(Narra Lucio)
Mis Caimanes y yo pasamos todo el día registrando algunas de las granjas de los alrededores, es claro que la mayoría de los residentes nos ven con recelo, pero cooperan de mala gana pues temen sufrir represalias de nuestra parte. Nando anota discretamente cada una de las actitudes sospechosas que percibimos de los locales con los que nos topamos para llevar un registro de posibles colaboradores de Salamandras, espero apresar a varios antes de que la misión concluya. Entre más manzanas podridas remueva de la sociedad, mejor quedaré con mis superiores. Esta será la misión que le dé un giro radical a mi carrera, puedo sentirlo.
Regresamos al complejo casi al ocaso, todos estamos agotados fisicamente, pero emocionados por haber comenzado con la misión. El entusiasmo de la Unidad se siente en el aire, por eso no me sorprende en absoluto la petición que Nando me hace en nombre de todos.
—Capitán, los hombres se preguntan si nos autoriza una noche de celebración... ya sabe, lo de siempre, nada demasiado elaborado —me dice con una media sonrisa.
Resoplo como si lo estuviera considerando, la verdad es que no tengo ningún inconveniente; es más, esas noches de celebración me divierten y las encuentro muy útiles pues los Caimanes rinden más cuando están relajados, pero es mejor mantener una imagen de autoridad y de que no soy tan fácil de convencer.
—Supongo que está bien, siempre y cuando mantengan en mente que mañana debemos madrugar. Mas les vale que ninguno se quede dormido o lo pagará la Unidad entera —le advierto.
—Por supuesto, capitán. Gracias —dice Nando antes de darse la media vuelta para informarle a todos de mi decisión.
Los Caimanes se comienzan a movilizar de inmediato. Veo a unos entrar al complejo en busca de bebidas con las cuales brindar mientras que otros comienzan a preparar la fogata.
Decido cambiarme el uniforme antes de que empiece la celebración. Al entrar a la habitación lo primero que hago es buscar a esa chiquilla rubia que no sale de mi mente. La encuentro sentada sobre su catre, cociendo el botón de una de mis prendas. En cuanto entro, alza sus ojos hacia mí; está molesta, posiblemente aburrida de pasar al día entero realizando las sosas tareas que le asigné para mantenerla fuera de la vista del resto de la Unidad. Ella no tiene idea de que lo hago por su bien.
—Quita la cara larga, Luján. ¿Qué no sabes que para crecer hay que empezar desde abajo? —le digo con desinterés mientras me dirijo hacia la cajonera para tomar un cambio de ropa.
—¿Usted también zurcía la ropa de sus superiores? —me pregunta con ojos entornados, sabiendo que la respuesta es no, por supuesto que yo no hacía eso, pero claro que yo era un Caimán auténtico desde mis inicios, no una chiquilla disfrazada.
—Yo hacía lo que me ordenaban sin estar haciendo muecas —le respondo con una ceja enarcada—. Te recomiendo seguir mi ejemplo.
La pequeña impostora comprime sus labios entre ellos, quiere protestar, pero se contiene y después de unos segundos se limita a asentir sin mucho convencimiento. Casi de inmediato, regresa su atención a lo que estaba haciendo, dándome a entender que pretende ignorar mi presencia en la habitación.
Yo también continuo con lo que estoy haciendo, me cambio de ropa y salgo de la habitación como si nada. Aún antes de salir del complejo, ya puedo escuchar las risas y las conversaciones de mis Caimanes y el crujir de la fogata. Solo unos pocos se quedan de guardia, los demás ya están reunidos alrededor del fuego. Antes de unirme a ellos decido darle un rápido vistazo al itinerario de mañana, solo para tener el plan de acción claro en mi mente por si la noche se alarga entre bebidas y risas. Me dirijo al cuarto que Nando y yo dispusimos como oficina de planificación, en donde reunimos los mapas, registros y toda la información que pudimos encontrar sobre la zona. Me siento enfrente de la amplia mesa de metal y observo el plan de acción que tracé junto con mis subalternos.
—¿Hay algún problema con el itinerario, capitán? —escucho que Nando pregunta desde la puerta.
—No, ninguno, solo le estaba dando una última revisada... por si era necesaria alguna modificación de último momento —respondo sin alzar la vista de documento.
—Le es difícil relajarse aunque sea una sola noche, ¿cierto?
—Nuestros enemigos nunca descansan, Novoa, eso significa que nosotros tenemos el deber de siempre estar alertas —le recuerdo.
—Sí, supongo que tiene razón —admite mi subalterno.
Lentamente, me levanto de mi lugar y dejo el documento sobre la mesa.
—Vamos, me vendría bien un trago y creo que a ti también —digo dirigiéndome a la salida.
Nando y yo nos unimos al resto de la Unidad. Mis Caimanes ya se encuentran reunidos alrededor de la enorme fogata que hicieron formando grupitos de tres y de cuatro personas. Todos ríen y beben despreocupadamente al calor del fuego. Nos apresuramos a servirnos un trago del pequeño bar improvisado que armaron mis hombres. Ya con mi bebida en mano, me giro sobre mis talones para decidir a qué grupo unirme y de inmediato me encuentro con un rostro inesperado: Luján.
La pequeña impostora se encuentra sentada sobre un tronco entre Rita y Karla, las dos Caimanes mujeres de mi Unidad. Siento un nudo en el estómago, no deseo que esté aquí y mucho menos bebiendo. Ella es una mala mentirosa y el alcohol solo va a empeorar sus ya pobres dotes actorales, se va a echar de cabeza antes de que llegue la media noche, pero no puedo hacer nada para evitarlo. Sería extraño mandarla de vuelta a la habitación cuando el resto de la Unidad está tomándose una noche de respiro, no tengo ninguna excusa para prohibirle estar aquí.