La sala del área médica estaba en completo desorden. Había pasado toda la noche despierta, vigilando el estado de Félix y Seungmin, y ahora, para colmo de males, tenía que lidiar con la presencia insistente del Capitán Seo, quien, según él, había sido asignado para ayudar.
—Te lo he dicho, Kim, son órdenes del sargento —insistió Changbin, su postura firme pero sus ojos mostrando un rastro de cansancio.
—Y yo te he dicho que no necesitamos tu ayuda aquí —respondí, mi voz firme y sin dejar lugar a réplica—. Ya somos suficientes. Tenemos un sistema, y tu presencia solo está creando más confusión.
Seungmin, quien estaba recostado en una de las camas con su pierna reposando en alto, observaba la escena con una sonrisa divertida.
—Si alguien me trae palomitas, esto sería la mejor telenovela de la mañana—dijo, su tono sarcástico.
Le lancé una mirada fulminante, lo que solo hizo que su sonrisa creciera. La situación ya era lo suficientemente estresante sin los comentarios irónicos de Seungmin. Suspiré y volví mi atención a Changbin, quien parecía no tener intenciones de irse.
—Seo, en serio, no tienes que quedarte aquí. Ve y haz tus cosas de militar o Capitán, o lo que sea —dije, tratando de mantener la calma.
—No puedo, Kim. Son órdenes directas. Además, el sargento ha dicho que debo ayudar al equipo médico —respondió, cruzando los brazos.
Frustrada, miré alrededor de la habitación, buscando alguna tarea que pudiera mantener a Changbin ocupado y fuera de mi camino. Mis ojos se posaron en el pequeño almacén al final de la sala, donde los medicamentos estaban guardados en un completo desorden.
—Está bien, si insistes en quedarte, al menos haz algo útil —dije finalmente—. Ordena los medicamentos del almacén en orden alfabético.—no era necesario realmente, pero quería quitármelo de encima durante unas horas.
Changbin asintió, aparentemente aliviado de tener algo que hacer, y se dirigió hacia el almacén. Sentí un peso levantarse de mis hombros mientras él se alejaba, pero aún estaba molesta por la situación.
—¿En serio? ¿Ordenar medicamentos? —se burló Seungmin, su sonrisa traviesa—. Eso es un castigo cruel, incluso para él.
—Seungmin, por favor, intenta no molestar —le dije, tratando de mantener un tono profesional, aunque la irritación se filtraba en mis palabras.— Recuerda que ahora eres mi paciente, tú decides cuanto quieres que te duelan los antibióticos que te estoy inyectando — me burlé tras ver su cara de espanto, aunque esta duró poco.
Él levantó las manos en señal de rendición, pero su expresión divertida volvió.
Con Changbin fuera de la vista, pude concentrarme mejor en mis tareas. Me moví entre las camas, revisando a Félix y al señor "tráeme unas palomitas" asegurándome de que ambos estuvieran cómodos. El caos se estaba disipando lentamente, y la calma volvía a la sala. Pero sabía que esto era solo el comienzo de un día largo y agotador.
Me acerqué a la cama de Félix para revisar su suero, asegurándome de que todo estuviera en orden. Fue entonces cuando escuché un leve ruido, un movimiento en la cama de Félix. Me volví rápidamente y vi que se removía, despertando lentamente de su estado inconsciente.
Seungmin y yo intercambiamos una mirada, sus ojos reflejaban la misma mezcla de sorpresa y alivio que sentía. No hubo necesidad de palabras; ambos sabíamos lo que significaba. Félix estaba despertando.
Me acerqué a su cama y me incliné sobre él, hablando en voz baja para no asustarlo.
—Félix, ¿puedes oírme? —susurré, colocando una mano suavemente sobre su hombro.
Él se movió incómodo, tratando de incorporarse, pero rápidamente puse mi otra mano en su cintura para evitar que hiciera un esfuerzo innecesario.
—No te muevas mucho, Félix —dije con calma, pero con firmeza—. Tienes una costilla y un brazo roto. Debes ir despacio o podrías hacerte daño.
Sus ojos se abrieron lentamente, parpadeando contra la luz que comenzaba a llenar la sala. Estaba claramente desorientado y asustado. Su mirada vagaba por la habitación antes de fijarse en mí, buscando respuestas.
—¿Qué... qué ha pasado? —preguntó con voz ronca, apenas un susurro.
Le dediqué una sonrisa tranquilizadora, tratando de infundirle calma.
—Tuviste un accidente anoche —le expliqué suavemente—. Estabas con Seungmin cuando sucedió. Estás a salvo ahora, pero necesitas descansar.
Félix asimilaba mis palabras lentamente, su expresión pasando del miedo a una débil comprensión. Observé cómo trataba de procesar la información, su respiración era aún rápida pero comenzando a calmarse.
—¿Seungmin está bien? —preguntó, girando la cabeza para buscar a su amigo.
Félix era tan dulce.
—Estoy bien, Fefi—respondió Seungmin llamándolo por su apodo cariñoso desde su cama, sonriéndole—. Un poco magullado, pero bien. Tú solo concéntrate en recuperarte.
Félix dejó escapar un suspiro de alivio, sus ojos volviendo a cerrarse por un momento.
—¿Y tú, Dana? ¿Estás bien? —preguntó, su voz mostrando una preocupación genuina que me tocó el corazón.
—Estoy bien, Félix —le aseguré.
—Pero tus manos...— habló mientras su vista se quedaba fija en las heridas de las manos.
—¿Esto? No te preocupes, solo son arañazos que sanarán en unos días—sonreí.
Sentí que Félix se relajaba un poco más, su respiración estabilizándose. Sabía que el camino hacia la recuperación sería largo y doloroso, pero en ese momento, lo más importante era que estaba consciente y fuera de peligro inmediato.
—Voy a revisar tus signos vitales, ¿de acuerdo? —le dije, sacando mi estetoscopio—. Solo relájate y déjame hacer mi trabajo.
Félix asintió débilmente, permitiéndome trabajar. Coloqué el estetoscopio en su pecho, escuchando atentamente su respiración y el ritmo de su corazón. Todo parecía estable, lo que era una buena señal.
—Todo suena bien —le dije, ofreciéndole otra sonrisa tranquilizadora—. Vamos a mantenerte cómodo y vigilado. Si necesitas algo, solo dímelo.
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Editado: 08.08.2024