Corazón Ardiente

8- Fiesta y celos

El mensaje de Alexander vibró en el teléfono de Amelia. - Prepárate para esta noche. Necesito que seas mi acompañante en un evento importante. La temática es elegancia. Un chofer pasará a recogerte-. Amelia sonrió satisfecha. Era justo lo que quería.

Amelia se miró al espejo, satisfecha con su reflejo. El vestido, un regalo de su amiga, era perfecto. La tela fluida se movía con cada paso, y el color realzaba sus ojos grises. Se sentía como una mujer nueva, segura de sí misma y lista para conquistar el mundo.

La noche del evento, Amelia descendió de la limusina, envuelta en un vestido negro que se ajustaba a sus curvas como una segunda piel. Un escote pronunciado y una abertura lateral revelaban justo lo suficiente para despertar la imaginación. Su cabello rojo, peinado en un elegante recogido, enmarcaba su rostro, y sus ojos brillaban con una intensidad que prometía una noche inolvidable.

Al entrar al salón, todas las miradas se volvieron hacia ella. Alexander, que estaba conversando con un grupo de empresarios, se quedó sin aliento al verla. - ¿Quién es esa mujer? - murmuró uno de ellos.

Amelia se acercó a él con paso decidido. Su presencia causó sensación. Los hombres la miraban con deseo, y las mujeres la envidiaban. Alexander, orgulloso de tenerla a su lado, presentó a Amelia como su novia. Los comentarios sobre su belleza y elegancia no se hicieron esperar.

Alexander se acercó a ella, orgulloso de tenerla a su lado. - Amelia, te ves... impresionante -. Ella sonrió y se deslizó en su brazo, sintiendo la mirada de admiración de todos los presentes.

—Cariño —dijo Amelia, su voz un susurro cargado de seducción y desafío—, parece que necesitabas un poco de mi atención.

La suavidad de su tono contrastaba con la intensidad de su mirada, y Alexander sintió un escalofrío de anticipación. Sin apartar los ojos de ella, se inclinó hacia adelante, su expresión mostrando tanto deseo como respeto. El ruido de la fiesta se desvaneció a su alrededor, dejándolos en una burbuja de intimidad.

Antes de que pudiera responder, su teléfono vibró con una llamada urgente. La vibración rompió el hechizo momentáneo y, con una mezcla de frustración y resignación, Alexander se apartó, sacando el teléfono de su bolsillo.

—Disculpa, tengo que atender esto —dijo Alexander, su voz cargada de disculpas mientras se movía hacia una esquina menos concurrida del salón para tomar la llamada.

Amelia lo observó con una sonrisa que mezclaba la satisfacción de haber capturado su atención y una pizca de frustración por la interrupción. Su mirada seguía a Alexander mientras se alejaba, y el impacto de su entrada había dejado una impresión duradera en la sala.

El murmullo de la fiesta volvió a llenar el salón, pero el recuerdo de la presencia de Amelia seguía resonando. Mientras Alexander conversaba por teléfono, su mente no podía dejar de pensar en el momento en que Amelia había irrumpido en su mundo, transformando la noche en una experiencia inolvidable.

Amelia se acomodó en uno de los elegantes sofás dispuestos alrededor del salón, su postura relajada pero aún imponente. Desde allí, observaba el ir y venir de los invitados con una mirada distante. La conversación y la música formaban un telón de fondo a su tranquilidad, pero su mente estaba fija en Alexander, esperando su regreso.

Mientras tanto, un joven ejecutivo, recién llegado a la fiesta, notó a Amelia y se acercó con un aire de confianza algo presuntuoso. Su mirada era de admiración, pero también tenía un toque de coqueteo que no podía ser ignorado. Se acercó a ella con una sonrisa que rozaba la impudencia.

—Buenas noches —dijo el joven, su tono juguetón y su voz cargada de un encanto superficial—. ¿Puedo ofrecerte una copa mientras esperas a tu… acompañante?

Amelia levantó la vista lentamente, sus ojos mostrando una mezcla de desdén y diversión. Su mirada era tan fría como cálida era su sonrisa. Sin embargo, no hizo un esfuerzo consciente por involucrarse en la conversación. Se limitó a mantener la misma posición elegante, dejando que su indiferencia hablara por sí misma.

El joven, sin percibir el desinterés de Amelia o ignorándolo deliberadamente, continuó con su intento de seducción. Intentó mantener una conversación ligera, lanzando miradas sugestivas y comentarios insinuantes. Sin embargo, Amelia mantenía su atención en el entorno, su paciencia a punto de agotarse.

Desde la esquina del salón, Alexander había regresado de su llamada. Mientras avanzaba hacia Amelia, notó al joven acercándose a ella. La escena le provocó una oleada de celos que no pudo ocultar. Sus ojos se estrecharon y su mandíbula se tensó al ver cómo el joven miraba a Amelia con una lujuria descarada.

Alexander se acercó con un paso decidido, su presencia imponente cortando la distancia entre él y el intruso. La mirada de Alexander era dura y decidida, claramente irritado por la audacia del joven.

—Disculpa la demora —dijo Alexander, su voz grave y cargada de una tensión apenas contenida—. ¿Está todo bien aquí?

El joven, al notar el cambio en el ambiente y la intensidad en la mirada de Alexander, se quedó estupefacto. Se puso de pie rápidamente, mirando a Alexander con una mezcla de sorpresa y aprehensión.

—Oh, sí, claro —dijo el joven, su tono ahora nervioso—. Solo estaba haciendo compañía.

Amelia observó con una sonrisa discreta mientras Alexander se situaba a su lado, rodeándola con una presencia protectora. Alexander le dirigió una mirada de complicidad y afecto, un gesto que dejaba claro cuánto le importaba y cuánto valoraba su compañía.

—Cariño, lamento la espera —dijo Alexander, metido en su actuación de novio falso. Su voz suavizándose al dirigirse a Amelia mientras tomaba su mano—. ¿Listos para continuar disfrutando de la noche?

Amelia sonrió, su mirada encontrándose con la de Alexander. Había algo en su expresión que mezclaba satisfacción y ternura, el reconocimiento de su devoción y el aprecio por su presencia constante.



#7116 en Novela romántica

En el texto hay: amor y pasion, +18

Editado: 30.07.2024

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