El aire de Veridia siempre llevana un soplo de escarcha, un recordatorio constante de su dominio sobre el hielo. Para la Princesa Lyra, ese soplo era un lamento silencioso. Veinte años habían pasado desde la Tormenta Helada de Desesperación, y aunque el palacio de cristal y las cumbres nevadas brillaban bajo un sol pálido, el brillo en sus ojos se había extinguido hacia mucho. Su cabello, del anochecer polar, caía sobre sus hombros rectos y rígidos, una melena que parecía absorber la luz. Sus ojos, del azul más intenso que el hielo antiguo, rara vez mostraban más que una frialdad distante, un reflejo de los muros que había construido a su alrededor.
Se encontraba en el Balcón de la Ventisca, el punto más alto del ala oeste del palacio, donde el viento helado lamía sin piedad los cristales. Desde allí, la vista del reino era sobrecogedora: picos dentados que se perdían en un cielo lechoso, valles tapizados de nieve inmaculada y, en la distancia, las brillantes cúpulas de la capital, Veridia Alta. Su reino, tallado en hielo y bendecido con la magia, era majestuoso, pero para Lyra, cada ráfaga de viento era un eco de aquel día fatídico.
Recordaba con una claridad punzante el sonido de la risa de Elara, su hermana menor, como el tintineo de campanillas. Elara, con su cabello rubio como la luz de la luna y sus ojos llenos de una curiosidad desbordante, era la alegría personificada. Lyra, solo una adolescente entonces, había sido su protectora, su cómplice en travesuras nevadas. La imagen de Elara corriendo por los pasillos de cristal, esquivando las miradas severas de los guardias y sirvientas, se grabó en su memoria como un doloroso mural.
Un carraspeo la sacó de sus pensamientos. Detrás de ella, el anciano Consejero Brynn se acercó con su habitual paso cauteloso. Su barba, blanca como la nieve fresca, y sus ojos sagaces siempre traían consigo el peso de los años y la historia del reino.
"Princesa", comenzó Brynn, su voz un murmullo respetuoso. "Su padre, el Rey Theron, desea hablar con vos. Su estado de salud... empeora."
Lyra giró, sus movimientos fluidos pero sin calor. "Ya veo." Su voz era baja y resonaba con una claridad casi helada. "Es la tercera vez esta semana. ¿Podéis decirme, Consejero, si la enfermedad del rey es política o puramente física?"
Brynn suspiró, sus hombros encorvados. "Su Majestad está débil, Princesa. La tristeza por la partida de la Reina Eleonora, y ahora... la creciente presión de los clanes fronterizos. Todo ello ha empeorado su estado."
La partida de la Reina, Lyra pensó. Su madre había muerto de una enfermedad lenta hace 5 años, un dolor más suave y esperado que el trauma que Lyra había infligido.
"Los clanes del sur, los Kaelenitas, ¿insisten en sus reclamaciones sobre las Minas de Escarcha?" Lyra preguntó, su tono neutral.
"Más que nunca. Su líder, Jarl Roric, ha enviado emisarios con mensajes cada vez más... agresivos", Brynn dudó. "Sugieren que la línea de sucesión de Veridia es débil, ahora que vuestro padre muestra signos de... fragilidad."
Lyra sintió un pinchazo de ira fría, pero su expresión no cambió. "Entiendo. Decidle a mi padre que lo veré en breve."
Brynn asintió y se retiró, dejando a Lyra sola una vez más con sus pensamientos. El miedo, esa punzada constante en su estómago, se intensificó. Su padre no era inmortal, eso ella lo sabia. El trono la esperaba. Y con el trono, la responsabilidad, la exposición, la necesidad de tomar decisiones que podrían tener consecuencias terribles. Consecuencias como las que había provocado la última vez que sus emociones se habían desbordado.
Su mirada se posó en un punto en la lejanía, un valle profundo y cubierto de niebla, donde sabían que los escombros de la Tormenta Helada de Desesperación aún yacían. Habían pasado dos décadas, y aún se negaba a ir allí. La imagen de Elara, su risa silenciada para siempre por su propio poder descontrolado, la perseguía en sus pesadillas más frías. Había jurado entonces que nunca más permitiría que sus emociones la controlaran. Nunca. Esa promesa se había convertido en su prisión, una jaula de hielo de su propia creación.