Los días de la delegación de Aetheria se extendían, y con ellos, la inusual cercanía del Príncipe Kyle. Para Lyra, acostumbrada a la distancia reverente o el respeto forzado, la presencia de Kyle era una anomalía. No la evitaba; de hecho, parecía buscar su compañía con una persistencia un tanto gentil. La observaba en las reuniones, su mirada atenta, y a menudo encontraba la manera de iniciar conversaciones que se extendían más allá de los asuntos diplomáticos.
Un día, mientras Lyra supervisaba la práctica de los Guardias de la Escarcha en el patio de armas, donde los jóvenes talentos de Veridia entrenaban sus habilidades con el hielo, Kyle apareció a su lado. El aire cortaba, y los alientos de los guardias se convertían en nubes de vapor.
"Impresionante," comentó Kyle, observando cómo un joven cadete creaba un muro de escarcha con un gesto preciso. "Vuestra gente tiene un dominio extraordinario sobre el frío."
"Es nuestra herencia," respondió Lyra, sin apartar la vista. "El hielo es tanto nuestra bendición como nuestro desafío."
"Una paradoja interesante," dijo Kyle, su voz reflexiva. "En Aetheria, el viento es nuestra bendición. Es indomable, impredecible, pero también el portador de la vida y el cambio."
Lyra finalmente lo miró. "El viento también puede ser destructivo, Príncipe. Las tormentas barren llanuras enteras."
Kyle asintió, su mirada fija en Lyra, no en los cadetes. "Es cierto. Pero el viento no juzga. Simplemente es. La destrucción o la vida que trae dependen de cómo uno lo dirija, o de cómo uno se adapte a él. Lo mismo ocurre con el hielo, ¿no creéis?"
La pregunta resonó en Lyra. Sus poderes. Elara. El recuerdo punzante la golpeó con la fuerza de una ráfaga helada. Se giró abruptamente hacia los guardias. "Cadete Valerius, vuestro escudo es inestable. Reforzad vuestro centro."
Kyle pareció percibir su cambio de humor, pero, para su sorpresa, no retrocedió. En cambio, le tendió una pequeña figura tallada en madera, una estatuilla de un halcón con las alas desplegadas, sorprendentemente detallada.
"Mi pasatiempo," explicó Kyle con una sonrisa modesta. "Una pequeña distracción."
Lyra tomó la figura. La madera era cálida bajo sus dedos, un contraste con el frío que sentía en su propio interior. El halcón parecía casi vivo. "Es... meticuloso," dijo, sorprendida por la habilidad, ella no poseia habilidades como esta, ya que decidio mejor enfocarse en aprender sobre asuntos del reino, ¿O quizás ella poseía alguna habilidad en el arte?, pero nunca lo habia intentado y no tenía tiempo para ello ahora.
"No todo tiene que ser un arma, Princesa," dijo Kyle, su voz suave. "A veces, el arte, la belleza, son tan necesarios como la espada. Quizás más."
Esa noche, Lyra sintió el frío aire nocturno desde el balcón de sus aposentos mientras sostenía la pequeña talla del halcón. Sus palabras resonaban en su mente. La destrucción o la vida que trae dependen de cómo uno lo dirija...¿Podría ser verdad? ¿Podría su poder, la misma cosa que había causado tanto dolor, ser también una fuente de algo más? La idea era a la vez aterradora y extrañamente esperanzadora. La danza entre el hielo y el viento, tan diferente y a la vez tan entrelazada, se estaba replicando en su propia vida.