Los días de celebración fueron un torbellino de banquetes, bailes y conversaciones. Lyra, para su sorpresa, disfrutaba de la compañía de Kyle. No era solo un diplomático o un príncipe de otro reino, era un amigo. Se sentaban juntos a menudo, discutiendo sobre Veridia, Aetheria y el futuro de sus reinos. Una tarde, Kyle encontró a Lyra en el jardín de hielo del palacio. La nieve caía suavemente, y las luces de hielo brillaban con un resplandor etéreo.
"No puedo creer que hayamos llegado a esto," dijo Lyra, sus ojos azules fijos en el jardín. "Creía que mis emociones eran una debilidad, una maldición. Pero cuando sentí el amor de mi hermana en mi corazón, el poder no me asustó."
"No es una maldición, Lyra," dijo Kyle, su voz suave. "Es un regalo. Es una parte de quien eres. Tienes el poder de crear, no solo de destruir. Tu rosa de hielo fue una muestra de tu fuerza."
Lyra le sonrió, sus mejillas se ruborizaron. "Gracias, Kyle. Por todo."
Kyle se acercó, su mano suavemente acariciando su mejilla. "No tienes que darme las gracias por nada. Yo estoy enamorado de ti, Lyra. Desde la primera vez que te vi, supe que eras especial. Tu fortaleza, tu sabiduría, tu corazón. Estoy enamorado de cada parte de ti."
Lyra se quedó sin palabras, su corazón latía con fuerza. Kyle se inclinó y la besó. Sus labios eran suaves y cálidos, y Lyra se encontró respondiendo con pasión. El beso era tierno, dulce, y el aire alrededor de ellos se llenó de un brillo plateado.
"Te amo, Lyra," susurró Kyle. "No importa lo que pase. Siempre te amaré."
"Yo también te amo, Kyle," susurró Lyra. "Con todo mi corazón."
Se quedaron en el jardín por un rato, abrazados, disfrutando de la compañía del otro. La nieve seguía cayendo, pero la calidez de su amor era suficiente para mantenerlos calientes. Lyra se sintió más feliz de lo que había estado en años. Por primera vez en su vida, se sentía completa.