Mientras seguía al Capitán Seo fuera del área médica, me quité los guantes con un movimiento rápido y los tiré a la papelera antes de cruzar la puerta. El aire fresco me golpeó la cara, un recordatorio del caos que acabábamos de vivir. Seo, el capitán, estaba esperando con los brazos cruzados, su postura imponente y autoritaria.
—¿Qué pasa, Capitán? —le pregunté, intentando mantener mi tono neutral a pesar de la tensión que sentía.
—Quiero saber exactamente qué ha pasado aquí —dijo Seo, su voz firme y controlada.
Tomé un respiro profundo y le expliqué rápidamente todo lo que había sucedido, desde el momento en que la mujer y la niña aparecieron en el área médica hasta el descubrimiento del clavo en el estómago de la pequeña. Intenté ser lo más precisa y concisa posible.
—Entiendo —dijo Seo, sin dejar de mirarme—. Pero, ¿cómo es posible que hayan dejado pasar a una madre y a una niña en un área tan peligrosa? ¿Acaso no saben el riesgo que han pasado?
Me quedé perpleja por un momento, tratando de procesar sus palabras.
—Capitán, nosotros no dejamos pasar a la madre y a la niña. Aparecieron aquí de repente, sin que nadie de nuestro equipo lo supiera. Debieron de haber atravesado las seguridades sin que nos diéramos cuenta —respondí, intentando mantener la calma.
Seo levantó una ceja, claramente dudando de mis palabras.
—¿Me está diciendo que simplemente aparecieron aquí, en un campamento militar altamente vigilado? —su tono era escéptico—. ¿Cómo es posible que hayan pasado todas las medidas de seguridad?
Sentí una ola de frustración subir por mi garganta. Habíamos hecho todo lo posible para salvar a la niña, y ahora estaba siendo cuestionada por algo que estaba fuera de nuestro control.
—Si una madre y su hija lograron pasar todas sus medidas de seguridad, tal vez debería cuestionar la eficacia de esas medidas en lugar de culparnos a nosotros. Hicimos lo que teníamos que hacer para salvar una vida —dije visiblemente molesta.
Seo me miró fijamente por un largo momento, sus ojos oscuros buscando algún rastro de insubordinación. Finalmente, dejó escapar un suspiro y descruzó los brazos.
—No se por qué intento razonar con alguien que ni siquiera quiere estar aquí. Tal vez no sois aptos.
—¿Cómo has dicho?—pronuncié olvidando todo tipo de palabra formal—¿que no somos aptos?—solté una risotada irónica sin poder creer a este tipo— Estamos altamente cualificados para estar aquí, ¿que nos trajeron aquí sin saber por qué cuando vosotros tenéis vuestros equipos médicos propios? Si. ¿que haremos todo lo posible y lo imposible por salvar a cada uno de los heridos? También. Y esta madre ha aparecido no sé de donde con su hija que perfectamente podría haber muerto. Tal vez los que no sois aptos sois vosotros, sobre todo el Capitán Seo, que desde que llegamos no para de tratarnos con indiferencia y faltas de respeto a nuestro trabajo. Además, ni siquiera es capaz de dar la cara y manda a uno de sus subordinados para que haga de paloma mensajera entre él y nosotros — hablé refiriéndome a Chan.
Se quedó algo perplejo ante mis palabras.
—Siento lástima por su equipo, ser dirigidos por semejante altivo tiene que ser duro. No tengo nada más que decir. Buenas noches y adiós — sentencié antes de irme sin dejarle responder.
Llegué al quirófano para limpiar todo y me quedé allí por un momento, procesando lo que acababa de ocurrir. Sabía que la situación era complicada, pero parecía imposible tratar con aquel soberbio.
Tras desinfectar de nuevo el quirófano, me dirigí donde mi equipo seguía trabajando diligentemente. La madre y la niña estaban descansando después de la operación, y mi equipo estaba revisando el inventario para asegurarse de que teníamos todo lo necesario.
—¿Todo bien? —preguntó Félix, notando mi expresión pensativa.
—Sí, todo bien —respondí no estando bien, pero mi amigo no preguntó más por el momento.
********
Estaba haciendo mi ronda habitual por el campamento cuando un bullicio inusual proveniente del área médica captó mi atención. Esto no era común; no debería haber heridos aún. Apresuré el paso y, al llegar, me encontré con una escena caótica: una mujer iraquí y su hija pequeña estaban allí, y Chan estaba intentando mediar con la mujer, que parecía muy angustiada. ¿Cómo habían llegado hasta aquí sin que nadie lo notara?
Me acerqué rápidamente a Chan y le pregunté:
—¿Qué está pasando aquí, Chan? —mi tono era firme, esperando una explicación rápida y concisa.
—Capitán, parece que la niña está muy enferma. No estoy seguro de cómo llegaron hasta aquí, pero estamos intentando ayudarlas —respondió Chan, tratando de mantener la calma.
Mientras él hablaba, vi a la doctora Kim moverse rápidamente entre el caos. En su prisa, chocó conmigo y rápidamente se disculpó antes de volver a su tarea. La observé mientras se alejaba, mi mente trabajando a toda velocidad para entender cómo dos civiles habían atravesado nuestras medidas de seguridad.
Finalmente, cuando la situación pareció estabilizarse, me dirigí a la doctora Kim.
—Doctora, necesito hablar con usted afuera —dije con mi voz inquebrantable.
Salimos del área médica, y una vez fuera, me giré hacia ella, cruzando los brazos en una postura imponente.
—Quiero saber exactamente qué ha pasado aquí —le dije, manteniendo mi voz firme y controlada.
Ella tomó un respiro profundo y comenzó a explicar rápidamente todo lo que había sucedido, desde la llegada repentina de la mujer y la niña hasta el descubrimiento del clavo en el estómago de la pequeña.
—Entiendo —dije, sin dejar de mirarla—. Pero, ¿cómo es posible que hayan dejado pasar a una madre y a una niña en un área tan peligrosa? ¿Acaso no saben el riesgo que han pasado?
La doctora Kim se quedó perpleja por un momento, procesando mis palabras.
—Capitán, nosotros no dejamos pasar a la madre y a la niña. Aparecieron aquí de repente, sin que nadie de nuestro equipo lo supiera. Debieron de haber atravesado las seguridades sin que nos diéramos cuenta —respondió, intentando mantener la calma.
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Editado: 08.08.2024