Convenio matrimonial

《 Chisme 》

El sonido de los utensilios siendo utilizados en el almuerzo, llamaba un poco la atención.

Era ligero y la forma en que el aire se posaba sobre nosotros en medio del escenario verdoso, hacía que el momento fuera más ameno de lo esperado.

La realidad, era que no pensaba que al estar aquí, pasaría algo como esto.

Estaba en el lugar para cerrar negocios, pero md habían sentado en esta mesa, para almorzar con cada persona que ocupaba en importancia el lugar, teniendo en frente a la mayoría de hombres que gobernaban la familia.

Alcé la vista un segundo a lo lejos, mirando por donde había un poco de tierra y no tanta hierba.

Vi a una joven pasar, casi como si hiciera una reverencia ante los que estábamos en el sitio, pasando adelante al no ver a nadie a los ojos.

La curiosidad me llenó de inmediato, como un pequeño soslayo interno del que logré desviar la expresión hacia la carne tierna, pero bien cocida, lo que nunca pensé que probaría.

Generalmente, no todo el mundo sabía cocinarla así, sin embargo, estas personas tenían un conocimiento único que no compartían, supuse, con los demás.

—¿Y ellas no se sientan?—Demandé, ante el silencio cómodo y cordial, mientras degustaban lo que les habían servido.

—Oh, no, ellas tienen su propia mesa—enunció el Patriarca en frente, comiendo de su pedazo—. Es más fácil, se sienten cómodas, comparten sus informaciones para actualizar a las que están en otros lados y se sienten menos observadas y seguras.

—En Norteamérica, esas informaciones actualizadas sobre los acontecimientos que pasan, reciben el nombre afamado de 《chisme》—La carcajada los asaltó de inmediato, mientras los presentes me daban la razón y de vez en cuando,.golpeaban la mesa en medio de la expresión de sus emociones.

Estaban felices y encantados, a mi parecer, y podía decir que no estábamos tan lejos de la casa donde uno de ellos convivía.

Frente a mí, habían cerca de nueve o diez hermanos, que, aunque habían logrado su fortuna de los viñedos, las fincas y sus caballos, la carpintería, la construcción y otras áreas de trabajo, tenía por certeza que el más pequeño frente a mí, y al parecer, el de mas grande rango, estaba interesado en la tecnología de mi empresa.

No era para menos, en los hospitales habíamos hecho una mejoría de los sistemas y los nuevos tratamientos estaban funcionando por lo implementado, solo que, algo más hizo que estuviera aquí, solo que él no me lo había dicho con total certeza.

En sus ojos, notaba algo de tristeza, o tal vez resignación, por lo que los presentes también compartían la misma emoción, como un gran sentimiento fraternal.

—Ha sido un placer conocerlo, señor Stonn—el grandote y regordete apretó mi mano, con una yompa en tela jeans azul, y su franela blanca debajo.

Demás estaba decir, que se encagaba de las granjas y que era el que había comido más que todos en el momento.

—Quizá mi hermano se lo diga, pero le informo que nosotros nos desligamos de toda la herencia de nuestros padres, porque él lo necesita más que todos; tengo mi familia, mis hijos cerditos y mis cerdos que comen como unos reyes; cuidar la granja siempre fue mi sueño y aunque no reciba un peso, tengo manos para trabajar y ganarme el pan por el resto de mi vida—estrechó mi mano, atraído en su abrazo que me dejó sin aire, liberando un sonido de ayuda.

Sin duda, este hombre estaba muy emocionado.

Una risilla se escuchó a lo lejos, lo que hizo que me liberara porque la cercanía de la joven llamó la atención del presente, quien la atrajo desde los hombros al irse juntos caminando.

Traté de acomodar mi saco, viendo la mancha en el zapato, arrepentido de no haberme puesto las botas en el momento.

No estaba contento de venir con esta ropa, no me necesitaban vestido de ejecutivo, el problema es que pensé que necesitaba una buena impresión y solo la estaba manchando.

Suspiré, yendo por algo de servilleta, tomando una de tela, cosa de la que me di cuenta luego de un carraspeo, viendo a una de las mujeres recoger los platos.

—¿La ayudo?—Enarcó la ceja al ver que guardaba el objeto en el bolsillo trasero del pantalón, negando en lo que se iba.

Apreté el puño por el modo en que la vergüenza me azotó,.girando al sentir que alguien tomaba lo mío.

Casi salto del susto y pego un grito, sin embargo, no quise levantar más atención de la ya generada, mirando que tenía la muñeca de la muchacha encerrada en mi mano.

—Lo lamento—solté al dejar el agarre, viéndola irse sin decir nada, al pensar en tomar un poco de sgua.

Eso me ayudó a recomponerme, rogando por no ser motivo de chisme las horas que le restaban a mi presencia en este lugar, yendo con los hombres reunidos en un círculo.

Algunos estaban llevando sus faldas y otros, se habían adaptado a los pantalones, como lo era el señor que me contactó.

El mismo que me estaba llevando por cada espacio de este sitio, sin tocar el tema a fondo del por qué llegué hasta aquí.

Algo que aprendí y siempre he puesto en práctica, es que la atención, sin importar a quien se la damos, es importante.




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