—No sé lo que pasa entre ustedes, pero quiero que sepas que tienes todo mi apoyo. —decía Damián, mientras examinaba unos documentos.
Alpha, que tenía una mala pinta por no haber dormido bien, solo alzó las cejas y asintió, acariciando un mechón de su cabello para alisarlo. Traía puesta su bata larga y blanca, y estaba sentada en la mesa de pruebas, escribiendo notas. De pronto, se quedó estática y volteó a ver a Damián, cruzando una mirada con él.
—Necesito quedar embarazada.
—¿Qué?
—Pero antes que nada, tengo que saber primero la razón, —ella se puso de pie y apuntó con el índice— por la cual no puedo embarazarme.
—¿Estás bien? Parece que te han golpeado la cabeza.
—No, nada de eso. —Alpha lo miró— Dijiste que tengo tu apoyo. Ayúdame para que yo pueda tener un bebé.
Damián se cruzó de brazos y negó enérgicamente la cabeza.
—¿Piensas que un hijo salvará tu relación con Jarlath?
Ella lo miró detenidamente y asintió.
—Qué equivocada estás. —repuso él.
—No estoy equivocada. —Alpha alzó la mano—No lo había considerado hasta hoy, pero es lo que completaría nuestra felicidad.
—¿De pronto te salió tu lado maternal? —Damián soltó una media carcajada— No lo creo. Más bien, lo estás haciendo para no perder a Jarlath.
Alpha sintió un pinchazo en el pecho y tomó aire.
—Haré todo lo posible para que Jarlath sea feliz. —exhaló.
—No lo puedo creer, —Damián la miró, desconcertado— con lo que acabas de decir, estás confirmando que ser madre es lo último que considerarías.
Damián contempló el desconcierto de esa mujer, que lo tenía loco. Le encantaba sus ojos de ensueño color verde aceituna y su cabello que lo alzaba en una coleta siempre, dejando caer unos mechones rubios a los lados. Aunque no era para nada alta, le agradaba que usara siempre tacones muy a la moda. Alpha agrandó los ojos al leer nítidamente el pensamiento de su amigo y tuvo que hacer un esfuerzo para disimular su enorme sorpresa. Cierto que ese hombre de origen español era extremadamente guapo, alto, tenía más de un metro con ochenta centímetros de estatura, sus ojos negros enmarcados por esas cejas tupidas y esas pestañas grandes…Alpha contempló ese cabello negro de medio largo y ondulado. Sí, era muy guapo, pensó, reparando que era la primera vez que lo describía en su mente.
—¿Piensas que estoy haciendo algo incorrecto? —Alpha frunció el ceño, mientras tomaba asiento otra vez— Quiero ser madre, Damián.
Damián contrajo la mandíbula y se acercó a Alpha.
—Tener un hijo no es un juego, Alpha, y un bebé no es un juguete.
Alpha lo miró con tristeza.
—¿Piensas que seré mala madre?
Él inspiró.
—Lo que yo pienso, no importa mucho.
—Claro que sí. Eres mi mejor amigo. Sin tu ayuda yo no podría haber entrado al grupo de médicos.
Silencio. Damián se sentó a un lado de Alpha.
—Creo que te estás precipitando con la idea de tener un bebé. Primero tienes que arreglar las cosas con tu esposo.
Alpha bajó la mirada.
—Recuerda que no estamos casados.
—Ha pasado el tiempo suficiente para que él te lo proponga.
Alpha se mordió el labio inferior y Damián se arrepintió al momento por su imprudencia, pues le pareció que ella quería llorar.
—Lo siento, Alpha. No debí decir eso.
—No importa. —ella hizo un gran esfuerzo para no exhibir sus lágrimas que estaba segura delatarían su verdadera naturaleza.
Alpha se puso de pie de inmediato y fue al estante contiguo.
—Está bien, estoy dispuesto a hacer lo que me pidas. —dijo Damián.
Silencio.
—¿Interrumpo?
Ambos se volvieron súbitamente al oír la voz grave de Jarlath. Damián se giró y cruzó una mirada férrea con él, enarcando una ceja. Jarlath pensaba que ese Damián ya le chocaba. La última frase que había escuchado le provocó una ráfaga de celos, por lo que se sintió harto y decidió poner las cosas claras de una vez por todas.
—Espero no haber llegado en un momento inoportuno. Yo también quiero saber qué estás dispuesto a hacer por Alpha.
—Jarlath, no tengo por qué decirte nada. —Contestó Damián— Es entre Alpha y yo.
—¡Y eres un fresco! —espetó Jarlath, molesto.
Jarlath dio unos pasos firmes, dispuesto a tomarlo de las solapas, pero inmediatamente Alpha se interpuso entre los dos y miró con enojo a Jarlath.
—No te atrevas. —dijo Alpha, entrecerrando los ojos.
—¿Lo estas defendiendo? —Jarlath estaba sorprendido.
—¿Qué deseas, Jarlath? —le preguntó ella, alzando el rostro.
Entonces toda la bravura de Jarlath se disolvió al momento al notar la firmeza de la voz de Alpha. Él la miró a los ojos y se sintió otra vez confundido. Maldijo en sus adentros, seguro que Alpha lo estaba leyendo como libro abierto, así que pensó adrede que la amaba con todo su corazón y no quería perderla. Ella se retrajo un poco al percibir ese pensamiento y desvió la mirada, después, fue a quitarse la bata ante la mirada expectante de los hombres. Vestía unos jeans ajustados, blusa de manga corta en color melocotón y sandalias de tacón fino en color azul. Se dirigió a la puerta y salió del laboratorio.