Convenio matrimonial

《 Partir 》

Debía admitir que dolía, pues lo experimentado parecía moverse como un rasguño del que brotaba sangre en el fondo, causando que comprendiera que una buena decisión también se trataba de esto; no importaba las veces que había declinado algo en la oficina o en otros lugares, aquí mi ser había forjado una rara conexión, por lo que era natural que sintiera esas cosas tan dentro de mí y que me hicieran sentir rodeado y culpable porque quizás se merecían el sí.

El problema era que si eso traía consecuencias y calaba tan al fondo, no iba a poder sacarlos de allí, aún si me disculpaba por mis errores con los años, pues una mala decisión determinaba parte del curso de la vida y hacer arreglos, no siempre bastaba, ni era suficiente, para que hubiera un cambio de la noche a la mañana.

Deseé salir de ahí por el silencio, no obstante, lo vi levantarse en una actitud que no esperaba, de pie para ocupar el área donde me hallé, sin poder descifrar a ciencia cierta las emociones que iban en aumento o en su descenso interno, tal vez agradecido o habiendo estado esperanzado de que le hablara con el corazón, que de milagro no salió por mi boca, por más que mi mente optaba por decirle algo diferente.

—No te imaginas cuanto agradezco tu sinceridad, Stonn—tomó mi brazo para estrechar mi mano, sorprendido en medio de su apremio—. Esperaba algo más emocional y ligado a los deseos de mi hija—posé la vista en ella, quien pareció cabizbaja, pensando en que nos había descubierto, solo que ella no parecía tan sorprendida como yo—. Antes que llegaras, ella me dijo lo que pasó; sé que sabe que no uso ningún tipo de artimañas para concretar un pedido, sin embargo, he entendido la razón del acercamiento porque no quiere perder a su madre—enunció, cerrando mis labios por la sensación de culpa que pareció moverse por cada parte de mi, sintiendo el amargo bajar por mi garganta—. El problema es que haber obtenido un no, no significa que he dejado de amarla; las dos sin mi vida, pero mi deber es aceptar la resolución como el hombre de negocios que soy y como un ser humano que sabe que nadie aquí es Dios—expuso, envuelto en su hablar suave, lo que tocaba mi alma, por la simple y llana razón de lo real que estaba siendo—. Además de eso, supe que se ofreció como su esposa, bajo un convenio matrimonial que podía concretarse en caso que nada bueno saliera de su decisión, la que no tomó en base a lo que hizo—Ivon no puso los ojos sobre los míos, aguardando en la esquina de la silla donde estuvo su padre, despojada de la guardia, hundiendo los hombros por la vergüenza que experimentaba al haber dicho la verdad.

Una que no le favorecía tanto, a pesar de que se le hacía mejor no dejarla al conocimiento de su progenitor.

—No se preocupe, no lo condeno y sé que no tramó nada de eso; está dicho y hecho, pero ahora ella debe elegir un camino, porque las palabras tienen un peso e incluso, un destino—oí su respiración, mirando que se limpiaba el rostro, por las lágrimas que derramó en el silencio.

—¿Me permite salir un momento, padre?—Él le hizo una seña a modo de llamado, acercándose entre los pasos suaves, quedando a un lado de mí.

—No va a ser necesario—Ivon bajó la cabeza para recibir un beso en la frente de su parte, mientras su palma se acoplaba a su mejilla—. Tesoro, entiendo que tu madre es lo más importante, porque su salud es el punto focal de todo esto, sin embargo, no te pedí que te aferraras a falsas esperanzas o que buscaras por tu cuenta una oportunidad que a ella le favoreciera—pudo decir, inspirando en medio del llanto—. Te amo a ti y la amo a ella, a pesar de todo y ¿sabes?, podemos seguir intentando, podemos encontrar algo más, preciosa.

—Y se va a morir, papá—sollozó, entristecida por los espasmos de las emociones que la estaban doblegado.

Cerré los ojos, impotente, con los puños apretados a un nivel que me hacía detener las ganas de volver a hablar, comprometerme y a la misma vez, salvar todo aquello se había roto en ese momento.

Me sentía culpable porque ellos lo merecían, pero no iba a dejar de ser igual de limpio que siempre, aún si eso calara tan hondo, que no pudiera sacarlo de ese lugar, habiendo pasando los años.

A sinceridad, no estaba dispuesto a que algo saliera mal o un problema viniera de esto, por lo que aceptaba el hecho de proteger a todos de una mala decisión, si eso determinaba el curso de una vida para siempre.

—Permiso—farfullé, demasiado emocional y muy tocado.

—No, por favor—su mano se enredó con la mía, detenido al darme la vuelta, buscando refugio en mí al no querer sentirse tan sola—. Por favor—suplicó, como apoyo, obteniendo el vistazo de su padre, al regreso de la posición, uniendo mis dedos con los suyos—. Yo... no quería oír otra negativa y... me siento culpable—su atención seguía en él—; creí... que si hacía lo que estaba a mi alcance, pues... él... él diría que sí—la miré, acoplado al sostén, con las pieles rozándose en lo que mi atención la puse sobre ella—. Quizás no di lo necesario, como el tema de mi cuerpo o algo.

—Eso no iba a ser necesario, Ivon—intervine, a pesar de que no me estaba mirando, ni prestando atención.

—Tesoro, él no te ve así—la sostuvo, chocado aún más por lo que creía de sí y lo que pensó de mí—. Siempre te he dicho que eres más que eso; muy suficiente has sido para mí y lo que hiciste, fue un gesto noble, atrevido—señaló con el dedo—, pero noble, por más que no cambió nada y por más que creas que tu madre y yo no sentíamos lo mismo por ti—enunció—. Nada ha cambiado desde que naciste y te amamos, pequeña luz de nuestros ojos; nada va a cambiar eso—sonrió, suave, cubierta de su abrazo en lo que continuó llorando—. Solo dime si de verdad quieres hacer lo que ofreciste—negó, al dejar de verlos, lo que por instinto me hizo alivianar el agarre.




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