El día había sido largo y agotador, y finalmente me encontraba a punto de caer rendida en mi litera. Estaba disfrutando de esos preciosos momentos de tranquilidad antes de caer en un sueño profundo cuando un grito exaltado de Félix rompió la calma.
—¡Oh no! —exclamó Félix, haciendo que saltara de la cama, el corazón latiéndome a mil por hora.
—¿Qué pasa, Félix? —pregunté alarmada, sentándome de golpe.
—Se me olvidó el maletín pequeño con medicina junto al árbol de la plaza del pueblo. Lo apoyé ahí mientras recogíamos y se me olvidó meterlo en el coche militar —dijo, visiblemente angustiado.
Seungmin, que también se estaba preparando para dormir, se giró hacia nosotros.
—No te preocupes, Félix. Lo recogeremos mañana por la mañana —dijo, tratando de calmarlo.
Pero Félix negó con la cabeza, su rostro lleno de preocupación.
—No, tengo que ir ahora. ¿Y si un niño lo coge y se bebe la medicina? El maletín contiene suministros de analgésicos intravenosos. Podrían abrir los botes y beberlos pensando que es comida o algo. Son niños, tocan todo. Además, si le da mucho sol mañana, la medicina podría echarse a perder y no podemos permitirnos perderla.
Seungmin suspiró y salió de su cama, comenzando a vestirse.
—Está bien, vamos ahora mismo a por ella —dijo decidido.
—No, Seungmin, fue mi culpa. No tienes que acompañarme —replicó Félix, pero Seungmin ya estaba poniéndose los zapatos.
—No te dejaré ir solo en la noche. Sabes que no es seguro.
Viéndolos a ambos prepararse, me levanté de la cama y cogí mi ropa para entrar al baño a cambiarme.
—Esperen, yo también iré con ustedes —dije, pero Félix levantó una mano para detenerme.
—Dana, no. Es suficiente con nosotros dos. Tú necesitas descansar. Como líder, ya tienes mucho trabajo y responsabilidad —dijo con firmeza.
Seungmin asintió y sacó su móvil, mostrándomelo.
—Cualquier cosa, te llamamos inmediatamente. Sabes que conocemos el camino de sobra y el pueblo está muy cerca. No te preocupes.
No me quedé satisfecha, pero ambos insistieron mil veces. Finalmente, acepté a regañadientes.
—Está bien, pero por favor, tengan mucho cuidado. No quiero que pase nada malo —les dije, tratando de ocultar mi inquietud.
—Lo prometemos —dijo Seungmin, sonriendo para tranquilizarme.
Los vi salir de la tienda y desaparecer en la oscuridad. Intenté volver a acostarme, pero el sueño se me había escapado por completo. Me senté en mi cama, preocupada, mirando mi móvil cada pocos minutos.
Los minutos pasaban y mis nervios aumentaban con cada segundo. Decidí llamar a Félix y Seungmin para asegurarme de que todo estaba bien, pero ninguno de los dos respondía. Intenté varias veces, con la esperanza de que alguna llamada sería contestada, pero el silencio del otro lado solo incrementaba mi ansiedad.
—¿Dónde estarán? —murmuré para mí misma, el corazón acelerado.
Decidida a no molestar al resto del equipo que no sabían nada de esto y que ya estaba profundamente dormido, me vestí rápidamente. Salí de la tienda y miré a mi alrededor. El campamento estaba en calma, con solo un par de militares haciendo rondas a lo lejos.
Volví a intentar llamar a Félix mientras caminaba por el campamento, cada vez más desesperada. Nada. Ninguna respuesta.
—Vamos, Félix, contesta... —dije al aire, sintiendo la frustración crecer.
Estaba tan concentrada en mi móvil que no vi por dónde iba y choqué con alguien. Mi teléfono cayó al suelo con un golpe seco.
—¡Lo siento! —exclamé, agachándome rápidamente para recoger el móvil.
—¿Qué estás haciendo aquí afuera tan tarde? —preguntó el Capitán Seo, frunciendo el ceño.
Perfecto, de todas las personas del campamento, tenía que ser él.
—Ah...em—respondí, recogiendo el móvil. Vi que la pantalla estaba rota, pero al menos el dispositivo seguía funcionando.— Mis compañeros, Félix y Seungmin salieron hace un rato, ¿por casualidad los has visto?
Él me miró extrañado.
—No, por aquí no ha pasado nadie. Estoy haciendo patrulla, los hubiera visto — sentenció.
Tsk. Engreido.
—¿Me ayudas a buscarlos, por favor? — pregunté rápidamente.
Este me miró unos segundos y luego, con sus brazos cruzados se agachó hasta ponerse a la altura de mi cara.
—¿No dijiste que la seguridad del cuerpo de militares era insuficiente? — sonrió ladinamente— No puedo ayudarte, porque mi vigilancia es insuficiente— se puso derecho y luego habló — mejor vete a tu tienda, ahora volverán, no habrán ido muy lejos.
Yo fruncí mi ceño, rodé mis ojos y me fui. Solo iba a buscarme otra discusión con ese patán. Ya los encontraré yo.
Caminé hacia el lateral del campamento, por donde quedaba más cerca el pueblo. Miré a mi alrededor buscando una salida y, finalmente, encontré un agujero que pasaba por debajo de la valla. Recordé que probablemente ese era el camino por donde habían pasado la madre y su hija la última vez. Decidí usarlo.
Me agaché y pasé por el agujero, sintiendo la arena fría del desierto bajo mis manos. Una vez al otro lado, comencé a llamar a mis amigos conforme me acercaba al pueblo.
—¡Félix! ¡Seungmin! —grité, esperando una respuesta que nunca llegó.
El pueblo no tenía electricidad, y la oscuridad era total. Apenas veía a un par de metros frente a mí, y el desierto alrededor parecía interminable. Continué llamándolos, corriendo de un lado a otro, cada vez más desesperada.
—¡Félix! ¡Seungmin! ¿Dónde estáis? —mi voz resonaba en el vacío, sin obtener respuesta.
Llegué a la plaza del pueblo y mi corazón se hundió al ver el maletín aún apoyado contra el árbol. Eso significaba que Félix y Seungmin nunca habían llegado al poblado. La preocupación se convirtió en un nudo en mi estómago, y mis manos comenzaron a temblar.
Intenté coger mi móvil, pero la pantalla rota dificultaba ver a quién llamaba. Mis dedos torpes intentaban marcar el número de Félix, pero cada intento parecía fallar. Desesperada, corrí por los alrededores, gritando sus nombres.
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Editado: 08.08.2024