Convénceme de ser tuya

Capítulo 11: Mi presa

(Narra Lucio)

Abro los ojos en cuanto salen los primeros rayos de sol, hay mucho por hacer, mis Caimanes y yo debemos registrar la zona entera en busca de actividad enemiga, lo que significa que recorreremos kilómetros y kilómetros lidiando con pobladores hostiles y necesitamos ponernos en marcha cuanto antes; pero principalmente me levanto temprano para poder verla a ella. De forma inconsciente algo en mí no aguanta las ganas de contemplar esos bonitos ojos que siempre parecen desconcertados y esos labios que siempre dicen lo incorrecto.

Me siento sobre la cama y me giro hacia la esquina de la habitación, en donde la pequeña impostora duerme profundamente sin tener idea de que la observo. Por primera vez la veo relajada, su rostro no delata ninguna preocupación, al contrario de lo que sucede cuando está despierta. Aún con ese bobo gorro ocultando su cabellera, es hermosa. Ardo en deseos de tomarla en brazos y traerla a la cama conmigo, quiero que sea mía, ya no puedo aguantar más, pero este juego apenas ha comenzado y aún me queda mucho por averiguar sobre quién es esta mujer y qué es lo que hace aquí. Algo en mi interior me asegura que no representa ningún peligro para mi Unidad, quien sea que es ella no se trata de una Salamandra, pero debo admitir que su respuesta de anoche me desconcertó. La chica sabe que el verdadero Luján no tiene padres y que fue criado por su abuelo. Eso me indica que tuvo acceso a su expediente, por lo que no se trata de una chica inocente cualquiera, tiene conexiones en alguna parte y sin duda tiene un motivo para infiltrarse en mi Unidad, es solo que no tengo la menor idea de cómo averiguar sus intenciones. Por lo pronto, la mantendré lo más cerca posible, seguiré todos sus movimientos y esperaré a que ella sola se delate, definitivamente no es una espía profesional ni por asomo, es torpe y mala mintiendo, así que no dudo en que voy a poder dar con el fondo de esto en unos cuantos días. Mientras tanto, seguiré divirtiéndome de lo lindo viendo cómo se sonroja ante los comentarios y las situaciones que pongo ante ella.

La pequeña impostora está profundamente dormida, a todas luces no es Caimán o estaría habituada a levantarse al alba como nosotros. Deduzco que es un ciudadano común que no empieza sus actividades hasta más tarde. La observo mientras intento pensar en una explicación para su presencia aquí, pero es difícil pues mi mente se distrae a cada rato pensando en lo que se sentiría besarla, acariciar su tersa piel, hundir mi nariz en su cabellera rubia…

Siento una punzada de ternura al notar que mientras duerme, mueve su nariz de arriba abajo como si le picara, asemejando el movimiento que hacen los conejos.

La intensidad de mi mirada debe haberla perturbado, pues poco a poco comienza a despertar. Empiezo a alistarme rápidamente, fingiendo que estoy ocupado y que no acabo de perder los últimos diez minutos observándola embobado. Aún con los ojos cerrados, la chica comienza a estirarse perezosamente, posiblemente no tiene noción de dónde está pues aún se encuentra entre el mundo real y el de los sueños.

—Anda, Luján, levántate que no te traje a holgazanear —digo con voz firme para desconcertarla.

Mi treta sirve pues la chica se incorpora de un brinco.

—Sí, capitán —dice apresurada con voz ronca.

Un mechón de su cabellera se escapa del gorro tejido en el momento que se levanta de la cama.

—¿Dormiste con el uniforme, Luján? ¿Qué clase de costumbre de vagabundo es esa? —la reprendo en tono severo, girándome hacia otra parte para darle oportunidad de que se percate del mechón suelto sin delatar su disfraz ante mí. Quisiera ver su cara sonrojada por mi observación, pero es más importante que no delate su mentira tan pronto, aún me queda mucho por averiguar y sería una lástima parar el juego apenas empezando.

—No… es… yo… —balbucea la chica nerviosa.

En eso caigo en cuenta del motivo por el que durmió con ropa: ¡yo estaba aquí anoche! Claro que no podía cambiarse frente a mí sin echarse de cabeza. De ahora en adelante voy a ser más cuidadoso, buscaré una excusa para salir de la habitación para darle algunos minutos para que pueda desvestirse con confianza sin temor a que la descubra. Ya se me ocurrirá algo.

—Como sea, Luján, ve a darte una ducha antes del desayuno. No quiero un Caimán maloliente en mis filas —digo  señalando la puerta del baño.

La pequeña impostora asiente y se dirige al baño a toda prisa. Cierra la puerta, o al menos eso es lo que ella cree puesto que unos minutos después escucho la puerta chillar levemente. La cerradura debe tener alguna falla y ahora la puerta se encuentra entreabierta, no mucho, solo lo suficiente para permitirme un vistazo de lo que sucede adentro. La chica ya está dentro de la regadera, el cancel está empañado, pero aún logro apreciar su esbelta silueta. El deseo de entrar con ella bajo el agua y hacerla mía me quema por dentro. Doy un paso al frente, considerando si seguir ese impulso primitivo o contenerme. Estoy a nada de lanzar el buen juicio por la borda y entrar intempestivamente a la regadera con ella, pero la voz de Nando llamando a la puerta desde el pasillo me regresa a la realidad.

—Capitán, ¿ya se levantó?

Llego a la puerta de dos zancadas y la abro de un tirón con expresión iracunda.

—¿Quién crees que eres para venirme a despertar como si fuera un niño? ¿Mi madre?  Nando da un paso hacia atrás con el rostro pálido.




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