de la ciudad, creo que me vendría bien. Tal vez visite a mi padre, hace tiempo que no lo hago.

—¿Todo en orden, capitán? —pregunta Nando a mis espaldas—. ¿Irá a las regaderas?

—En un momento, adelántate con los demás —le respondo sin quitar mi vista del paisaje.

Prefiero esperar a que todos terminen de asearse y hacer lo propio mientras la Unidad desayuna. Esos momento de calma y soledad robados me vienen bien y me ayudan a aclarar mis pensamientos. Siento la presión de esta misión en los hombros, estoy muy tenso y se me ha dificultado dormir, debo aprovechar cualquier pequeña ocasión que se me presente para relajarme un rato y estar de pie bajo el chorro de agua en soledad puede que ayude con mi objetivo.

Me quedo un rato más observando la vista mientras termino mi bebida hasta que uno de los Caimanes apostados en esta base llega para informarme que el Mayor Buenfil está al teléfono solicitando hablar conmigo. La señal de celular es casi nula fuera del Distrito Central, así que durante las siguientes semanas solo podré comunicarme a través de líneas fijas. Con pesar, vuelvo a la base para tomar la llamada. Afortunadamente, el Mayor está de buen humor está mañana, por lo que nuestra plática se hace tolerable. Buenfil solo desea saber cómo vamos y si hemos tenido algún contratiempo hasta ahora; sin muchas novedades que reportar, la llamada es breve, pero dura lo suficiente como para que la Unidad ya haya terminado de asearse y esté tomando su desayuno en el comedor de la base.

Ahora tendré que apresurarme para estar listo a las ocho que sale el autobús. Entro a la barraca y me dirijo hacia las regaderas, me sorprende escuchar el agua correr. Posiblemente alguno de mis hombres esté atrasado. Me encojo de hombros, nada puedo hacer al respecto, supongo que no podré tener mis minutos de soledad como quería.

Entro a las regaderas y me quedo estupefacto ante la escena que encuentro. Bajo una de las regaderas hay una chica despampanante enjuagando su rubia cabellera. Me congelo en mi lugar unos segundos mientras observo su hermosa figura bajo el agua que cae, me pierdo mirando las gotas que escurren por sus bien definidas curvas. Anonadado, miro a la hermosa chica sin poder apartar los ojos hasta que caigo en cuenta del mal que estoy haciendo, estoy espiando a una desconocida como si fuera un depravado sexual. Es obvio que me equivoqué de cuarto y entré al que está asignado a las mujeres. Es la primera vez que estoy en esta base así que bien me pude haber confundido. Sé que ella no pertenece a mi Unidad, las únicas dos mujeres bajo mi mando son de cabello oscuro, seguramente es una Caimán apostada en esta base. Abochornado por mi error y mi insistencia en verla, me giro para salir rápidamente, pero en cuanto mis ojos miran la barraca con las literas me doy cuenta de que efectivamente yo no me equivoqué: aquí fue donde pasé la noche con mis hombres, estoy seguro. Me vuelvo a girar para ver a la chica, ella no tiene idea de que estoy aquí pues se encuentra de espaldas con los ojos cerrados, disfrutando de la sensación del agua sobre su bonito cuerpo. Miro hacia los lados confundido, ¿quién es esta persona y por qué está en las regaderas asignadas a mis hombres? De pronto, noto la ropa a unos pasos de ella, el pesado abrigo con hombreras falsas y el inconfundible gorro tejido del chico nuevo. Siento un golpe al estómago cuando caigo en cuenta de la verdad: frente a mí se encuentra Leonardo Luján… o al menos la persona que pretende hacerse pasar por Leonardo Luján. Con la sangre hirviendo de coraje, pues no hay cosa que deteste más que me vean la cara, salgo de las regaderas a zancadas, la puerta se azota fuertemente cuando salgo, pero poco me importa, voy echando chispas. ¿Quién es esta mujer y por qué cree que puede engañarme?

Entro al comedor y busco frenéticamente a Nando. Mi subalterno nota mi presencia casi de inmediato y se levanta de su lugar para caminar hacia donde yo estoy. Sin decir una palabra, le hago una seña con la cabeza para que salgamos de la base. Una vez que ambos estamos fuera, lejos de oídos curiosos, me permito explotar.

—Es una mujer, Leonardo es una mujer —declaro con la voz cargada de coraje.

—¿Qué? —pregunta Nando, confundido.

—¿Eres sordo? Te estoy diciendo que el chico nuevo, Leonardo Luján, es en realidad una mujer —le explico furioso.

—Bueno, capitán, debo admitir que a mí en ocasiones también me da la impresión de ser bastante afeminado, pero siento que lo está llevando demasiado lejos…

—No, pelmazo, te estoy diciendo la verdad. Leonardo literalmente es una chica —repito en voz un poco más alta.

—¿Cómo puede estar tan seguro?

—Novoa, te estoy diciendo lo que es. Lo acabo de ver… mas bien LA acabo de ver en las regaderas. Es una chica, no me cabe duda.

—¿Está seguro? Ya le digo yo que a veces da esa impresión, pero eso es porque tiene rasgos muy delicados… —Nando utiliza un tono condescendiente que me exaspera, como si pensara que he perdido la cabeza.

—¡Diantres! ¿No escuchas? La vi completamente desnuda, es una mujer de pies a cabeza. ¿Crees que no puedo distinguir a una mujer cuando la veo? —pregunto molesto—. Te aseguro que se trata de una chica.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.