CORAZÓN DE GEMAS. (Derechos reservados conforme a la ley)
El aeropuerto de Belfast, Irlanda, tenía mucha afluencia de personas. Eran las diez de la mañana. Alpha y Jarlath esperaban en silencio el vuelo que él tomaría hacia Dublín, por cuestiones de trabajo. Ella lo miró de reojo, sintiendo un vuelco en el corazón. No entendía lo que estaba sucediendo entre los dos y era muy angustiante la incertidumbre. Ya hacía tres años que vivía en el mundo terrenal.
Era muy feliz, pero las últimas semanas, Jarlath lucía retraído, ausente, le hacía el amor en silencio. El sonido de la voz en la bocina la sacó de sus pensamientos y él se puso de pie.
—Volveré mañana por la tarde. —Jarlath sonrió tibiamente.
—Si, cuídate. —Alpha también sonrió.
Él asintió y la besó en la frente. Alpha alzó su mano, para intentar darle un beso en la boca, pero Jarlath ya se daba la vuelta y se alejaba con prisa. Ella sintió un nudo en la garganta y después se sentó nuevamente cruzando la pierna y los brazos. Así estuvo un buen rato, observando a través del ventanal las pistas de aterrizaje y los aviones que se movían lentamente. Minutos más tarde, salió del aeropuerto y se abrazó a sí misma, pues hacía mucho frío. Observó el taxi negro y se dirigió a él. El taxista le sonrió y le abrió la puerta de inmediato, después se puso al volante, volviéndose un poco.
—¿Turista?
—No.
—Lo siento, parece que no es de Irlanda.
—No lo soy, —Alpha inspiró— pero vivo aquí desde hace algún tiempo.
—¿Y qué tal, le gusta esta ciudad?
Alpha se quedó pensativa un momento.
—Es…diferente.
El taxista lanzó una risa y puso el carro en marcha.
—¿Donde la llevo, señorita? Por cierto, mi nombre es Brennan.
—Hola, Brennan, quiero ir a Waterside.
—¿Quiere ver los murales?
Ella asintió.
—Déjeme aconsejarle algo. No exteriorice su opinión sobre ellos en público, los habitantes del condado pueden ser muy quisquillosos al respecto.
—Si, ya he oído acerca de eso.
Cuando llegaron, Alpha se dio cuenta que había varias personas admirando los murales. Ella bajó del automóvil, el taxista también lo hizo y se recargó sobre el capó. Alpha se acercó al muro y comenzó a leer atentamente la inscripción, cuando de pronto, sintió la presencia de alguien que se situó a su lado. Ella se enderezó y lo miró brevemente. Era un hombre alto, corpulento y tenía los ojos vidriosos, lo que le indicaba que estaba en evidente estado etílico.
—¿Estás de acuerdo? —le preguntó él, mirándola fijamente.
Alpha frunció el ceño y desvió la vista para seguir contemplando el mural.
—¿No has escuchado? ¿Estás de acuerdo con lo que dice ahí? —él señaló las palabras escritas con pintura.
Al ver eso, Brennan se acercó con cautela y se puso a un lado de Alpha.
—Vámonos. —le dijo el taxista, en voz baja.
Alpha, sin mirar al hombre, se dio vuelta y caminó junto al taxista directo al auto. Brennan estaba a punto de abrir la puerta, cuando el hombre sorpresivamente aventó la cerveza sobre el parabrisas. Alpha se sobresaltó y se quedó quieta, observando los pedazos de vidrio que cayeron al suelo y negó con la cabeza. Brennan la instó con la mirada para que subiera al auto, pero entonces inesperadamente el bravucón le dio un empujón a Brennan. Alpha estaba pasmada por la acción de ese desconocido y de inmediato sintió como se llenaba de enojo.
—¿Por qué lo agredes? —preguntó ella, arrugando el entrecejo.
—No, ingrese al taxi, por favor. —le pidió Brennan a Alpha.
El individuo se abalanzó hacia el chofer nuevamente, pero Alpha se interpuso y lo contuvo con una mano. Él se quedó perplejo al sentir la fuerza de ella y entonces levantó la mano, dispuesto a golpearla, pero Alpha rápidamente le lanzó un relámpago de luz, paralizándolo en el acto. Brennan miró a Alpha con asombro. Una mujer que iba pasando fue testigo del suceso y también se quedó atónita.
—No puedo creerlo… ¡Ella lo hizo! ¡Filmen eso! —gritó la mujer.
Al oír esas palabras, Alpha echó a andar rápidamente por la acera. Las personas empezaron a gritarle para que se detuviera y Brennan también la llamó, pero ella los ignoró, luego regresó a ver y se fijó que el taxista intentó correr para alcanzarla, entonces Alpha en una acción instintiva cerró los ojos y sacó sus alas, arrancando en vuelo estrepitoso hacia el cielo, mientras algunos de los presentes lanzaban gritos de sorpresa y otros de espanto. Mientras tanto, una joven captaba con la cámara de su celular lo que estaba aconteciendo.
Alpha volaba velozmente y se dirigió al parque forestal Belvoir, luego descendió lentamente sobre la cima de un cedro frondoso. Tenía lágrimas en los ojos. Ya no podía más. No sabía lo que le estaba pasando, se sentía perdida sin encontrar el timón. Algo estaba sucediendo en su relación con Jarlath y no sabía de qué se trataba, por si fuera poco, se sentía mal físicamente, ya que había tenido varios mareos y no se lo había contado a nadie y ahora…había perdido el control. Sus lágrimas brillaban y las enjugaba rápidamente, porque no quería descubrir que se volvían diamantes. Debía olvidar su origen y concentrarse en ser una terrenal, pero al mismo tiempo reflexionaba que estaba siendo tan difícil lograrlo. Desde que había llegado a la tierra de casas cuadradas, tenía la duda si acaso había perdido sus dones como hada. Ahora sabía que no habían desaparecido por venir a vivir al mundo terrenal, sino que no había tenido necesidad de usarlos. Así de simple. Pero también porque era inmensamente feliz con Jarlath y tenía otros objetivos de vida, como llegar a ser una doctora muy eficiente, por eso estudiaba en la Universidad de la Reina.