Esa voz era la que quería escuchar, pensó ella, sonriendo. Ung hizo su aparición y Grainne bajó la cabeza, sintiéndose avergonzada por la intromisión al castillo. Edrev y Gris volaron por detrás de Antonina, quien borró su sonrisa al ver el semblante duro de Ung, no obstante, le sostuvo la mirada. Cierto era que, en todo el tiempo de su residencia en el mundo bajo las olas, apenas lo había visto unas cuantas veces cuando llamaba a su sobrino y luego ellos desaparecían en el bosque. Antonina reflexionó que no podía flaquear en ese momento, pues era responsable del posible castigo a las hadas y una reprimenda a su madre por parte de Noam, así que sintiendo una seguridad en sí misma, alzó la barbilla.
—Quiero ir al mundo terrenal, para poner en aviso a mi tío y a mi tía Alpha, del peligro que corren por la desaparición de la bruja. Mi madre desea acompañarme.
La mirada de Ung fulguró unos segundos y Antonina no sintió miedo, permaneciendo con el cuerpo erguido. Él pensó que esa jovencita realmente era muy inquietante.
—¿Sabes qué implica lo que estás pidiendo?
Antonina se quedó pasmada ante esa pregunta, sin embargo, algo en su interior la empujaba a asentir con firmeza.
—No lo creo. —Ung dio unos pasos, muy pensativo. Después miró a Grainne— ¿Apruebas lo que tu hija pretende hacer?
—Yo… —Grainne lo miró con temor— no la voy a dejar sola.
Ung miró a Edrev y a Gris, que luchaban por esconderse.
—Y me imagino que… ¿Ustedes también están dispuestas a arriesgarse por ayudar?
—¿Arriesgarnos? —preguntó con voz temblorosa, Gris.
Edrev pegó un codazo a su amiga y se enderezó, mirando a Ung.
—Nacimos para ayudar. —repuso Edrev con tono firme.
Ung inspiró, pensando que la ausencia de la bruja estaba desencadenando una turba y ocasionando la pérdida de la tranquilidad que habían disfrutado por unos años en el mundo bajo las olas. Cerró los ojos, meditando que tenía que tomar una decisión muy importante en ese momento y aunque confiaba en su sabiduría al determinar qué hacer, siempre tenía que luchar para reprimir las dudas que se arremolinaban en su mente.
Cuando abrió los ojos, se sorprendió al ver que las hadas y Grainne estaban en la misma línea junto a Antonina para apoyarla. Ung dio una suave exhalación.
—Noam tiene que estar de acuerdo con tu decisión, Grainne. Ahora perteneces a nuestra familia. —la miró.
—Se lo prometo que lo estará. —Dijo Grainne, tomando la mano de su hija—No se lo ocultaré, pero entienda por favor que se trata de mi hermano y estamos muy preocupadas por él y por Alpha. No podemos estar en paz si sabemos que ellos corren peligro. La familia es para apoyarse mutuamente.
—Si, tienes razón, pero… —Ung miró brevemente a Antonina— en el mundo bajo las olas existen reglas que se tienen que cumplir o los castigos son inevitables.
—Yo iré sola al mundo terrenal. —anunció Antonina, soltándose suavemente de la mano de su madre—A mí se me ocurrió la idea. —Miró a las hadas y a Grainne— Ustedes quédense aquí.
—¿Qué estás diciendo? —Grainne se escandalizó.
Silencio.
—Era de esperarse, —Ung enarcó una ceja, sorprendido por el valor de Antonina—que incrementaras tu audacia conforme pasara el tiempo, pero no pensé que estuvieras dispuesta hasta de perder la vida por ayudar a un ser que amas.
Grainne sintió un mareo cuando oyó las palabras de Ung y rápidamente las hadas vinieron en su ayuda y la aferraron de cada manga de su vestido.
—¡Mamá! —Antonina se volvió rápidamente y atrapó el cuerpo de Grainne en un abrazo, antes de que se desplomara en el suelo, luego la llevó hasta un sillón para que se recostara— No era necesario que dijera eso. —Antonina reclamó a Ung, con ojos brillantes por el enojo.
—Al contrario, sí era necesario. —Ung habló enérgico— Ese es el riesgo más importante, Antonina. Debes saberlo y Grainne también.
Ella se incorporó, encarándolo.
—¿Y qué pretende que haga yo? ¿Volar en espiral por el cielo todo el día siendo una inútil, mientras mi tío, que es como un padre para mí, puede ser preso de las maldades de la bruja?
En eso la puerta se abrió y se asomó Noam, encontrando la escena que lo asombró, pronto corrió hasta Grainne y se inclinó para tomarle la mano. Ella seguía desmayada. Noam miró de manera furtiva a Ung, preguntándole en su mente:
—¿Qué ha sucedido?
—Quieren ir al mundo terrenal y les he dicho que pueden perder la vida en el intento. Antonina insiste en ir y lo quiere hacer sola, fue entonces cuando Grainne sucumbió al sueño temporal.
—Simplemente les hubieras dicho que es imposible hacerlo. —Noam refunfuñó.
—No puedo mentir. —repuso Ung alzando una mano.
—¡Lo sabía, sí puedo ir! —Exclamó Antonina con alegría en su mente, maravillada de no haber perdido el don que le había otorgado su amado Kot, que vivía en la cima de una montaña.
—¿Sabes, Noam? Esta niña es una testaruda. —Ung siguió hablando en su mente y miraba a Antonina— Pero… realmente creo que puede lograrlo.